Así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños
siempre buscando a Dios entre la niebla.
(Antonio Machado)
viernes, 3 de febrero de 2023
Mientras las limusinas esperaban en la calle
Nunca deberías haber aceptado no haber dado todo lo
que pudiste, no haber sabido exprimir tu leyenda para que pudieras yacer
de pie en la gloria caprichosa y efímera de los hermosos vencidos, no escribir más
canciones. Pero debiste aceptar con elegancia que el público mostrara su
desconcierto cuando no podía arrastrar las cadenas de tus excesos ni soportar
los patéticos delirios iconoclastas de tu ebriedad encima de un escenario que
no podía protegerte.
Ni siquiera Janis Joplin en la
cúspide de su desenfreno, en el cenit de su gloria debería haberle dado la
espalda a la multitud, en ella había muchachos que canturreaban sus canciones y
creían en el espíritu del himno de las flores, había quien gemía cuando
enmarañaba sus cabellos a ritmo de un blues dolorido y exigente, quien lloraba
de incomprensión en la calle mientras las limusinas la esperaban, supongo que
hubieran deseado que se desplazara en un pequeño Ford, que llevara con orgullo
haber sido una muchacha de clase media acomplejada por sus granos y por su
peso.
Pero te fuiste, ¿no es cierto, nena? y nunca más escuché que me
necesitabas mientras la gente decía tonterías a nuestro alrededor. Pero ya ves,
no te quería tanto como para luchar por enderezar las palabras erráticas de un
ángel caído, las mías apenas me hacían despegar de los días monótonos y del
miedo a la vida; es duro tener alas y no poder volar, perder la libertad por no
haber sabido interpretar la metáfora que temblaba con cada acorde en los labios
de la rosa. Te fuiste, nena, y las primaveras han sido más cortas desde
entonces, nadie supo explicarme que los años duran menos cuanto más de cerca
nos miran los ojos de la fosa común del olvido, nadie supo ocupar tu pedestal
de un modo convincente y prolongado.
Yo no te quería
tanto como para recoger del suelo aquel pájaro herido que llevabas en el
pecho y se ahogaba en tu
canto cuando Leonard, ya cansado y aceptando la derrota ante los años
del viejo hoplita que vuelve al desfiladero donde enterró oscuros versos
inmortales, aún danzaba en las dominios de Plutón para tener a esa
muchacha que no eras tú, no tenía tu nombre, pero tenía tu rostro.
Como dijo el
poeta de los tristes, de los perdidos; solo pienso en ti de vez en
cuando, pero es suficiente para que tenga que secarme una lágrima de
vinagre y de sal, para que sostenga en una mano una pistola que te
recuerda siempre y en la otra una flor que te ha olvidado.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.