The way young lovers do
(Van Morrison)
Hay algo que nos separa y algo que nos detiene
en esta noche desierta que ensombrece el viejo roble con sus ramas,
el miedo ahoga los gritos de tus últimos fracasos con los libros,
y piensas en la cara que pondrá tu padre
cuando le muestres la cartilla que delata tus robonas,
en este mundo cerrado que nos recuerdan los trenes que partieron
cuando se levantó la frontera,
cuando tú y yo vivíamos en un mundo
donde no se disfruta, donde no se padece,
con esos pasos lejanos y extraños que contienen nuestra respiración un instante,
con las canciones de Serrat en tus labios
siempre dolidos como si fueras
el gorrión que encontró Joan Manuel
en la carrera de San Bernardo,
con el sentimiento de amargura que imprimías a tu último reproche;
“Ya no eres como antes, no sonríes del mismo modo,
no miras hacia atrás cuando nos despedimos
para decirme adiós como si te doliera
y quedarte con mi última mirada”
y la vieja estación acoge nuestros besos,
con la locomotora oxidada que nos mira
como si fuéramos a llegar a ninguna parte.
Queda poco para que tengas que volver a casa,
recordaré, temblando en tu pecho, los latidos,
arrancaré una sonrisa de la fotografía que guardo en la mesita,
en la que estás tan seria
como cuando entras en la Escuela de Comercio,
escribiré tu nombre en la página del libro
donde encontré tu poema de Neruda,
lo dejaré en el cuarto donde duermo
que no tiene ventanas para que tiriten las estrellas,
para que busque tu rostro en el azul profundo
que se hunde en el oeste,
veré La balada de Cable Hoghe sin apenas sonreír,
sin apartar de la mente aquel reproche,
recordando que te miraba con una cierta tristeza
que se iba alargando
mientras te perdías en el portal que me apartaba de ti toda una noche.
Y la locomotora que algún día será querida
me recuerda las herrumbres en las que dejas mis sentimientos
cuando nos vamos apenas sin hablarnos de la vieja estación abandonada.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.