Sé que no podré llegar por mucho que lo intente y, sin
embargo, no hago más que intentarlo. Si fuera Bertolt Brecht diría, sin ironías
ni resentimiento, qué esto me enseñaron; apenas hay diferencia entre las buenas
y las malas costumbres, lo que singulariza su encanto o su condena es la
intención con la que se despliegan.
Esta canción, mítica incluso para
quienes no la conocen, se cantaba entre los alemanes que se plegaron al
nazismo sepultados por la vorágine de la exaltación del nacionalismo y los
evidentes logros económicos y también a los oxidados militares prusianos
que creían en la gloria, el honor y forjaban cruces de hierro, por un lado y
por el otro a los resistentes abandonados en la desesperación y el miedo, para
insuflarse ánimos en cada encuentro con la muerte. El ministro de Propaganda alemán, Joseph Goebbels acabó prohibiéndola
pero no pudo impedir que incluso en su propio bando se escuchara, pocas cosas hay más subversivas para los
que alimentan una leyenda siniestra sustentada en el odio, el culto purificador
de la violencia y una perversa discriminación hacia todo aquel que es diferente
que el ansia de amor universal.
Quizás no importe demasiado, en estos
días que los héroes homéricos han sido olvidados y al fuego permanente de su memoria
muerta oponemos el fulgor de un momento de los bellos monstruos asustados,
decir que Marlene Dietrich pertenecía a la estirpe de los artistas únicos que
no admiten comparación ni medida. Tenía un pacto con los hados de la pantalla,
algunas presencias suyas en películas no excedían sino un puñado de minutos y
eso bastaba para engrandecer una historia e impregnarla con el halo mistérico
de la clase, ese algo al que nos cuesta trabajo hallarle una definión, parecía que firmara los espejos como aquel pintor que se rebelaba
contra el olvido. También será recordada por aquellos que saben distinguir un
momento único simplemente porque cantó como nadie, no fue la primera, Lili
Marleen que sobrevivió como un monumento melancólico en la memoria colectiva de
un desastre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.