domingo, 12 de mayo de 2019

El rumor del puerto - 1 de marzo


Estuve en la oscuridad mucho tiempo, 
no puedes pedirme ahora que me asome
y mire por la ventana, 
que desee volver a la herida 
luminosa de tus mares,
a las velas encendidas de mi naufragio ansiado.

Salgamos por la noche; busquemos lo perdido
en el rumor del puerto,
en la soledad de la taberna cuando la música se apaga,
pensemos en la niebla que azotaba la escollera
cuando me amaste sin saberlo
ese agosto que encallaron tus encantos
en mi cálida lujuria, en mi alma peregrina.

La voz de las farolas ya no podrá dañarme,
pensaré que tuve el resplandor 
de tu recuerdo ardiente en una esquina,
el silencio de tu piel mortificando mis labios
cuando podía mirarte en el zaguán de los deseos
con la esperanza firme
de que todos tus pensamientos me buscaran
y las nubes me empujaran siempre a tu vestido.

Ahora vuelven los vientos al llano escarpado
que emite tu latido más denso  y entrañable,
a la verbena desgajada que recoge el pergamino
de los mensajes mecidos por las olas,
de los acantilados donde el mar busca la muerte
y no encuentro las alas de tus brazos en cruz,
no se ha tejido un manto 
para cubrir la capilla desangrada de tu culto,
para entregarte las manos que acariciaron tus copas.

Estuve en la oscuridad mucho tiempo, 
no puedes pedirme ahora que me asome
y sienta las calles con una rosa en la mirada, 
que desee volver a la niebla 
luminosa de tus mares,
a las velas encendidas de un desastre anunciado.

Salgamos por la noche; busquemos lo perdido
en el rumor del puerto,
en la soledad de la taberna cuando la música se apaga,
pensemos en la espuma que azotaba la escollera
cuando me amaste sin saberlo
ese agosto que encallaron tus encantos
en la cálida lujuria de mi alma atormentada.

La voz de las farolas ya no podrá dañarme,
pensaré que tuve el resplandor 
de tu vestido ardiente en una esquina,
el silencio de tu piel mortificando mis labios
cuando podía mirarte en el zaguán de los deseos
con la esperanza firme
de que tus pensamientos me buscaran
y las nubes me empujaran hacia el encaje de tus medias.

Ahora vuelven los vientos al llano escarpado
que emite tu latido más denso  y entrañable,
a la verbena desgajada de tu barrio
que recoge el pergamino
de tu mensaje ahogado por las olas y por el llanto
de los acantilados donde el mar busca la muerte
y no encuentro la cruz de tus brazos en el camino,
no se ha tejido un manto de recuerdos
para cubrir la capilla desangrada de tu culto,
para entregarte las manos que acariciaron tus copas.




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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.