lunes, 2 de enero de 2017

Le prochain amour

Mais mon amour

Mon doux mon tendre mon merveilleux amour

De l'aube claire jusqu'à la fin du jour

Je t'aime encore tu sais je t'aime.




    ¿Para qué quiero el dinero si el caviar ruso tiene un punto subido de sal, el iraní lleva velo y al Moët & Chandon no puedo contarle mis burbujas? ¿Para qué irme a la cama con una rubia explosiva que ni me miraría si no fuera por la aureola de mi fama?. Así pensaba Brel cuando decidió pasar la larga noche de Francia encadenando cigarrillos, tomando copas en compañía del mejor amigo que tuviera; su representante, secretario, confesor... Jojo.

       Aquel católico militante que se casó a edad temprana, no había embarazo de por medio, y que nunca rompería su matrimonio con Miche, escribió su canción más famosa para despedirse de su amante que estaba embarazada (1959). Es luminosa, pero no me gusta demasiado "Ne me quitte pas", Brel no parece Brel, más bien un sucedáneo bastante adulterado. No soporto el vídeo en el que la canta entre lágrimas, hace poco comprendí el por qué de tanta parafernalia; la escribe desde el punto de vista de su joven amante abandonada. Hasta el gran Jacques penó tocado por la tradición católica. Desde entonces la canción, además de buena, me parece convincente.

    Pero prefiero esta sencilla canción en la que se pregunta por el amor que vendrá con una ternura contenida, sabiendo que debe estar preparado para su próxima derrota; perder el norte, ser vencido no puede ser otra cosa que enamorarse para un misógino sentimental. Le prochain amour no es la mejor canción de amor de Brel, La chanson des vieux amants es intocable, tiene una jarcha en el estribillo que justificaría años de búsqueda en algunos poetas conocidos. Ahora debemos reflexionar con cierta cordura sobre la pertinencia del haiku; no hay un dramatismo más intenso y herido que una jarcha, ni un requiebro más grácil que una seguidilla.

      Si no puedo cambiar esta sonrisa por amor, lo tengo claro, perderé dinero haciendo de Don Quijote, haré películas ruinosas para recuperar el Far West si Ford y Peckinpah no se lo han quedado, me compraré un velero que me lleve hasta el alma errática de Gauguin.

... ... ...

      Hace apenas unos días descubrí con extrañeza que La canción de los viejos amantes no se la inspiró una experiencia propia, sino la de sus padres. El dueño o gerente de una fábrica de cartones llevaba una doble vida que acabó ante sus hijos empañando su imagen de esposo intachable, una amante fija provocó que su esposa, bastante más joven que él, acabara engañándole también. No hubo ruptura quizás por la confesión católica de los amantes o porque estaban amoldados el uno al otro en su estilo de vida pequeño burgués. Esta revelación no ha sido un obstáculo para que siga pensando que esta canción es el más hermoso testimonio de amor que dejó Brel.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.