Somos
cartas sin norte esparcidas en el viento,
islas
sin recuerdos en un archipiélago aislado,
una
rosa sin pétalos en el jarrón del olvido,
un
grito en las tinieblas,
somos
la mirada abstracta de un sueño que no ha nacido,
el
despertar de un monstruo inocente que muere
entre
las pesadillas del hombre de la calle.
Ya
conozco los latidos de estos tiempos modernos,
ya
he bebido la sed de un amor que no brilla ni se apaga,
se
derrumbaron los muros, me dijiste,
pero
sigue la barrera entre tú y yo cuando hablamos del silencio,
de
las incomunicaciones telemáticas,
de
tu tarjeta sin firma que se pierde en nuestra nube.
Somos
la arena violenta que golpea en el rostro
de
un niño dormido para siempre en la playa,
aquellos
que no escuchan a los muertos
que
vagan en los periódicos,
llegamos siempre tarde al último combate
y sostenemos sonriendo el hacha al verdugo.
Teniendo en cuenta que,
tanto tú como yo, somos impredecibles a la hora de evaluar qué nos
ha llamado la atención en un comentario para enfilar una respuesta,
reconozco que nunca podré saber lo que dijiste. Supongo que
consideraste que no era lo que querías.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.