A Dolores, con cariño.
Cuando
persigues el éxtasis, sin saber las razones, debes asumir que vas a enfrentarte
con el tormento. Es como morir sin estar viviendo, pero al final verás la luz
cuando te quedes sin el oscuro ramo que mecen, en los ocasos, los cabellos caídos de la esperanza.
(Conversaciones con Laura -
16 de mayo de 2019
*** *** ***
Anochece en mi rostro cuando pasa la muchacha
de ayer
que apenas sonreía,
que enviaba pétalos a los claveles
de ayer
que apenas sonreía,
que enviaba pétalos a los claveles
del mañana
enclavados en una estatua que guarda una sonrisa
a pesar de los fusiles, el mostaza y las cadenas
que no pueden llevarse el altar de los santos
descreídos.
Y en las esquinas
me habla la muerte en una lengua que no entiendo,
enclavados en una estatua que guarda una sonrisa
a pesar de los fusiles, el mostaza y las cadenas
que no pueden llevarse el altar de los santos
descreídos.
Y en las esquinas
me habla la muerte en una lengua que no entiendo,
unos barcos de guerra
que airean la soledad de las banderas rojas
y amarillas
en la cumbre del fracaso de estos tiempos
consumidos
en el vacío de unas redes pretenciosas y nepotistas
cuando vuelvo a la calle
adonde no pueden llegar las ondas
que lloran en el Tobogán de la FM
en cuyo ocaso Juan Carlos Narváez
se arriesgaba a perder lo que no fue en el pasado
para seguir en su escotilla de música sentida
convertido en Spinoza que pensaba
entre los verdes semáforos de Giordano
que cambiaban el rumbo y el calor de los motores
desenfrenados,
el sexo de las mariposas
que se perdieron en tu espejo de la luna desangrada.
que airean la soledad de las banderas rojas
y amarillas
en la cumbre del fracaso de estos tiempos
consumidos
en el vacío de unas redes pretenciosas y nepotistas
cuando vuelvo a la calle
adonde no pueden llegar las ondas
que lloran en el Tobogán de la FM
en cuyo ocaso Juan Carlos Narváez
se arriesgaba a perder lo que no fue en el pasado
para seguir en su escotilla de música sentida
convertido en Spinoza que pensaba
entre los verdes semáforos de Giordano
que cambiaban el rumbo y el calor de los motores
desenfrenados,
el sexo de las mariposas
que se perdieron en tu espejo de la luna desangrada.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.