viernes, 17 de febrero de 2023

En la soledad del amor y la muerte

 

 
I tell you what you want to ear
it depends on that I've been drinkin'
(Amy Winehouse – What it is)

Te diré lo que quieras escuchar,
depende de lo que haya bebido.
 

Es solo un sentimiento que penetra en la noche
donde encuentras un hueco
para tu corazón
inseguro y ardiente, perdido y desolado,
es tan solo un espejo que no quiere mirarte,
una luz que se extingue,
es tan solo el destino que espera en las cortinas
y atraviesa la calle de una ninfa innortada2,
y mientras en el aire
se expande el humo espeso de una larga tristeza,
de unos versos amados que llegan y se pierden
en la voz del poeta 
que sufre los delirios
turbios de la deriva que duele y arrincona,
y en una estancia mustia escribe para nadie.

La marea vendrá a llevarse los restos
del último jarrón que adorne tu mesita,
los fragmentos revueltos de un escritorio amargo,
el temible naufragio del licor en tus venas.

Es la muerte tan triste, se siente tanto miedo
que no puedes gritar, articular palabra,
escribir un deseo, pensar en el amor,
desterrar el sudario que te inunda en las sombras.
 

1En la soledad del amor y la muerte es una frase que pronunció el poeta galés Dylan Thomas.
2 Innortada es un localismo ceutí, en este caso significa desorientada.
 
  
 
 Cantaba siempre bien aunque fuera bajo el sol que intimida a los artistas, o más bien bajo las nubes, vamos a admitir que el alcohol pudo con ella algunas veces, siendo la más sonada la de su cita maldita con Belgrado. Aprendió a esa edad en que uno no sabe que está aprendiendo lo que hace que se afronte las dificultades con una envidiable naturalidad. Desconozco si pensaba en Billie Holiday cuando hablaba de la muerte predestinada de cada amor pero tenía importantes paralelismos con ella, algunos además escalofriantes entre drogas y hombres desalmados.

Estamos en un tiempo en el que los ayeres son siempre muy lejanos, ya lo advirtió Jim Morrison, atrapado para siempre en la bruma de París; "Los americanos no miramos el pasado". Amy Winehouse murió ayer y eso es mucho tiempo.
 
 
No sé cómo retomar esta relación interrumpida que mantuve con Amy Winehouse, soy de los que piensan que está situada, para siempre, en el mismo escalón que Billie Holiday, Cecilia o Patsy Cline, y no deja de sorprenderme la rapidez con que la gente que pasa la ha olvidado.
 
 
Gracias, Lunamar, por esta y tantas veces que has sido amable conmigo. Cuando conocí a Amy como cantante su final estaba cerca e intuí que me encontraba ante algo único. Sigo pensando lo mismo y que, supongo que sin que le importara mucho, se convirtió en un paradigma de la inconsistencia de un tiempo en el que parece que todos los ídolos están encadenados al reloj y a la voracidad del consumo.
 
 

 

    Quizás, Amy, se ponía en la cintura el legado de zapatos y el desencanto que le dejó, ex profeso para ella, Lady Day, quizás lloraba cada noche después de los conciertos por ser como era, por provocar el escándalo para demostrar que existía.


Sé lo que es estar al borde de las lágrimas y no saber llorar por la angustia. Es posible que Amy no fuera consciente de que todo lo que se metía le pasaría la factura tan pronto. Ella no quería dejar las drogas que le ayudaban, en su ansioso proceso creativo, a desvelar la realidad de los drogados.

 

      Pienso que Amy nos invitaba a que no hiciéramos lo que ella hacía. Era especial, cómo si no se puede entender que cantara el soul, entonando bien, con cuatro años.

 

Amy siempre estará cantando su vuelta a las tinieblas, Guillermo. Una canción para un tiempo que encoge el corazón y nos impide que miremos al pasado. Los sentimientos arden y no sabemos qué hacer con sus cenizas.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.