domingo, 12 de mayo de 2019

Los barcos - 26 de marzo - V

Es cierto que no vuelve lo que nunca pasó
y siempre se hace tarde cuando el alma se agrieta
y se va la esperanza
como una mariposa que atraviesa las nubes
de la mirada oscura que muere en la memoria
y no vuelve al balcón de la palabra eterna,
de la alcoba que tiembla en el aire que roza
el canto de tu manos
que hiere las caricias y en los vestigios mueve
la cortina tendida en los escaparates
con un verso extraviado que no tiene un poeta
que sienta tu latido en la espesura
y se enfrente a la noche más larga de tu ausencia,
al pétalo enclavado en tu bosque de sueños

Cubre la libertad las alas de tu vuelo,
las baldosas que muestran la sangre del camino,
el velo de una lágrima
con un himno callado que destierra
las velas de los palos que recogen el signo
de unos tiempos amados
con banderas perdidas que devoran el viento,
los lienzos y el retrato del pintor miserable
que muerde en las farolas la sombra de tu rostro
y firma con los surcos que le ha dejado el hambre
el rastro del olvido
en los acantilados profundos de tu espera,
en la luna de piedra que acoge tu desierto.

El amante que teje tu olvido en una sábana
despierta en una rosa que nunca tuvo aliento
con un gemido brusco, un tono desgarrado
que no se lleva el agua
y conoce la brisa amarga de los puertos
cuando vuelven los barcos que surcan el pasado
y nunca llegarán
al lazo de tu blusa tendido en la escollera,
a los puentes marchitos que sostienen tus brazos,
a las caricias ciegas y a los parques
donde yacen los lirios que llevaban tu huella,
las palabras que aroman de tus labios la herida
y los rojos claveles
que colmaron de salves los rezos de tu infancia,
la inmensidad del mar que cabe en un recuerdo
que aprisiona tu piel y mana en tus tormentas.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.