sábado, 3 de enero de 2015

El niño de las equis o el rey de los puntos.

            No sé si todo el mundo ha tenido tantos motes como he tenido yo. Esa vocación que tuvieron a nombrarme por un nombre (objeto o perífrasis torera), que no era el mío se resuelve  desde los primeros años de mi vida, recuerdo el primero de ellos, fue consecuencia de una caída terrible que padecí cuando mi buena Chimi, casi de la familia, no tuvo otra idea que llevarme a hombros para bajar a la playa de Azuara, tropezó en la pequeña bajada y salí disparado clavándome una lata abierta en la cabeza, fue una herida dulce y estuve a punto de morir de la misma forma que el más grande de nuestros pensadores.



     Pero sobreviví, para seguir escuchando como me decían carnizuelo por la forma de luna creciente que se me quedó como cicatriz antigua de puntos demoledores que aún conservo en la parte derecha de mi cabeza. Durante dos o tres años no fui Paquito para disgusto de mi madre. Pero he aquí que fue sustituido por el de Paguato, debido a la torpeza de mis movimientos y mi incapacidad manifiesta para coordinarlos, me disgustaba mucho este apelativo, no me sonaba bien, pero lo llevaba con estoicismo, de haber sabido aquellos lobos como me escocía cada vez que lo escuchaba hubieran redoblado su uso y hubieran hecho parecer que jugando a las bolas estaba yo solo pues no se escuchaba ningún otro nombre. 

    No soportaban mi castellano fluido y correcto, empezaron a pensar que era marica y yo con una dignidad que no sé de dónde me salía defendía a los niños que realmente lo eran aunque no lo parecían.
  

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.