Mi padre prefiere, por encima de todos, a Manolo Caracol, pero cuando canta flamenco, apostilla. Parece mentira que mi padre no sepa o no quiera saber que la España que surge de la posguerra era muy poco dada a la pureza, lo aflamencó todo y contaminó todo el flamenco.
Esa España de héroes trágicos o dramáticos salidos del vientre del atraso y el hambre se entregó a la copla y la salida que ofrecía para ver los males sociales en boca de otros, los que podían hacerlo sin molestar demasiado al Régimen. El flamenco para sobrevivir había de entregarse a un público que, para honduras, ya tenía sus propias penurias cotidianas y a la Concha Piquer hablando de la otra.
Aquí tenemos al Caracol en un romance, flamenco hasta la médula, sin punto de discusión. Desconozco que parentesco tenía la muchacha que baila alrededor de él, lleva la resignación de una novia cautiva, y otra canción que, a pesar de su origen bastardo, bueno no tanto que la cantan los gitanos del Sacromonte, dignificaba con su voz y el sentimiento que imprimía.
Genial por momentos, incluso en las equivocaciones, acercando el flamenco de siempre al sonido del piano, domina el aire y el tempus, lo arregla todo con su porte torero pasado de kilos pero con temperamento, arte y aguante, con el saber estar sobre cualquier escenario, sea el Palacio Real, el salón de su tablao o el patio de su casa.
Esa España de héroes trágicos o dramáticos salidos del vientre del atraso y el hambre se entregó a la copla y la salida que ofrecía para ver los males sociales en boca de otros, los que podían hacerlo sin molestar demasiado al Régimen. El flamenco para sobrevivir había de entregarse a un público que, para honduras, ya tenía sus propias penurias cotidianas y a la Concha Piquer hablando de la otra.
Aquí tenemos al Caracol en un romance, flamenco hasta la médula, sin punto de discusión. Desconozco que parentesco tenía la muchacha que baila alrededor de él, lleva la resignación de una novia cautiva, y otra canción que, a pesar de su origen bastardo, bueno no tanto que la cantan los gitanos del Sacromonte, dignificaba con su voz y el sentimiento que imprimía.
Genial por momentos, incluso en las equivocaciones, acercando el flamenco de siempre al sonido del piano, domina el aire y el tempus, lo arregla todo con su porte torero pasado de kilos pero con temperamento, arte y aguante, con el saber estar sobre cualquier escenario, sea el Palacio Real, el salón de su tablao o el patio de su casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.