Adiós, quizás las sombras no sean tan oscuras,
quizás se calme el viento, triunfe la Primavera
y un ruiseñor de luz se adueñe de tu noche
para seguir cantando donde reina el silencio.
(A Roberto)
Me cuesta imaginarte ausente para siempre,
Jaume.
(Miquel Martí i Pol)
I
Se me agolpan tantos recuerdos tuyos
que no dejan lugar a la tristeza,
tu sonrisa era luz en el crepúsculo sombrío
de una ciudad maldita que nos rechazaba
y nos volvía la cabeza,
vuelvo a las cartas cubiertas
por una lágrima
que te enviaba Dolors con un pequeño príncipe,
y, sin tenerte, te vivo intensamente
y siento que te conozco de una forma
imprecisa, insobornable y añorada.
No quiero hablarte
con la voz melancólica
de una plañidera que no sabe
a quién llorar en cada entierro,
en cada pérdida que no es sentida
y provocada por los astros
y la tronera
que encierran el calendario.
Tu muerte no me quema las entrañas,
ni me angustia, ni me quita
la alegría de vivir;
me duele saber qué ya no podremos
compartir un cigarro, una novia lejana
junto al río
o hacernos compañía
en esa soledad que nos desgarra a los poetas;
pero en ese dolor hallo las fuerzas
para escribir estas palabras y recordarte.
Me empeño en avanzar
con más fuerza que nunca
sabiendo qué conmigo tú lo haces;
ilusiones, deseos, alzan el vuelo
contigo y por ti, por muy lejos que estés
en los brazos sin rostro de la muerte,
solo por ti resisto y deseo cumplirlos.
Te me haces presente en las cosas pequeñas,
pienso en ti cuando vuelvo a la rutina,
y te evoco,
seguro como nunca
de que la única esperanza
de sobrevivir es amar con convicción,
aunque no creas,
para transformar lo que hacemos en vida
y sostener la esperanza y la belleza,
y entregarnos a la comunidad
que no nos quiso nunca.
Tú ya no estás y florecerán las rosas,
madurarán los trigos
y quizás el viento
desvele las ocultas melodías;
tú ya no estás
y ahora pasa el tiempo
entre el recuerdo tuyo que me arrulla,
y aquel empeño, que tan bien conoces,
en resistir cuando nada nos alienta.
II
Pienso en ti con ternura desde estas palabras
mientras con suavidad muere la tarde.
Todos los colores proclaman una vida nueva
que yo abro, y en ti se me presenta
vibrante y armoniosa de una manera extraña
que nunca he aprendido y me recuerdas.
No volverás jamás, pero perduras
en los árboles callados
y en mí de tal manera
que escribo por ti y tu silencio
ahora que la vida
me empuja hacia la Sombra
con un rumor callado en los estanques,
en los días más duros del misterio
que hiere en el ruido del teatro que amabas
cuando la representación se disolvía
y consagrábamos
el vino en nuestros labios y las cortinas.
Me cuesta imaginar
que no podrás volver jamás del sueño
y la cantina estará
siempre triste sin tu llanto,
ausente para siempre en los jóvenes que fuimos.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.