Alguna
vez leí en alguna parte que una publicación argentina especializada en música
popular había hecho una lista con los mejores álbumes cantados en castellano y
había colocado en primer lugar el de Serrat dedicado a Miguel Hernández.
No puedo sino aplaudirles a los que hicieron la elección por
el buen gusto que tuvieron y pienso que hay demasiadas razones por las que
mucha gente deba opinar así a pesar de que me gusten más el de Antonio
Machado del propio Joan Manuel y Mujeres de Silvio Rodríguez.
Serrat en su mejor momento, rodeado de colaboradores
excepcionales que se escondían en un inmerecido anonimato, la elección de
poemas imprescindibles y otros que, no siéndolo, cobran en su voz y en su
entrega, llena de respeto y veneración hacia el poeta de Orihuela, esa calidad.
Tenemos la suerte de contar con un hombre que nació para
ponerle música a la poesía e interpretarla, se llama Paco Ibáñez y tiene obras sublimes como las dedicadas a Lorca y Góngora, en su primer disco, o el soberbio homenaje a Brassens, pero Serrat
en los dos discos que he mencionado nos hizo alcanzar unas cumbres de las que
aún no nos hemos bajado. Llegará un día, distinto al que tenemos, en el que los pondrán en los colegios, en el que los niños cantarán poemas en la calle y hablen de Lorca como si fuera el amigo del viento del Oeste.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.