domingo, 12 de mayo de 2019

Los tordos - 8 de marzo

Una cosa es renacer
y otra vivir con la muerte
para no quererla ver.
(Emilio Prados - Soledad)

Ahora sé que los árboles de la Quinta Avenida se arrodillan ante tus piernas, que las mariposas se encaprichan del silencio de tu pluma ahogada en la resaca, que Nueva York es un sueño que nunca duerme, que nunca abre sus venas a los perdidos, te llamaré cuando la luna recoja los latidos de las farolas que suspiran por ti . 
 

Te llamará el lamento de los tordos oscuros
que muerden el ocaso mustio de la frontera
y extienden sus cortinas
nublando el cementerio pálido de los montes
cuando ya no me quieras 
y olvides el silencio que siempre te ha llamado.

Te asaltarán las lágrimas vencidas de la alcoba,
de los retratos graves y las sordas esquinas
de los muelles brumosos que vieron los adioses
,
Dormirá en los escombros de los Palos siniestros
una promesa verde 
guardada en un pañuelo con los ojos velados
que surquen la mezquita recostada en la luna
que cruza los Rosales temblorosos
y no mira la infancia que retoza en las charcos,
en el arroyo negro,
duerme en la madriguera de los muros,
en la cárcel que eleva una plegaria
que atraviesa las nubes
y vibra en los escombros que surcan tu tejado, 
desatan tus quimeras 
cantan en los ventanales cerrados de las sombras,
 ajustan tu jersey  en la rasgos de un lunes
y escuchan el rumor que agoniza en las cañas.

Te buscará la huella 
que cruza la palabra que tuviste en las manos
y se adueña del aire
que muere en el destino de los pobres
y no pierde su aurora como un jardín sombrío
que espera un claro día
en el patio sagrado de una ninfa afligida
con el rostro exiliado en los labios de sangre.

Veo pasar el vals que perdió sus anhelos

en tu falda teñida de lúbrica azucena
y mortifica el aire, la huella de mi olvido,
despierta en tu mirada,
en tu sonrisa fresca, intacta y dolorida
que no vuelve a la escuela rodeada de sauces,
de clavos en las manos, 
en la cuesta del Morro que mantiene el aliento
de los cines tardíos que conservan tu aroma
y alumbran tu linterna
en los escaparates, en las rosas tempranas
que avivan los portales claros que conocimos,

Llevamos en las venas la cruz de una mirada,
las calles de Hadú que lloran tu alegría.

Te llamará el lamento de los tordos oscuros,
la tristeza que quiebra la luz de tu cintura
en un mito que canta en un valle sombrío
donde vagan penando
los árboles de piedra que guardan tu secreto
 en versos olvidados que perdieron las ramas
donde añoran los ojos
 un amor que no encuentra el requiebro ni el ritmo
de la copla que gime por la noche
ni el mar de los espejos que siempre te aguardaba
y en tu memoria siente la herida de la luna, 
 el soplo de la vida que muere en tus cristales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.