Ya
no puedo tener la
luz de tus columnas,
las ansias de vivir
en
la huerta tapiada que destila su muerte,
la
magia de tus piernas en mis manos,
el
dulzor de sentir tu
túnica sedienta
que
vela en el milagro fervoroso del Puente
donde
mustios padecen
los
clavos de mis noches, la herida de los himnos
que
ven correr las nubes que no vuelven al aire.
Regresa a tu retrato la cueva de los tiempos,
la
sangre del poeta
que
recogió tu abrigo en las Puertas del Campo,
en
el levante denso que azota las murallas,
en
la tierra del dique que aprisionó tu huella
y
el ramo de la aurora de un perdedor sin luna
que
te sigue llamando desde la lejanía.
Los
labios de un destino que nos tiende emboscadas
no
saben desterrar
la
llama del olvido que atraviesa la plaza
que
nunca desvelamos en su fuente y sus flores
y
hiela mi memoria entre los matorrales
que
esparciste en aceras y en mi alma.
Se
adentran en la isla los ecos de los pasos,
los
folios afligidos que imprimen nuestros besos,
cubren
las azucenas la mueca apasionada
de
un instante de luz que se quedó dormido,
hiere
la soledad en el foso angustiado
el
llanto de la noche que hierve en tus tinieblas.
Tu
mirada que sueña en un árbol vencido,
en
la hiedra que cubre la Escuela de Comercio
va
subiendo la cuesta de las hojas caídas
y
no quiere enterrar
un
verso amortajado de Dylan que desgarra
las
venas de la calle, el sol y mi recuerdo,
y
muestra en las paredes de un antro tu sonrisa,
las
palabras de antaño que nunca se han movido
y
buscan un poema de amor entre la niebla,
la
impronta de tu rostro en un papel mojado.
Regresa a tu retrato la caverna del tiempo,
Ya no puedo tener la luz de tus columnas,
las ansias de vivir
en la huerta tapiada que mueve los recuerdos,
la magia de mi mano en tu cadera,
el dulzor de sentir tu túnica rendida
velando en el prodigio fervoroso del Puente
donde padecen mustios
los clavos de mis noches que tu espejo refleja,
la herida de los himnos
los clavos de mis noches que tu espejo refleja,
la herida de los himnos
que ven correr la nube que no vuelve a tu cielo.
Regresa a tu retrato la caverna del tiempo,
la sangre del poeta que recogió tu abrigo
en las Puertas del Campo,
en las Puertas del Campo,
en el levante denso que azota las murallas
y muestra los destrozos de mis viejos naufragios,
y muestra los destrozos de mis viejos naufragios,
en la tierra del dique que aprisionó tu huella
y no puede arrancarla de mi alma peregrina,
y no puede arrancarla de mi alma peregrina,
y el ramo de la aurora de un perdedor herido
que te sigue llamando
desde la lejanía escabrosa del miedo.
desde la lejanía escabrosa del miedo.
Los labios de un destino que nos tiende emboscadas
no saben desterrar
la llama del olvido que atraviesa la plaza
que nunca desvelamos y fluye entre las fuentes
y escondida en las horas permanece desierta
y escondida en las horas permanece desierta
helando mi memoria entre los matorrales
que esparciste en la acera y en mi alma.
Se adentran en la isla los ecos de los pasos,
los folios afligidos que imprimen nuestros besos,
cubren las azucenas la mueca apasionada
de un instante de luz que se quedó dormido,
hiere la soledad en el foso angustiado
el llanto de la noche que hierve en tus tinieblas.
Tu mirada que sueña en un árbol vencido,
en la hiedra que cubre la Escuela de Comercio
va subiendo la cuesta de las hojas caídas
y no quiere enterrar
un verso amortajado de Lorca que desgarra
las venas de la calle, del sol, de mi tristeza
y muestra en las paredes de un antro tu sonrisa,
las palabras de antaño que vuelven a la calle
y buscan un poema de amor entre la niebla,
la impronta de tu rostro en un papel mojado.
***
Ya no puedo tener la luz de tus columnas,
las ansias de vivir
en la huerta tapiada que destila su muerte,
la magia de tus piernas en mis manos,
el dulzor de sentir tu túnica sedienta
que vela en el milagro fervoroso del Puente
donde mustios padecen
los clavos de mis noches, la herida de los himnos
que ven correr las nubes que no vuelven al aire.
Regresa a tu retrato la cueva de los tiempos,
la sangre del poeta
que recogió tu abrigo en las Puertas del Campo,
en el levante denso que azota las murallas,
en la tierra del dique que aprisionó tu huella
y el ramo de la aurora de un perdedor sin luna
que te sigue llamando desde la lejanía.
Los labios de un destino que nos tiende emboscadas
no saben desterrar
la llama del olvido que atraviesa la plaza
que nunca desvelamos en su fuente y sus flores
y hiela mi memoria entre los matorrales
que esparciste en aceras y en mi alma.
Se adentran en la isla los ecos de los pasos,
los folios afligidos que imprimen nuestros besos,
cubren las azucenas la mueca apasionada
de un instante de luz que se quedó dormido,
hiere la soledad en el foso angustiado
el llanto de la noche que hierve en tus tinieblas.
Tu mirada que sueña en un árbol vencido,
en la hiedra que cubre la Escuela de Comercio
va subiendo la cuesta de las hojas caídas
y no quiere enterrar
un verso amortajado de Dylan que desgarra
las venas de la calle, el sol y mi recuerdo,
y muestra en las paredes de un antro tu sonrisa,
las palabras de antaño que nunca se han movido
y buscan un poema de amor entre la niebla,
la impronta de tu rostro en un papel mojado.
