domingo, 12 de mayo de 2019

Vuelvo a los bancos de piedra - 21 de marzo - V

1

Vuelvo al tiempo del árbol, la luz y de los besos 
tibios y acorralados por las frases extrañas, 
de los sueños erguidos 
que ya no nos esperan en el parque de plata,
al Campillo sin llave 
que abrió nuestro sentido al fuego de tu espalda,
al Alfonso Murube derrotado y vacío,
al laurel de la India que no pierde sus ramas
y extiende su figura sobre nuestra memoria
y los bancos de piedra que ya no tienen alma
ni recogen la firma nerviosa de tu mano 
pergeñando la rima honda de una asonancia.

 Vuelvo a los recorridos de tu voz en tu esquina
como si te gritara 
que te quise en el aire y en la rosa,
en la terraza gris de las murallas 
y en el pequeño foso que agita la tormenta
que enredó las espinas y tu silencio guarda
en la sombra del faro que navega cautivo
en el velo del mar que atravesaba 
la pulpa de los tilos del paseo que vibra
al percibir tu ausencia en un rincón del agua.

2

Regreso a las entrañas confusas del pasado,
a la acera desierta en donde te esperaba
como si fueras verbo en la lengua del mar 
que se adentra en el llanto de las ninfas varadas
y arrastra su agonía por la arena
como una prima donna que ha perdido la gracia,
ha perdido las cuerdas y no puede cantar
y horada con los ojos su amargura en la nada,
en el camino roto por el viento y las olas
donde la luna araña 
tu falda de silencio sobre el lecho de tierra
que convierte sus brazos en una encrucijada
de caricias perdidas
que nunca se han movido de mi boca angustiada
que te llama en las flores, riega mi soledad,
atraviesa los barcos huecos de la ensenada.




1

Vuelvo al tiempo del árbol, de la luz y los besos 
tibios y acorralados por las frases extrañas, 
de los sueños erguidos 
que ya no nos esperan en el parque de plata,
al Campillo sin llave 
que abrió nuestro sentido al fuego de tu espalda,
al Alfonso Murube derrotado y vacío,
al laurel de la India que no pierde sus ramas
y extiende su figura sobre nuestra memoria
y los bancos de piedra que ya no tienen alma
ni recogen la firma nerviosa de tu mano 
pergeñando la rima honda de una asonancia.

 Vuelvo a los recorridos de tu voz en la esquina
como si te gritara 
que te quise en el aire y en la rosa,
en la terraza gris de las murallas, 
en el pequeño foso que agita la tormenta
y enredó las espinas que tu silencio guarda
en la sombra del faro que navega cautivo
en el velo del mar que atravesaba 
la pulpa de los tilos del paseo que tiembla
cuando toca tu ausencia en un rincón del agua.

2

Regreso a las entrañas confusas del pasado,
a la acera desierta en donde te esperaba
como si fueras verbo en la lengua del mar 
que se adentra en el llanto de las ninfas varadas
y arrastra su agonía por la arena
como una prima donna que ha perdido la gracia,
no sostiene las cuerdas y no recuerda el canto
y horada con los ojos su amargura en el alba,
en el camino roto por el viento y las olas
donde la luna araña 
tu falda de silencio sobre el lecho de tierra
que convierte sus labios en una encrucijada
de caricias perdidas
que nunca se han movido de mi boca angustiada;
te llaman en las flores, riegan mi soledad,
atraviesan los barcos huecos de la ensenada.



1

Vuelvo al tiempo del árbol y de la luz,
de la canción que impregna tus ojos de nostalgia, 
a los hombres tan solos de las Puertas del Campo
que siguen persiguiendo la cruz en la mirada
y mueren en la tarde
de los besos heridos que nublan tus palabras
y marcan el sendero
tibio y acorralado de las lenguas extrañas 
que talan el aliento de los sueños erguidos 
que ya no nos esperan en el parque de plata
ni recogen la cita de los labios inquietos
que tocan anhelantes un aire de guitarra.

2

Los arbustos recuerdo del Campillo sin puertas 
que abrió nuestras caricias,  la brisa de tu falda,
del Alfonso Murube que recoge el cuero
derrotado y vacío del fondo de las gradas
y sus héroes mustios apuntando a la muerte,
del laurel de la India que no pierde sus ramas
y extiende su figura sobre nuestra memoria
y los bancos de piedra que ya no tienen alma
ni despiertan la firma nerviosa de tu mano 
pergeñando la huella honda de una asonancia.

3

 Vuelvo a los recorridos de tu voz en la esquina
como si te gritara 
que te quise en el aire 
y en la rosa secreta en tu libro asentada
con un manto de espinas que cubría tu rostro
en la terraza gris de las murallas, 
en el pequeño foso que agita la tormenta
y enredó los arbustos que tu silencio guarda
en la sombra del faro que navega cautivo
en el velo del mar que atravesaba 
la pulpa de los tilos del paseo que tiembla
cuando toca tu ausencia en un rincón del agua.

2

Regreso a las entrañas confusas del pasado,
a la acera desierta en donde te esperaba
como si fueras verbo en la lengua del mar 
que se adentra en el llanto de las ninfas varadas
y arrastra su agonía por la arena
como una prima donna que ha perdido la gracia,
no sostiene las cuerdas y no recuerda el canto
y horada con los ojos su amargura en el alba,
en el camino roto por el viento y las olas
donde la luna araña 
tu falda de silencio sobre el lecho de tierra
que convierte sus labios en una encrucijada
de caricias perdidas
que nunca se han movido de mi boca angustiada;
te llaman en las flores, riegan mi soledad,
atraviesan los barcos huecos de la ensenada.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.