1
Ya no sé qué decirte,
he ahondado en mi duda y me veo como siempre,
como un novio amputado del tumulto y las flores
que no encuentra calor
en sus miembros perdidos,
como un tonto exiliado del amor y el deseo
que añora la fragancia de un verso fugitivo.
Ya no sé qué decir de tu perfil sin sombra;
esta lengua de fuego ha de esperar dormida.
He surcado tu herida con palabras que eran
confesiones que nunca
quise haber pronunciado.
Amparado en la noche,
creyendo que sus manos cubrían mi mirada,
te explicaba las causas de mi huida al vacío,
mientras esos milagros que quería invocarte
volvían al sepulcro del que nunca salieron.
Mi lecho, situado detrás de la frontera
aguardaba el dolor de mi cuerpo angustiado,
cuando el corto camino se hacía interminable.
Intuía que la vida debía ser de otra forma
que nunca conocí la calma del vencido.
Mientras nubes y rosas yacían en el oeste
no supe qué decir por despertar tu orgullo.
2
Si aún te
quiero es porque te recuerdo
antes del
paraíso
sin conocer tu
forma,
sin escuchar tu
voz entre las multitudes.
Antes que Dios
viniera
a esta ciudad
sin norte
que hizo rumbo
en la zozobra
te abracé en su
vientre dolorido,
te lloré en sus
rejas sin cancela.
Aún te amo, mi fiel
enemiga,
sin saber si es
el lunes o el recuerdo
quién me deja
este lastre
en la memoria.
Sin desterrar
los huertos, los ladridos
que sembraron
de miedo las orillas
de mi barrio
que no tenía tu amor,
y avivaron la
sombra de la muerte.
Pensando en esta
carga que me ahoga
y desborda la
fiebre en mi costado.
Resistiendo las
balas que salieron
de otras
lenguas que no hablan, que no sienten.
Acogiendo en mi
alma
tanta pólvora
dispersa
que no tenía
destino
y penetró
en mis heridas.
Si aún te amo
es porque, destrozado,
el amor se
resiste a abandonarme.
3
Mañana no seré yo,
será otro el verdadero.
(Miguel Hernández).
No
sabré ni llorar
al
recordar tus ojos
que
tenían el encanto,
la
brisa de la espera.
En
estas olas,
en estos pensamientos
en estos pensamientos
que
me llenan de ti
sin despertarme,
sin despertarme,
deteniendo
tu rostro
humedecido
humedecido
y
la palabra adiós
sin pronunciarse.
sin pronunciarse.
No
sabré ni llorar
para
que me recuerdes
en
la última brisa
que
inunde la Almadraba,
para
ser de tu pelo,
tus
uñas, tus vestidos.
para
ser el amante
que
se recuerda siempre.
Ya
sé que no te tengo.
Aunque
cada mañana
te
digas que eres mía.
¡No
soy a quién quisiste!
4
Si has de
dejarme
quiero que sea
en otoño,
que la lluvia y
el viento penetren en mi alcoba,
los eucaliptos
lloren quebrados por la noche,
vuelva la
soledad a la playa vacía.
Para que no me
mueva la luz de tu vestido,
ni el lento
respirar que arranqué de tu boca,
quiero que sea
la muerte
quien recoja
mis sueños y los lleve al ocaso
con el viento
que llora.
Quiero que sea
en otoño, quiero que sea en la muerte
donde brote el
dolor de cada pensamiento,
que la lluvia y
el viento se queden en mi frente
y que puedas
seguir ahondando en mis fracasos.
5
Quizás
prosiga triste por haber olvidado
su
sonrisa de invierno despejando la aurora,
sus
rosas derramadas en el viento de junio,
sus
manos que tuvieron la emoción de las horas.
Quizás
prosiga hablando de lugares perdidos,
de
sombras que perduran en un temblor sin alba,
de
rostros que pasaron bajo la luna errante,
de
amor que no fue amor pero me hiela el alma.
6
No puedo
detener el llanto de mi alma.
Mi pensamiento
lucha por mantenerme erguido,
pero me hunde
el cielo, el aire, las palabras.
Ya no puedo
cambiar las cosas que pasaron;
si te quise y
no supe sentir cómo me amabas.
Si me quisiste
sin fe,
si me llevaste
sin gracia.
Ya no puedo
anhelar las flores que murieron.
La muerte me
contempla, como una sombra ajada,
abrazado a la
rosa que ha quedado en tu pecho,
los tordos ya
no pasan por las nubes nimbadas
del invierno
que tiembla por nuestro amor dormido
y te sigo
queriendo como si me llamaras.
7
Acariciar
tu boca
abierta en
la mañana,
o sentir
que los perros
ladraban
otra muerte.
Cuando
quise besar
la luz de
tu sonrisa.
Salpicaba
otro barro
la voluntad
de amarte.
Ya no te
puedo ver
soñando por
las calles
cual
muchacha de blanco
del cuadro
que admirabas.
Tengo que
destrozar
islas que
naufragaron
para hallar
la salida
que nunca
me enseñaste
o volver a
las sombras
para
tenerte siempre.
Ya no queda
consuelo
para cubrir
la herida;
fuiste como
los otros,
rompiste mi
delirio.
Y ahora
sufro el embate
que tus
ojos me lanzan
como si no
pudieras
doblegar el
rencor.
8
Yo quería
cantar al amor,
desbordar
tu tristeza con brotes de alegría,
acordes
luminosos teñidos de pasión
que
llenaran tu rostro de luz y de armonía.
Yo quería
cantar al amor,
antes de
conocerte, sin saber que existías.
Dolor por
lo que fue y lo que no pasó,
voy
llorando en la noche la oscuridad del día.
9
19 de Noviembre
esas que se han llenado de noche esta mañana,
no aquellas encendidas por el calor de tus besos,
ni aquellas invocadas
en la última agonía
de aquélla que recuerdo[2].
Y esta oscura
mañana de planetas perdidos
que amenazan
mi pecho como una estalagmita
hace que te
pronuncie
como estrella
que brilla y busca emociones
en el baúl de
mi alma.
Me han
llegado las hojas sin tallo del otoño,
me han llegado
los partes de tus viejas heridas
que ruedan
sin consuelo
en el raíl
mojado que llora entre la lluvia.
Sigue tu
primavera ardiendo en mi memoria,
en el Jardín
quedaron
nuestros
bancos de piedra,
nuestros
nombres grabados en el sauce que gime
sin alma ni
esperanza de encontrar tu sonrisa.
¡Ay, juventud
ligera que se llevó tu blusa
en sueños de
poeta perdido en la tristeza!
¡Ay, vestidor
del tiempo que me arrancó la falda
que cruzaba
las vías hondas de mi deseo!
Y están todos
los cielos, y están todas las calles
en el hueco
profundo de no encontrar tu huella
borrada por
las aguas que el tiempo se ha llevado,
sin rastro de
ti misma, hundida en el silencio.
Dios está llorando sobre las calles de Abyla,
esas que se han llenado de noche esta mañana.
(19/11/1999)
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.