viernes, 6 de enero de 2023

Thomas Stearns Eliot - Phlebas el fenicio

 Muerte en el agua

Phlebas el fenicio, muerto ha quince días,
olvidó el grito de la gaviota, y la resaca en el mar profundo,
las pérdidas y los beneficios.

Una corriente bajo el mar
devoró sus huesos entre susurros. Mientras subía y bajaba
recordó las hazañas de su tiempo y juventud
al traspasar el remolino.
Judío o gentil,
¡Oh tú que llevas el timón y sólo miras a barlovento,
respeta a Phlebas que alguna vez fue alto y hermoso como tú!

Death by Water

Phlebas the Phoenician, a fortnight dead
Forgot the cry of gulls, and the deep sea swell
And the profit and loss.
A current under sea
Picked his bones in whispers. As he rose and fell
He passes the stages of his age and youth
Entering the whirlpool.
Gentile or Jew

O you who turn the wheel and look windward.
Consider Phlebas, who was once handsome and tall as you.

(Traducción: F. E. León)

 

 

Abril es el mes más cruel, criando

 lilas de la tierra muerta, mezclando

memoria y deseo, removiendo

turbias raíces con lluvia de primavera.

 

El invierno nos mantenía calientes, cubriendo

tierra con nieve olvidadiza, nutriendo

un poco de vida con tubérculos secos.

 

T.S. Eliot, poema nº 12  (fragmento), La tierra baldía


 

Un inglés que nos llegó de América
 
"Hay épocas en que uno siente que ha caído a pedazos y a la vez se ve a sí mismo en mitad de la carretera estudiando las piezas sueltas, preguntándose si será capaz de montarlas otra vez y qué especie de artefacto saldrá.“ — Thomas Stearns Eliot.

Nada más leer este poema, sentí un impulso irrefrenable por traducirlo con mi inglés de mercadillo. El fenicio...es uno de nuestros mitos, es nuestro 1714, pero sabemos que es solo eso, un mito, que los catalanes (no sus cabecillas) de la época es muy probable que lo único que esperaban es que se resolviera el partido, ya en tiempo de prolongación innecesaria por la agonía orgullosa y obstinada del Rey Sol, para saber cuál de los dos equipos les iba a fastidiar la vida. Para un ceutí España es lo primero; la pequeña gran burguesía exhibe sus banderas y otros pensamos que amar a tu país es aceptarlo cuando miras a los ojos de su fragilidad, pero tenemos una sentimentalidad que nos une a los fenicios y a los portugueses (ellos, al fin y al cabo, fueron los que nos reintegraron a Occidente). Me emocionó Vargas Llosa, él, que vino de tan lejos, logró que, probablemente, por primera vez en mi vida, esas banderas fuera de lugar me parecieran hermosas.
 
Alta traición

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.
(José Emilio Pacheco)
 
El título carece hoy de sentido, pero cuando lo imaginé, o soñé que lo imaginaba, aún no se había producido la infamia del Brexit, yo me sentía ya plenamente europeo. Mi sueño sentimental de adolescencia, llevado por la sombra de Gardel, de convertir en algo concreto y enriquecedor las Cumbres Iberoaméricanas se había desvanecido. Leer unos ensayos que me explicaban lo que significa la Atenas clásica me había entregado para siempre a los brazos de la vieja Europa, tan imperfecta y deslavazada cómo es. Thomas Stearns Eliot no sólo se convirtió en inglés sino que se lo creyó y para confirmarlo abandonó su protestantismo (¿?) para convertirse en anglicano; "Hay gente pa tó" que diría el Gallo, con acento marcado de Sevilla. ¿Quién era Phlebas el fenicio?
 
 

El dosel del río se ha roto: los últimos dedos de las hojas
se aferran y se sumen en la húmeda ribera. El viento
cruza, silenciosamente, la tierra parda. Las ninfas se han
marchado.
Dulce Támesis, discurre plácidamente, hasta que termine
mi canción.
El río no arrastra botellas vacías, papeles de sandwiches,
pañuelos de seda, cajas de cartón, colillas
y otros testimonios de noches de estío. Las ninfas se han marchado.
Y sus amigos, los indolentes herederos de los potentados-
se han marchado sin dejar sus direcciones.
A orillas del Leman me senté a llorar...
Dulce Támesis, discurre plácidamente, hasta que termine mi canción.
Dulce Támesis, discurre plácidamente, pues no hablaré alto ni extenso.
Pero detrás de mí, en una fría ráfaga, oigo
matraqueos de huesos y risas descarnadas.
 
(Thomas Stearns Eliot - El sermón del fuego (Fragmento) - Versión - Agustí Bartra)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.