La cuerda
cortada
La cuerda cortada puede volver a anudarse,
vuelve a aguantar, pero
está cortada.
Quizá volvamos a tropezar, pero allí
donde me abandonaste no
volverás a encontrarme.
Versión de Jesús Munárriz y Jenaro Talens
Recuerdo de
Marie A.
1
En aquel día de luna azul de septiembre
en silencio bajo un joven ciruelo
estreché a mi pálido amor callado
entre mis brazos como un sueño bendito.
Y por encima de nosotros en el hermoso cielo estival
había una nube, que contemplé mucho tiempo;
era muy blanca y tremendamente alta
y cuando volví a mirar hacia arriba, ya no estaba.
2
Desde aquel día muchas, muchas lunas
se han zambullido en silencio y han pasado.
Los ciruelos habrán sido arrancados
y si me preguntas ¿qué fue de aquel amor?
entonces te contesto: no consigo acordarme,
pero aun así, es cierto, sé a qué te refieres.
Aunque su rostro, de verdad, no lo recuerdo,
ahora sé tan sólo que entonces la besé.
3
Y también el beso lo habría olvidado hace tiempo
de no haber estado allí aquella nube;
a ella sí la recuerdo y siempre la recordaré,
era muy blanca y venía de arriba.
Puede que los ciruelos todavía florezcan
y que aquella mujer tenga ya siete hijos,
pero aquella nube floreció sólo algunos minutos
y cuando miré a lo alto se estaba desvaneciendo en el viento.
Versión de Jesús Munárriz y Jenaro Talens
Esto me enseñaron
Sepárate de tus compañeros en la
estación.
Vete de mañana a la ciudad con la chaqueta abrochada,
búscate un alojamiento, y cuando llame a él tu compañero,
no le abras. ¡ Oh, no le abras la puerta!
Al contrario,
borra todas las huellas.
Si encuentras a tus padres en la
ciudad de Hamburgo,
o donde sea,
pasa a su lado como un extraño, dobla la esquina, no los
reconozcas.
Baja el ala del sombrero que te regalaron.
No muestres tu cara. ¡Oh, no muestres tu cara!
Al contrario,
borra todas las huellas.
Come toda la carne que puedas. No
ahorres.
Entra en todas las casas, cuando llueva, y siéntate
en cualquier silla,
pero no te quedes sentado. Y no te olvides el sombrero.
Hazme caso:
borra todas las huellas.
Lo que digas, no lo digas dos veces.
Si otro dice tu pensamiento, niégalo.
Quien no dio su firma, quien no dejó foto alguna,
quien no estuvo presente, quien no dijo nada,
¿cómo puede ser cogido?
Borra todas las huellas.
Cuando creas que vas a morir,
cuídate
de que no te pongan losa sepulcral que traicione donde estás,
con su escritura clara, que te denuncia,
con el año de tu muerte, que te entrega.
Otra vez lo digo:
borra todas las huellas.
(Esto me enseñaron.)
(1926, del Libro de lectura
para los habitantes de las ciudades - Traducción - La Red)
Brecht y el método: Fredric Jameson
La dramaturgia de Bertolt Brecht (1898-1956) se suele asociar al llamado "efecto V" o "de distanciamiento". V es la inicial de una palabra alemana ("Verfremdung") que, en Brecht y el método, Fredric Jameson propone traducir mejor como extrañamiento, también para permitir una conexión con el antecedente que representa el formalismo ruso. El extrañamiento teatral se dirige a desbaratar la identificación entre el espectador y la acción escénica, aquello que haría posible la catarsis, según postuló Aristóteles hace dos milenios y medio. Brecht defendió una poética abiertamente contraria a la aristotélica; en ella el espectador tiene un papel activo y, al mismo tiempo que disfruta del espectáculo, aprende una lección política. Es preciso desarmar la ilusión de que el orden social sea algo natural. Lo que sucede en el teatro es producto de un trabajo, de una construcción. La obra -la vida- podría ser de otro modo.
