lunes, 2 de enero de 2017

Jacques Brel - L'enfance.

       


       Unos pantalones cortos para el viejo Peter Pan.
                                                      (Joaquín Sabina)

     Hace unos doce años escribí un poema en el que afirmaba rotundamente que Nunca Jamás había muerto. Lo hacía con la amargura de quien reconoce una derrota y para darle más dramatismo lo hice en mi inglés, tan lamentable como el de un muchacho que termina su bachillerato en nuestro sistema educativo. 

       Hice todo lo que pude para escaparme de mí mismo al llegar a la edad adulta, Jacques Brel no era ajeno a todo esto, sí, también yo creo que los adultos son desertores que le vuelven la espalda a la infancia. Quise vivir a la mujer que amo y que me viviera y no presté oído al dicho de que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones, aunque no lo pensaba ni lo creía actuaba como si el talento redimiera de los pecados, excusara de las salidas de tono y llevara inexcusablemente al triunfo. Comprendí hace mucho que no, no es así, pero ha costado demasiado que lo sintiera y reconocer que hay rosas que solo tienen espinas. Tuve todo aquello que hace falta para ser feliz y no supe verlo y me sentía desdichado, si hubiera sido un hombre al uso me habría dado cuenta de lo que tenía al percibir la envidia que provocaba en algunos que debían amarme, pero no, yo estaba en otra onda, supongo que persiguiendo al capitán Garfio y pidiéndole a Wendy que se vistiera como Campanilla. No hay nada más perverso que el rechazo al amor verdadero, sufres cada vez que lo piensas y lo único que redime un poco es pensar que eras sincero, es una aberración sentir que no te quiere aquella que te ama.

                                                                                      16 de noviembre de 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.