19 de septiembre de 2018
Todas las decepciones
caben en una lágrima. La vulgaridad unifica, el amor sigue buscando
agónicamente su camino en las encrucijadas, pero los edificios interrumpen su
paso en la ciudad que ha perdido el culto al arte que nos ayudaba a morir de
pie cuando solo quedaba el orgullo, ya no lloramos por un pájaro muerto, ya no
soñamos con un gran amor, el tiempo nos ha quitado las maletas de la mano
y la identidad del bolsillo de la camisa. Hay un silencio de sombras en el sol
ardiente del verano y no llega el tren de la tarde que sale cada mañana.
Adoramos a un dios implacable que nos amarra a nuestro deseo de poseer lo
inaprensible, a una forma de vida donde se apaga la música mientras la escriben
los locos en el muro de cera de una fábrica de ladrillos. Este que nos contempla con una
sonrisa cínica es un dios más tiránico, más severo que el de siempre, porque,
sin duda, existe, lo veo en los ojos de la gente que me cruzo mientras voy a
una calle cuyo nombre se me perdió en el camino, en la lengua que no se pregunta, siquiera,
sobre el sexo de los ángeles.
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Desconozco a quien le
dedicó Brel esta canción, quizás se refería a su amigo Georges Pasquier que lloraba
mientras perdía su batalla contra la muerte.
Brel sobreviviría por poco a Jojo,
tendría tiempo de publicar su último disco, el mítico Les Marquises, entre sus
joyas siempre me han llegado muy hondo, soy un sentimental, esta canción, la
ruptura de Orly y la estremecedora elegía con aires del sur de Italia que le
dedicó a Jojo, precisamente. Cuando habla el sentimiento y se
arrinconan los artificios.
Y que fué de JoJo??
ResponderEliminarJojo murió en septiembre de 1974, cuatro años antes que Brel. La canción fue la más difícil de terminar que tuvo Brel en toda su vida y cambió de título en un último momento, hasta entonces la titulaba "Six pieds sous terre" (Algo así como "Dos metros bajo tierra") y la tuvo lista al fin poco antes de publicar el disco "Les Marquises".
EliminarGracias por tu interés.
Un saludo.
Para mí esta reflexión golpea y si la leés haciendo sonar la música, golpe doble, como que se acompañan mutuamente.
ResponderEliminarMe llegó hondo.
Un abrazo grande!!
No deja de sorprenderme la soledad en la que Brel vive hoy en nuestro ámbito cultural, Simón,ni siquiera ya se le identifica cuando suena el "Ne me quitte pas". Su enorme talento le hace vulnerable ante una sociedad que no quiere entrar en la hondura de una declaración de amor, ni en la denuncia de la perversión aceptada de las buenas costumbres o la inconsistencia ideológica de los hombres. Esta canción no la interpretó nunca en un escenario, carecemos de una muestra de la faceta en la que Brel desarrollaba la máxima expresión de artista comprometido con la vida y con su tiempo que, la verdad sea dicha, no difiere mucho del nuestro. Pero su verdad es tan profunda y tan intensa aun en sus equivocaciones, tan emocionante y ardiente el estoicismo de quien vislumbra una derrota definitiva que podemos sentirnos exultantes con aquello que se gestó en el alejamiento de los focos. Además no es una canción que se amolde al histrionismo apasionado del cantante. Si tuviera que quedarme con una sola canción de Brel lo haría con ésta.
EliminarGracis, Simón, sinceramente.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSer demócrata, europeo o poeta no está mal visto en estos días, es algo que, simplemente, no se percibe. Conozco a muy pocas personas que, aparte de su canción fetiche, haya escuchado a Brel. Lo comprendo; no es fácil escuchar a quien nos habla de nuestras limitaciones, es más agradecido llenar nuestras agendas con nombres rarísimos que no sabemos de qué nos hablan y cuando lo hacemos presentimos la inanidad de sus intenciones, su escasa implicación con los problemas reales.
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