Escribir sobre John Lennon, ahora que estamos tan lejos, fue como si me
dijera; voy a ponerme en el lugar del otro o algo así, y me asaltaran
sus dudas, sus cambios de humor entre las depresiones y las euforias,
sus debilidades, y se me descubrieran algunos huecos que nunca podría
llenar por más que el tiempo pasara y le acompañara el éxito.
Podemos, con cierta facilidad, reconocer a un genio, pero cuando
rastreamos en su vida, poniendo énfasis en sus primeros juegos, es casi
imposible que podamos llegar a comprender los resultados que llegan a
obtenerse de tantas frustraciones; su padre se ha ido a navegar, su
madre está centrada en encontrar un nuevo novio, su tía no quiere darle
cariño, la bondad del tío George está sometida a la disciplina que le
imponen y no acaba de exteriorizarse...
La vida, a veces, no nos permite ser mejor de lo que somos, la redención
para algunas personas puede llegar a través de una relación confesional
con el arte, en la inefabilidad de este surge con sinceridad quien
hubiéramos querido ser. Cuando hablo de Lennon tengo que ir separando a
la persona que todos hubiéramos querido conocer de aquella a la que no
hubiéramos querido encontrarnos en el camino. Fue generoso hasta el
punto de desdeñar su esfuerzo en algunas canciones que otros hubieran
deseado firmar. Hay en todo esto tanto fariseo que se ahoga en las
alturas de su humildad.
Una de las mejores canciones de los Beatles, el grito de un muchacho inseguro, inmaduro y sincero que se encierra en el recuerdo de una ciudad, en el rumor de un río y de los problemas laborales, porque tiene miedo mientras todo el mundo le aplaude. Creo que a partir de estas premisas y una reconciliación con el recuerdo nacería la que más me llega entre todas sus canciones. La huella de los lugares, los amigos y la primera chica me dicen que también yo nací en una ciudad portuaria.
Mcartney era el más maduro de los Beatles, se dice que esta canción es un recuerdo activo y perdurable un mensaje a todos aquellos negros antes de romper las cadenas de la esclavitud.
La mejor aportación de Ringo tuvo que esperar al último disco, el fantástico Abbey Road. El jardín del pulpo es jocosa, agradable e irónica, los fans habríamos pensado que la había escrito Paul. El submarino amarillo y Obladí Obladá parecían decírnoslo a gritos.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.