Gente que charla sin hablar,
gente que oye sin escuchar,
gente que escribe canciones
que ninguna voz compartirá,
nadie se atrevió
a perturbar el sonido del silencio.
gente que oye sin escuchar,
gente que escribe canciones
que ninguna voz compartirá,
nadie se atrevió
a perturbar el sonido del silencio.
Hay canciones que nos acompañan siempre y trascienden lo que
significaron en su momento, por muy grande que fuera lo que
representaron más lo es que tengamos la impresión en cada audición de su
intemporalidad y, sin embargo, nos sitúan con claridad y sinceridad en
el tiempo concreto en el que fueron creadas.
El nacimiento con fuerza poética del folk-rock, esa expresión musical que no desdeñaría el lirismo de unos versos y la contundencia de un nuevo sonido acabaría salpicando a Bob Dylan, los Beatles y a los Byrds, sin que pueda precisarse en qué momento y en quiénes estalló el pistoletazo de salida.
Pude escuchar hace poco a Paul Simon en Madrid, creo que esa peregrinación se la debía a quien guio mis primeros pasos y me mostró la belleza de la poesía en nuestro tiempo en el que los pueblos parecen ciudades y hasta Ceuta conserva en el Paseo de las Palmeras una pequeña Manhattan desde la que Marilyn guiña un ojo a los adolescentes que hacen robona y se enamora del Puente Cristo.
Paul no pudo irse de Madrid sin volver a interpretar "Los sonidos del silencio" como, sin duda, le ocurrirá en cada concierto, en cada ciudad. Admito que fue infinitamente más importante que la cantara que cómo lo hizo; desnuda y un tanto desangelada, porque no olvidaré en la vida que estuve allí.
Él, que acabaría dando más importancia al sonido, lo dijo categóricamente a unos siete metros de distancia, no puede escapar de la significación ni la importancia de sus primeros poemas, esos que le convirtieron en el Poeta del Desencanto, a través de la disección intelectual y emotiva de Nueva York, el nuevo faro de Occidente ya que París se había desangrado en la tragedia de un continente y le entregó la antorcha porque no podía evitar que se apagara.
El nacimiento con fuerza poética del folk-rock, esa expresión musical que no desdeñaría el lirismo de unos versos y la contundencia de un nuevo sonido acabaría salpicando a Bob Dylan, los Beatles y a los Byrds, sin que pueda precisarse en qué momento y en quiénes estalló el pistoletazo de salida.
Pude escuchar hace poco a Paul Simon en Madrid, creo que esa peregrinación se la debía a quien guio mis primeros pasos y me mostró la belleza de la poesía en nuestro tiempo en el que los pueblos parecen ciudades y hasta Ceuta conserva en el Paseo de las Palmeras una pequeña Manhattan desde la que Marilyn guiña un ojo a los adolescentes que hacen robona y se enamora del Puente Cristo.
Paul no pudo irse de Madrid sin volver a interpretar "Los sonidos del silencio" como, sin duda, le ocurrirá en cada concierto, en cada ciudad. Admito que fue infinitamente más importante que la cantara que cómo lo hizo; desnuda y un tanto desangelada, porque no olvidaré en la vida que estuve allí.
Él, que acabaría dando más importancia al sonido, lo dijo categóricamente a unos siete metros de distancia, no puede escapar de la significación ni la importancia de sus primeros poemas, esos que le convirtieron en el Poeta del Desencanto, a través de la disección intelectual y emotiva de Nueva York, el nuevo faro de Occidente ya que París se había desangrado en la tragedia de un continente y le entregó la antorcha porque no podía evitar que se apagara.
El joven poeta nos relataba con amargura la soledad y la decadencia de los valores de una sociedad capaz de ser solidaria en situaciones extremas pero que olvida sus responsabilidades éticas con respecto al resto del mundo que la tiene como espejo porque ella ha querido que así sea y lo ha intentado imponer con las armas cuando no quedaban razones para sustentar su dominio en nombre de la libertad.
Solo nos dejó esa noche cinco canciones de su etapa con Art Gunfunkel y algunos más de cuando empezaba a volar en solitario, aunque los muchachos de ahora ya no los escriban en los pasillos, ni crean en el poder redentor de una canción cuando todo se hunde.
