Solera, el grupo más exquisito de mediados de los setenta, tuvo una vida efímera pero dejó un ramillete de temas que se cuentan entre lo más florido del pop español puro. Solo cuentan con un álbum y una de las canciones más destacadas es Linda prima, típica historia de enamorada que desoye su corazón y cae en los brazos del interés y la posición social de un burgués entrado en años dejando a su amante presa de un cruel resentimiento, de una pertinaz incomprensión.
Desconozco las razones de la disolución del grupo porque no puede considerarse un fracaso este intento que aún hoy se recuerda entre lo más destacado del panorama musical español de su tiempo, aquel adolescente que fui se sabía varias canciones de memoria de escucharlas insistentemente por la radio. Dos de sus componentes formarían parte de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, el cuarteto por excelencia de nuestra música moderna, en el que vivirían una paradoja similar, un primer álbum esplendoroso y de cierto éxito y un largo silencio antes de volver a grabar, en este caso ya que en el otro no fue así, primero y último elepé y un sabor de boca delicioso.
Si tengo que elegir entre ambas formaciones me quedo con Solera, la recuerdo de mis días de radio y al cuarteto no y, además, tiene al menos otra canción de las inmortales; Las calles del viejo París, entre lo mejor que contamos para hablar de nuestro perfil romántico de 1974, suave y elegante hasta para hablarnos de las heridas, y una nostalgia del pasado y del amor en una ciudad que es más atractiva cuando la imaginamos en su leyenda artística que cuando nos plantamos allí. Pero eso es otra historia y no debemos acordarnos de la falta de educación y la prepotencia con la que se conducen muchos parisinos y no hace falta para ello que se esté disputando Roland Garros o la última etapa del Tour.
http://melopopmusic.blogspot.com.es/2010/05/solera-1970-1973.html
Desconozco las razones de la disolución del grupo porque no puede considerarse un fracaso este intento que aún hoy se recuerda entre lo más destacado del panorama musical español de su tiempo, aquel adolescente que fui se sabía varias canciones de memoria de escucharlas insistentemente por la radio. Dos de sus componentes formarían parte de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, el cuarteto por excelencia de nuestra música moderna, en el que vivirían una paradoja similar, un primer álbum esplendoroso y de cierto éxito y un largo silencio antes de volver a grabar, en este caso ya que en el otro no fue así, primero y último elepé y un sabor de boca delicioso.
Si tengo que elegir entre ambas formaciones me quedo con Solera, la recuerdo de mis días de radio y al cuarteto no y, además, tiene al menos otra canción de las inmortales; Las calles del viejo París, entre lo mejor que contamos para hablar de nuestro perfil romántico de 1974, suave y elegante hasta para hablarnos de las heridas, y una nostalgia del pasado y del amor en una ciudad que es más atractiva cuando la imaginamos en su leyenda artística que cuando nos plantamos allí. Pero eso es otra historia y no debemos acordarnos de la falta de educación y la prepotencia con la que se conducen muchos parisinos y no hace falta para ello que se esté disputando Roland Garros o la última etapa del Tour.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.