Nunca pude hablar de ese poema
que guardaste en tu aroma
entre la enredadera de tu patio
y el corazón de un recuerdo.
Las algas de tu playa se llevó
las palabras sedientas
que decían que te amaba
traspasando las horas y la muerte,
desafiando las garras de la ausencia.
Sus alas se extendían
por encima del vuelo del ave solitaria
que vaga en el paraje
aislado y ceniciento
de unos versos perdidos
que no encuentran las notas que recitan,
las palabras de amor que te decía;
eran la luz clavada en el milagro.
Ahora hundo en mi memoria el fulgor
de tus apuntes grises en la libreta de los lunes,
de tu último desvelo,
de tu prístina alborada
y escribo en las sombras un trazo enamorado
que lleva tu sonrisa
y un destello de luz que abraza tu mirada.
Ahora hundo en mi memoria el fulgor
y la fragancia,
de tus apuntes graves en la libreta de los lunes,
de las manos ansiosas que caían en las redes
de tu vuelo más triste
y canto
y canto
en la prístina alborada
que dibujaba las flores en tu piel
y entre los árboles que perdían una hoja
con tu dirección equivocada.
con tu dirección equivocada.
Escribo en las sombras un trazo enamorado
que no podrá alcanzar la soledad
de las colinas en tu cabello
aunque lleve en sus líneas tu sonrisa
y un destello de luz que abrace tu mirada.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.