Algunos nos sentimos un poco tristes, sin dejar de sonar en nuestras cabezas canciones como Kathy's song, I am a rock o La conversación en el aire; todavía quedan algunos que leen a Emily Dickinson atraídos por el misterio de su soledad y su alejamiento voluntario de los salones y reuniones literarios, pero solo Coppola escribe en el aire un par de versos de Robert Frost para recordarnos que los amigos deben hacer todo lo posible para seguir siendo de oro cuando todo se precipita al vacío.
Abandonábamos, mi mujer y yo, el recinto, mientras unas muchachas
gritaban en la calle, sin perder la armonía, los sonidos del silencio y
The boxer, quedaba claro que los jóvenes aventajados iban de lleno al
origen del mito, aunque aplaudieran con rabia lo bueno que habían dejado
etapas posteriores; Paul Simon siempre ha tenido capacidad para
escribir grandes canciones, pero soy de los que piensan que sus doce
primeros años en el mundo de la música son imprescindibles y eso a pesar
de que su relación con Garfunkel y con los productores fue más acerba
que idílica.
Escrita el 19 de febrero de 1964, fue incluida en el primer y fallido álbum, Wednesday morning 3 A. M., de Simon y Garfunkel con el nombre "El sonido del silencio", unas modificaciones que afectaron a su expresión musical y un leve retoque del título, sin la participación de Paul que se encontraba en Inglaterra adonde había vuelto para rumiar el fracaso de un álbum no exento de calidad pero cuya ruptura con el folk tradicional no resultó convincente, significaron un éxito clamoroso como single y la aparición apresurada de un esplendoroso[ii] nuevo álbum que, sorprendentemente, nunca fue bien tratado por la crítica[iii] que siempre se ha ensañado con la precipitación del proyecto orientado a aprovechar el éxito de esta canción.
Hay quien ha querido ver una relación directa de la letra de esta canción con el magnicidio de John Kennedy por su inquietante y profunda melancolía, porque sumía a una sociedad autocomplaciente en el terreno empantanado de la desconfianza y del miedo.
Paul Simon insiste en que quería remover un poco la conciencia de los más jóvenes, invitarles a no imitar lo que veían en sus mayores y la decadencia sentimental y el embrutecimiento de la cultura urbana, reflejar la falta de comunicación, extrema en algunos casos como en la trágica y desolada "Un hombre muy raro".
La ciudad no es el marco donde desarrollamos nuestro anhelo de justicia e igualdad es donde nos arrodillamos ante los símbolos más desequilibrantes del progreso, es donde se denuncia el olvido al que se condena a los poetas cuya voz no será compartida por nadie.
Escrita el 19 de febrero de 1964, fue incluida en el primer y fallido álbum, Wednesday morning 3 A. M., de Simon y Garfunkel con el nombre "El sonido del silencio", unas modificaciones que afectaron a su expresión musical y un leve retoque del título, sin la participación de Paul que se encontraba en Inglaterra adonde había vuelto para rumiar el fracaso de un álbum no exento de calidad pero cuya ruptura con el folk tradicional no resultó convincente, significaron un éxito clamoroso como single y la aparición apresurada de un esplendoroso[ii] nuevo álbum que, sorprendentemente, nunca fue bien tratado por la crítica[iii] que siempre se ha ensañado con la precipitación del proyecto orientado a aprovechar el éxito de esta canción.
Hay quien ha querido ver una relación directa de la letra de esta canción con el magnicidio de John Kennedy por su inquietante y profunda melancolía, porque sumía a una sociedad autocomplaciente en el terreno empantanado de la desconfianza y del miedo.
Paul Simon insiste en que quería remover un poco la conciencia de los más jóvenes, invitarles a no imitar lo que veían en sus mayores y la decadencia sentimental y el embrutecimiento de la cultura urbana, reflejar la falta de comunicación, extrema en algunos casos como en la trágica y desolada "Un hombre muy raro".
La ciudad no es el marco donde desarrollamos nuestro anhelo de justicia e igualdad es donde nos arrodillamos ante los símbolos más desequilibrantes del progreso, es donde se denuncia el olvido al que se condena a los poetas cuya voz no será compartida por nadie.
