viernes, 6 de enero de 2017

Pequeña serenata diurna


      
       A Roberto, ahora, que definitivamente todo se ha perdido, sé que me lo agradecerá, lo hago con el corazón que tantas veces me abandona. Si hubo un día que no soportaba ni siquiera escuchar unos acordes de sus canciones era porque hubo un tiempo de amor que tuvo la melodía de esa brisa poética que dulcemente hiere y no se olvida nunca.


     Le tengo rabia a Silvio Rodríguez, escribe como Bécquer, toca la guitarra como un virtuoso que solo se dedica a ella como si fuera una amante licenciosa que siempre le pide más, canta con la cadencia desesperada de un ángel caído en el amor y en la fe, se concentra tanto cuando lo hace en directo que solo el alboroto que arman sus incondicionales nos recuerda que no asistimos. por la limpieza de la ejecución, a una grabación en estudio, además, si me apuran, en sus buenos tiempos, era hasta resultón con ese aire ensoñador de quien nunca se quita la máscara de artista de la calle.

       Seguiría hablando de esta maravillosa canción, aquí dicho con toda propiedad y quedándome  muy corto, pero la inspiración se me fue esta tarde y aún no ha vuelto. Esperaré, no quiero empañar ni un solo acorde, ni siquiera el verso menos afortunado.

      Para terminar diré que no comprendo el apego del gran Silvio a la supuesta revolución cubana. Me llevé una gran alegría cuando el gran Pablo nos dijo que había sido la gran mentira de su vida. Silvio sigue ahí alimentándose de sus cuentos y escuchando las grabaciones de los discursos infinitos de Fidel, algún defecto tenía que tener, acabó sordo como una carta de amor que no encontró unos labios y no lo sabía.

(6 de enero de 2014)

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.