1
Regresa a tu retrato la caverna del tiempo,
1
Ya no puedo tener la luz de tus columnas,
las ansias de vivir
en la huerta tapiada que mueve los recuerdos
de una niña asustada que persigue sus pasos,
de una niña asustada que persigue sus pasos,
la magia de mi orgullo en tus caderas,
el dulzor de sentir tu túnica caída
velando en el prodigio fervoroso del Puente
donde padecen mustios
los clavos de mis noches que tu espejo refleja,
la herida de los salmos
los clavos de mis noches que tu espejo refleja,
la herida de los salmos
que ven correr la nube que no vuelve a tu cielo.
2
2
Regresa a tu retrato la caverna del tiempo,
la sangre del poeta que recogió tu abrigo
en las Puertas del Campo,
en las Puertas del Campo,
en el levante denso que azota las murallas
y muestra los destrozos de mis viejos naufragios,
y muestra los destrozos de mis viejos naufragios,
en la tierra del mar y de los espigones
que aprisionan la huella de tu aliento
que no puedo arrancar de mi alma peregrina.
Resiste en mi dolor
que aprisionan la huella de tu aliento
que no puedo arrancar de mi alma peregrina.
Resiste en mi dolor
el ramo de la aurora esparcido en tu rostro,
el bosque de silencio de un perdedor oscuro
el bosque de silencio de un perdedor oscuro
que te sigue alumbrando
desde la lejanía escabrosa del miedo
donde llora el ciprés negro de mi esperanza.
3
desde la lejanía escabrosa del miedo
donde llora el ciprés negro de mi esperanza.
3
Los labios de un destino que nos tiende emboscadas
no saben desterrar
la llama del olvido que atraviesa la plaza
que nunca desvelamos en su antiguo esplendor
y fluye entre las fuentes,
escondida en las horas permanece desierta
y fluye entre las fuentes,
escondida en las horas permanece desierta
helando mi memoria entre los matorrales
que esparciste en la acera y en los cables.
Se adentran en la isla los ecos de los pasos,
los folios afligidos que imprimen nuestros besos,
cubren las azucenas la mueca apasionada
de un instante de luz que se quedó en el aire
y llega a tus rodillas postradas en la arena.
y llega a tus rodillas postradas en la arena.
Hiere la soledad la barca del silencio
en el foso angustiado que perdió tu sonrisa
y empuja hacia tu muro
en el foso angustiado que perdió tu sonrisa
y empuja hacia tu muro
el llanto de la noche que hierve en las tinieblas.
4
4
Tu mirada que sueña en un árbol vencido,
en la hiedra que cubre la Escuela de Comercio
va subiendo la cuesta de las hojas caídas
y no quiere enterrar
un verso amortajado que desgarra
las venas de la calle, del sol, de mi tristeza
y muestra en las paredes de un antro tu sonrisa,
las palabras de antaño que vuelven a la playa
y buscan un poema de amor entre la niebla,
la impronta de tu rostro en un cuaderno
frágil y humedecido
que se queda en tus ojos y se pierde en tus manos.
***
2
Regresa a tu retrato la caverna del tiempo,
Resiste en mi dolor
3
4
frágil y humedecido
que se queda en tus ojos y se pierde en tus manos.
***
1
Ya no puedo tener la luz de tus columnas,
las ansias de vivir
en la huerta tapiada que mueve los recuerdos
de una niña asustada que persigue sus pasos,
la magia de mi orgullo en tus caderas,
el dulzor de sentir tu túnica caída
velando en el prodigio fervoroso del Puente
donde padecen mustios
los clavos de mis noches que tu espejo refleja,
la herida de los salmos
que ven correr la nube que no vuelve a tu cielo.
2
Regresa a tu retrato la caverna del tiempo,
la sangre del poeta que recogió tu abrigo
en las Puertas del Campo,
en el levante denso que azota las murallas
y muestra los destrozos de mis viejos naufragios,
en la tierra del mar y de los espigones
que aprisionan la huella de tu aliento
que no puedo arrancar de mi alma peregrina.
Resiste en mi dolor
el ramo de la aurora esparcido en tu rostro,
el bosque de silencio de un perdedor oscuro
que te sigue alumbrando
desde la lejanía escabrosa del miedo
donde llora el ciprés negro de mi esperanza.
3
Los labios de un destino que nos tiende emboscadas
no saben desterrar
la llama del olvido que atraviesa la plaza
que nunca desvelamos en su antiguo esplendor
y fluye entre las fuentes,
escondida en las horas permanece desierta
helando mi memoria entre los matorrales
que esparciste en la acera y en los cables.
Se adentran en la isla los ecos de los pasos,
los folios afligidos que imprimen nuestros besos,
cubren las azucenas la mueca apasionada
de un instante de luz que se quedó en el aire
y llega a tus rodillas postradas en la arena.
Hiere la soledad la barca del silencio
en el foso angustiado que perdió tu sonrisa
y empuja hacia tu muro
el llanto de la noche que hierve en las tinieblas.
4
Tus anhelos que sueñan en un árbol vencido,
en la hiedra que cubre la Escuela de Comercio
van subiendo la cuesta de las hojas perdidas
y no quiero enterrar
un beso amortajado que desgarra
las venas de la calle, el mar en mi tristeza
y muestra en las paredes de un antro tu sonrisa,
las palabras de antaño que mueren en a la playa
escribiendo un poema de amor entre la niebla,
la impronta de tu rostro en un cuaderno
frágil y humedecido
que se queda en tus ojos y pierde tu mirada.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.