Muerte en el agua
Phlebas el fenicio, muerto ha quince días,
olvidó el grito de la gaviota, y la resaca en el mar profundo,
las pérdidas y los beneficios.
recordó las hazañas de su tiempo y juventud
al traspasar el remolino.
respeta a Phlebas que alguna vez fue alto y hermoso como tú!
Phlebas the Phoenician, a fortnight dead
Forgot the cry of gulls, and the deep sea swell
And the profit and loss.
He passes the stages of his age and youth
Entering the whirlpool.
O you who turn the wheel and look windward.
Consider Phlebas, who was once handsome and tall as you.
(Traducción: F. E. León)
Abril es el mes más cruel, criando
lilas de la tierra muerta, mezclando
memoria y deseo, removiendo
turbias raíces con lluvia de primavera.
El invierno nos mantenía calientes, cubriendo
tierra con nieve olvidadiza, nutriendo
un poco de vida con tubérculos secos.
T.S. Eliot, poema nº 12 (fragmento), La tierra baldía
Nada más leer este poema, sentí un impulso irrefrenable por traducirlo con mi inglés de mercadillo. El fenicio...es uno de nuestros mitos, es nuestro 1714, pero sabemos que es solo eso, un mito, que los catalanes (no sus cabecillas) de la época es muy probable que lo único que esperaban es que se resolviera el partido, ya en tiempo de prolongación innecesaria por la agonía orgullosa y obstinada del Rey Sol, para saber cuál de los dos equipos les iba a fastidiar la vida. Para un ceutí España es lo primero; la pequeña gran burguesía exhibe sus banderas y otros pensamos que amar a tu país es aceptarlo cuando miras a los ojos de su fragilidad, pero tenemos una sentimentalidad que nos une a los fenicios y a los portugueses (ellos, al fin y al cabo, fueron los que nos reintegraron a Occidente). Me emocionó Vargas Llosa, él, que vino de tan lejos, logró que, probablemente, por primera vez en mi vida, esas banderas fuera de lugar me parecieran hermosas.
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.
(José Emilio Pacheco)
se aferran y se sumen en la húmeda ribera. El viento
cruza, silenciosamente, la tierra parda. Las ninfas se han
marchado.
Dulce Támesis, discurre plácidamente, hasta que termine
mi canción.
El río no arrastra botellas vacías, papeles de sandwiches,
pañuelos de seda, cajas de cartón, colillas
y otros testimonios de noches de estío. Las ninfas se han marchado.
Y sus amigos, los indolentes herederos de los potentados-
se han marchado sin dejar sus direcciones.
A orillas del Leman me senté a llorar...
Dulce Támesis, discurre plácidamente, hasta que termine mi canción.
Dulce Támesis, discurre plácidamente, pues no hablaré alto ni extenso.
Pero detrás de mí, en una fría ráfaga, oigo
matraqueos de huesos y risas descarnadas.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.