Estuve en la
oscuridad mucho tiempo,
no puedes
pedirme ahora que me asome
y mire por la ventana,
y mire por la ventana,
que desee
volver a la herida
luminosa de
tus mares,
a las velas
encendidas de mi naufragio ansiado.
Salgamos por
la noche; busquemos lo perdido
en el rumor
del puerto,
en la soledad
de la taberna cuando la música se apaga,
pensemos en
la niebla que azotaba la escollera
cuando me
amaste sin saberlo
ese agosto
que encallaron tus encantos
en mi cálida
lujuria, en mi alma peregrina.
La voz de las
farolas ya no podrá dañarme,
pensaré que
tuve el resplandor
de tu
recuerdo ardiente en una esquina,
el silencio
de tu piel mortificando mis labios
cuando podía
mirarte en el zaguán de los deseos
con la
esperanza firme
de que todos
tus pensamientos me buscaran
y las nubes
me empujaran siempre a tu vestido.
Ahora vuelven
los vientos al llano escarpado
que emite tu
latido más denso y entrañable,
a la verbena
desgajada que recoge el pergamino
de los
mensajes mecidos por las olas,
de los
acantilados donde el mar busca la muerte
y no
encuentro las alas de tus brazos en cruz,
no se ha
tejido un manto
para cubrir
la capilla desangrada de tu culto,
para entregarte las manos que acariciaron tus
copas.
Estuve en la
oscuridad mucho tiempo,
no puedes
pedirme ahora que me asome
y sienta las calles con una rosa en la mirada,
y sienta las calles con una rosa en la mirada,
que desee
volver a la niebla
luminosa de
tus mares,
a las velas
encendidas de un desastre anunciado.
Salgamos por
la noche; busquemos lo perdido
en el rumor
del puerto,
en la soledad
de la taberna cuando la música se apaga,
pensemos en
la espuma que azotaba la escollera
cuando me
amaste sin saberlo
ese agosto
que encallaron tus encantos
en la cálida
lujuria de mi alma atormentada.
La voz de las
farolas ya no podrá dañarme,
pensaré que
tuve el resplandor
de tu
vestido ardiente en una esquina,
el silencio
de tu piel mortificando mis labios
cuando podía
mirarte en el zaguán de los deseos
con la
esperanza firme
de que tus pensamientos me buscaran
y las nubes
me empujaran hacia el encaje de tus medias.
Ahora vuelven
los vientos al llano escarpado
que emite tu
latido más denso y entrañable,
a la verbena
desgajada de tu barrio
que recoge el pergamino
que recoge el pergamino
de tu
mensaje ahogado por las olas y por el llanto
de los
acantilados donde el mar busca la muerte
y no
encuentro la cruz de tus brazos en el camino,
no se ha
tejido un manto de recuerdos
para cubrir
la capilla desangrada de tu culto,
para entregarte las manos que acariciaron tus
copas.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.