Publica ADN Cultura
Por José Fernández Vega
La
paradoja es que Brecht, el poeta del extrañamiento, podría resultar -él
mismo, junto con su arte y su época- algo muy extraño para nosotros. El
tiempo que le tocó vivir fue violento, vertiginoso y, para él, "la
historia era su vida privada", escribe Jameson. La confianza de Brecht
en las potencialidades políticas y pedagógicas del arte puede asimismo
despertar entre nosotros, habitantes de la era del desencanto
posmoderno, una reacción escéptica.
Brecht fue un moderno
genuino, incluso por sus diferencias con el modernismo. El
posmodernismo, opina Jameson, sólo podría aprovecharlo en un sentido
irónico, o bien admirarlo por aspectos fragmentarios de su obra, que
atravesó una variedad de géneros. ¿Qué nos vincula entonces con Brecht?
¿Cuál es su legado?
En unos pasajes particularmente brillantes,
Jameson argumenta que Brecht quiso volver extrañas sus propias
tradiciones e ideas recurriendo a China, por entonces lo radicalmente
otro de Occidente y no su actual sostén financiero y proveedor
industrial. Jameson abre su texto con un análisis de las alegorías
chinas de Brecht y su intento por discutir los problemas del comunismo a
través de narraciones a la vez ejemplares y distanciadas. Satíricas e
intertextuales, como gran parte de su obra, en ellas Brecht no apela al
Kitsch y menos aún a la verdad histórica. En el Tao, comenta Jameson, él
encuentra una especie de sustituto para las integrales visiones del
mundo que la modernidad aplastó.
Brecht restablece, con decisión
política y eficacia lírica, la utilidad del arte luego de que la
estética burguesa desterrara la noción de las discusiones. Porque el
arte debía mostrar un mundo contrapuesto al de la vida cotidiana,
dedicada a la búsqueda de riqueza y seguridades. Alejado de los valores
que absorbían la existencia de los buenos padres de familia, el arte era
el remanso desinteresado para una existencia consagrada a la
apropiación.
Con su celebración del arte útil, político,
didáctico, Brecht se opone a los modernos. Ese afán pedagógico, aclara
Jameson, estuvo presente en el arte de todas las civilizaciones previas a
la burguesa; e impulsó a Brecht a explorar tradiciones campesinas y
precapitalistas. Lo útil es aquello que mueve a la acción porque
presenta las cosas de otro modo. El teatro es, entonces, una praxis que
impulsa a la praxis.
Pero la situación contemporánea parece haber
anulado la posibilidad de toda acción en sentido sustantivo. Nuestras
vidas están cristalizadas en profesiones, inmovilizadas en
instituciones, nuestro horizonte es el consumo. La herencia de Brecht,
por tanto, vuelve a encontrarse en una situación peculiar: parece más y
menos actual que nunca. Nos recuerda la praxis y, a la vez, la
característica impotencia social posmoderna.
Jameson, considerado
el más excepcional crítico de la cultura activo en la izquierda actual,
presenta en cada página de Brecht y el método interpretaciones sutiles y
actitudes políticas. Por caso, en un golpe de imaginación teórica saca
de la galera el ejemplo de Balzac, un escritor reaccionario que, en
términos brechtianos, fue algo así como el "chino de Marx", porque éste
admiraba su insuperable elocuencia sobre las miserias de una sociedad
cuyos fundamentos últimos no cuestionaba. Monárquico, Balzac edificó,
como ningún otro antes de Brecht, un arte sobre realidad del dinero.
La
situación del escritor bajo el capitalismo fue otra de las
preocupaciones de Brecht, y Walter Benjamin aprendió mucho sobre el tema
durante su común temporada en Dinamarca. Hannah Arendt, escribió que
Benjamin era el mejor crítico alemán, tironeado entre la influencia de
la mística judía del gran cabalista Gershom Scholem y el marxismo de
Brecht, a quien llamó el máximo poeta alemán de su tiempo (Adorno
también lo ponderaba como poeta, pero sólo para descalificarlo como
dramaturgo).
Benjamin fue, posiblemente, quien escribió los
primeros y más perceptivos ensayos sobre Brecht en lengua alemana.
Roland Barthes lo exaltó después en Francia, como evoca Jameson, y en
esa jerarquizada genealogía podemos inscribir sin duda su Brecht y el
método.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.