jueves, 1 de enero de 2015

Hank Williams - No puedo evitar seguir enamorado de ti.

            Escuché por primera vez a Hank Williams en la banda sonora de la excelente "The last picture show" (La última película) de Bogdanovich. 



              No me quedé con su nombre pero me sentí impresionado por su llanto lastimero a flor de piel en cualquier rincón de la citada película, Peter sabía lo que se hacía para dar con el ambiente polvoriento y desolado para el pueblo en donde transcurría la acción de su relato.

             Luego vendría Dylan a decirnos que era el cantante al que más admiraba y un artículo en Le Monde en el que se narraba las circunstancias más trágicas que extrañas de su muerte. Lo encontró  dentro de su coche un chófer que había contratado el día anterior, quiso morir en la soledad a la que con tanta frecuencia cantaba.

            Aprovechó para ello que el chófer bajara del coche para repostar gasolina en una estación solitaria. El forense sin creer al chófer, que ya sabía la edad que tenía su patrón, estableció con una convicción firme que se trataba de un hombre de mediana edad cuando no había cumplido aún los 30. 




          Las drogas, especialmente el alcohol, acabaron con él, se relaciona su afición a ellas con el ansia compulsiva de calmar sus dolores crónicos de espalda a causa de un trastorno congénito en la columna vertebral. 

              Como otros grandes, su heterodoxia lo ha hecho pasto de los detractores más puritanos, por un lado y el icono del nuevo country para la admiración de sus devotos incondicionales, por otro. Me alineo con estos últimos, entre ellos está, ni más ni menos, que el mismísimo Dylan. Además Leonard Cohen lo situaba en la cima de la torre de la canción.           

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.