Con el olor de las flores
que pronto se apagará
yo sé que tendré miedo
una última vez.
Ya había dicho Brel en el moribundo que quería que se riera, que se cantara cuando se le metiera en el hoyo. Quizás porque la muerte se sentía lejos o porque no tenía vocación de ir a su encuentro prevalecía la ironía y un enternecimiento inconformista destinado a la derrota en un tema luctuoso, solo al final de la canción se permite ser consciente de la importancia de lo que habla; nunca volverá a estar rodeado por sus vestales ni podrá festejar la alegría de vivir con sus vecinos y con cualquiera que apareciera por allí. Como si no pudiera contener lo que piensa nos deja guiños rotundos de su anticlericalismo y su búsqueda agónica de un Dios distinto al que le mostraron de niño, negando a ese que descansa en las butacas de quienes no quieren que nunca cambie nada. Los rezos infantiles se habían convertido en piedras.
No podía olvidar mandarle un recordatorio mordaz a la clase social a la que pertenecía cuando Dios le miraba y él le sonreía. No necesitó que el tiempo rompiera las caretas del mes en que las flores son más hermosas para enviarles caramelos a aquellos muchachos desairados.
Defendemos alegremente el vuelo y dejamos que los pájaros mueran de tristeza.
Defendemos alegremente el vuelo y dejamos que los pájaros mueran de tristeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.