Para beber la huella de tu rostro
y arrebatarle al aire su fragancia
quise desperezarme
del terrible marasmo de la nada.
Entonces sueños, entonces golondrinas
cabrían en mi voz enamorada
y acercarían el vuelo a aquella tarde
cuando entre tristes árboles pasabas.
Serías tú misma el sueño y el amor,
serías la muerte cuando me mirabas.
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Me encanta el poema, ya lo había leído antes y vuelvo a leerlo si cabe con más gusto que entonces. Muy lírico y poético de principio a fin.
ResponderEliminarQuizás no deba añadir nada a lo que dices, Beatriz, tan solo darte las gracias.
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