jueves, 5 de enero de 2023

Sombras de la Bahía Sur


 

 1

A Pascual López, por su Humanismo sincero y su bonhomía.

 

"...hablarle a las nubes
es abrir un balcón donde se escucha el silencio de los pájaros."
(Vicente Martín - La Chica de la foto (II))

Es triste que no vuelvas a mover el destello
tibio de la colina en los brazos que sienten
la voz apasionada
que yace entre los olmos
camino de la Huerta cada día
y el cálido capricho de unas manos desiertas
en tu camisa clara entre los pensamientos
que lleva la miseria del arroyo
aventando las ramas profundas del azul,
la caricia que sufren 

los labios de los vientos,
la humildad entrañable de la higuera
donde juegan sonrientes los niños que perdimos.

Es triste que no vuelvas con tu sonrisa amplia
a dejarnos la imagen
exhausta y fugitiva de la muchacha oscura
que ahoga la verdad, la fuerza y los sentidos
del forzado que nunca tuvo alas
y vuelve a sus caídas relatando la crónica
nocturna del amor cada mañana
abrupta como un paso que lo espera
en un Estrecho extraño que vierte su amargura
al Poniente que acecha a la alegría
cuando la tarde muere entre las rampas,
palidece y no llega a la orilla del templo
mientras muge en el Hacho la sirena
en el taró de agosto que aparece en diciembre
cuando las niñas penan la copla del naufragio
que gime en sus entrañas
y mustia volotea en la puerta entreabierta
que empuja Punta Almina hacia los duelos
en las ruinas del faro, en la voz de la muerte
que se adentra en los ojos vacíos de las sombras.

2

Lloraba el niño del velero y se quebraban los corazones
angustiados por el testigo y la vigilia de todas las cosas
y porque todavía en el suelo celeste de negras huellas
gritaban nombres oscuros, salivas y radios de níquel.
(Lorca – Paisaje de la multitud que orina)

Pienso que esa muchacha del alba que no llega
 llevará extendida en el regazo
la sábana de un mártir
que no supo morir entre los muertos,

que sigue caminando entre las sierpes,
y vuelve a su dolor en sus pupilas,
el grito de una hoguera que rompe los vestigios
de la voz de los presos torturados
que llorando aparecen en la luz de la Luna,
el drama del atún que tiembla en la bodega
y tiene el mismo nombre que un torpe marinero,
y colgada en el mástil
la misma dirección que lo delata
y siente Europa lejos, amarga y sumergida,
y la turbia marea se mueve en el arroyo,
en la Laja inundada
por la nube y los sueños de un poeta
que busca los vestigios de amor en las orillas
y encumbra la añoranza de un ósculo en los charcos,
en la arena desierta
con un decir de ritmo alargado que hiere
y atraviesa la huella que mora en una rada
y muere en la memoria
del almacén de redes que aprendió otro rezo
que prende y no ilumina,
y la sonrisa estrecha
que añora su pasado en la fuente callada
ya no puede alentar un barrio moribundo
arrastrado en la alcoba de los niños
mientras las barcas buscan del monte la bandera
que no tiene color,
que agita en los periódicos los látigos del mundo,
y un cementerio herido, por la rabia azotado,
por la yerba, la cal y la injusticia

que anuncia en su rostro la vileza del mundo
y ahoga
en el misterio del cante su quejío,
en las velas que sufren su olvido en la Fragua
del dios de los gitanos que proclama en el vientre
de la noche su agonía y vaga en el exilio,
la angustia del viajero
que no halla la ruta de los lazos que puedan
amarrar las soledades
en los signos borrados por la senda del agua,
en el delfín que sufre las dagas de los botes
que huyen de la ruina.


El aullido del puerto perdido en los papeles
lacera y acorrala
la evocación sentida de los nichos sin nombres,
de los santos de piedra que pasaron
entre flores y lágrimas meciendo la locura.

3

He pasado toda la noche en los andamios de los arrabales
dejándome la sangre por la escayola de los proyectos,
ayudando a los marineros a recoger las velas desgarradas.
Y estoy con las manos vacías en el rumor de la desembocadura.

(Lorca - Navidad en el río Hudson)

Esa niña que muestra
el manto de su olvido y su ignorancia,
el vuelo desvelado de su imagen rendida,
el llanto de la Virgen
acosada por el fervor postrero
de salmos que acorralan su capilla
recogerá las sábanas de los cuerpos ardientes
y el rumor de eucalipto que embriaga la Bodega
donde sufren los lirios
bajo el graznido torvo de los cuervos
el doce de diciembre,
bajo el púrpura gris envuelto en los fenicios
que rompieron su ruta en la esquina de un beso,
de los requiebros rotos, sumisos y angustiados
que sus venas no encuentran en el curso
callado de las olas donde vagan los pobres
que no muerden ni hablan en la orilla
cuando las amapolas abandonan la sangre
y arde oscura la copla en la noche más densa.

Esa niña que agita su bandera en el agua
se enamora del hombre
que acude cada día a la oficina
y archiva los misterios
pensando que el amor no se ha perdido
aunque hunda sus lágrimas
en el mástil de un Wall Street sonriente
mientras los tiburones socavan los cristales
y escupen el cemento en las fronteras,
en el regazo roto del Hudson que se encoge
y gime por la estatua que entregó las cadenas
al Cristo que no encuentra su camino en el hombre
aunque los crisantemos
mueran cada noviembre mirando las gargantas

rasgadas por el rastro perdido en los jazmines,
en las Piedras Mellizas
que acogen la ternura y el olvido
de un niño amortajado en un sudario bruno
que le cierra los ojos como si fuera un sueño
y le rompe la frente en un lienzo sin marco,
aunque la espuma ahogue los brotes de esperanza
y la sonrisa pierda
su fulgor en un íntimo lamento,
aunque en el Tarajal
resucite la sangre de los muros
y una novia no busque
la senda enamorada de los labios
ni el templo de la playa que rema en el levante
donde posó sin manos, sin saberlo
una frágil corona
de alhucemas en la tumba vacía
donde los altos vuelos encallaron
y los castillos recios de vanos enlucidos
cayeron en el rostro
descarnado y amargo de la muerte celosa.

Epílogo

Ahora solo queda ladrar contra el olvido,
encender una vela en el vientre
de los versos que pasaron
mientras sonaban los remos de los luceros en el alba,
cegados por la mano de la luna,
mientras la golondrina se adentraba en la tinta que nos aleja
y la muerte escribía una plegaria con sus alas
trémulas sobre la sangre
donde cantaron su última soledad los náufragos
que se ahogaron en el desierto de las aguas.

 

    El Tarajal: Playa fronteriza, lugar donde fueron fusilados más presos republicanos durante la contienda Civil.

    12 de diciembre de 1948: En esta fecha se produjo el naufragio más terrible que se recuerde en Ceuta. Entre los pescadores se conoce como el naufragio del Lobo, curiosamente este barco salvó a algunos de sus tripulantes, en algunos pesqueros de la zona (también en uno de Abyla) y algunos carboneros marroquíes murieron todos.

    Tragedia del Tarajal: La denominada «tragedia del Tarajal» refiere a los acontecimientos que, el 6 de febrero de 2014, condujeron a la muerte de 15 personas en la playa del Tarajal, ahogadas mientras trataban de eludir a nado el dique que separa Marruecos de la ciudad autónoma de Ceuta para entrar en España como inmigrantes irregulares. (Wikipedia)

 

 

 

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.