En la España del tardofranquismo los butaneros y los curas se distinguían por su elevada descendencia, la gente perseguía a los pasos con la esperanza de poder alcanzar el cielo y a los poetas los ponían de espaldas en la pared cada vez que escribían un buen poema; ocurría rara vez, era tan difícil como buscarlo en el foro más transitado.
Brel era descreído pero rezaba todos los días al salir de casa porque, como explica en esta cancíón, ella vivía en la calle de la Virgen. También Francia quedó rendida al atractivo erótico de los hombres del gas y a la proclividad de los curas a rodearse de sobrinos, aunque de esto último no diga nada la canción.
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Ya sé que Brel, por estos pagos, en estos días, concita la misma atención que yo mismo, pero traerlo a este portal y constatar que nadie tiene algo que decir es una representación sin gracia de la injusticia cultural. Muchas veces la diferencia entre un gran cantante que se expresa en francés y otro que lo hace en español es que a uno no le entendemos aunque nos hable de costumbres de sobras conocidas y al otro le entendemos aunque no sepamos de qué nos está hablando. Todos seríamos devotos de una calle si en ella habita la mujer de nuestros deseos.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.