*** *** *** *** ***
Cada día es una cadena sin fin
de revistas y cigarrillo,
los mismos cines
y las mismas fábricas,
y cada cara que no reconozco
me recuerda que debería
estar yendo hacia casa.
de revistas y cigarrillo,
los mismos cines
y las mismas fábricas,
y cada cara que no reconozco
me recuerda que debería
estar yendo hacia casa.
En 1996 el mundo empezó a cambiar, Internet ya avisaba a los más
adelantados, ya nos hacía pensar en lo bueno y lo malo de la aventura.
Yo tenía algo de dinero y me pasaba una vez a la semana por la tienda
oficial de discos de Abyla. El encargado, enseguida me di cuenta de que lo
controlaba todo en la sección, y, aunque no era moro, le gustaba el
regateo, y me ofreció joyas que empezaban por 30 euros como precio de
salida y se acababan quedando en la mitad. Una de ellas fue "Savia,
perejil, romero y tomillo de Simon y Garfunkel, el disco llegaba de
Holanda y traía "Saudade de casa", una joya que habían sustraído a la
versión española que yo conocía.
!Ay, David Bruce Banner,
los muertos siguen quietos y siguen su camino;
listas en los periódicos
que nunca se publican
y que serán leídas por almas que se mueven
lentas como la tarde, miran, no reflexionan,
admiran a quien triunfa, desprecian al vencido!
(F. E. León)
los muertos siguen quietos y siguen su camino;
listas en los periódicos
que nunca se publican
y que serán leídas por almas que se mueven
lentas como la tarde, miran, no reflexionan,
admiran a quien triunfa, desprecian al vencido!
(F. E. León)
El tercer disco de una unión contra natura cuya mala relación se
arrastra hasta nuestros días, pasa por ser el mejor estructurado y el
que tiene una queja más reconocible, todas las canciones son muy buenas.
Destacan La feria de Scarbourough ( versión de una canción popular
pacifista), La vuelta a casa (así lo tradujeron) y Conversación en el
aire que habla de una pareja vencida por el hastío, y que era la canción
favorita de su autor en esos días.
Y tú lees tu Emily Dickinson
y yo mi Robert Frost,
y señalamos nuestro sitio
con la cinta del libro
para medir lo que hemos perdido.
Como un poema mal escrito
somos versos sin rima,
estrofas sin ritmo
en un compás entrecortado.
Dentro de una conversación en el aire,
de los deseos interrumpidos
de nuestro paso por la frontera.
y yo mi Robert Frost,
y señalamos nuestro sitio
con la cinta del libro
para medir lo que hemos perdido.
Como un poema mal escrito
somos versos sin rima,
estrofas sin ritmo
en un compás entrecortado.
Dentro de una conversación en el aire,
de los deseos interrumpidos
de nuestro paso por la frontera.
Nueva York seguía planeando en casi todas las canciones y también la incomunicación en el medio urbano, un regusto claro que lleva al poeta a la vieja Inglaterra que, tal vez, no conoció pero le inspira en las intenciones. Paul se siente un representante de la izquierda más culta, piensa que el mundo no se reduce a los Estados Unidos, tiene una visión de esa tendencia política más sosegada y reflexiva que Dylan o Phil Ochs y siempre está cerca de ellos con propuestas más reales, más encuadradas en el mundo de lo posible y supera a ambos en lirismo puro. De hecho se ve solo en las alturas en este factor. Sus canciones de amor podrían haber sido escritas, en algunos casos por Garcilaso, y como el maestro toledano puede resistir perfectamente otros quinientos años.
La canción que componía quedó sin terminar.
Aún no sé por qué malgasto el tiempo
escribiendo canciones en las que no creo
con palabras que se rompen y estiran para rimar.
Por eso ves que he empezado a dudar
en todo lo que alguna vez tuve por cierto.
Estoy solo, solo y sin fe,
eres tú la única verdad que tengo.
(Paul Simon - La canción de Kathy)
escribiendo canciones en las que no creo
con palabras que se rompen y estiran para rimar.
Por eso ves que he empezado a dudar
en todo lo que alguna vez tuve por cierto.
Estoy solo, solo y sin fe,
eres tú la única verdad que tengo.
(Paul Simon - La canción de Kathy)
Dicen que Paul Simon fue el primero que presentaba las letras de sus
canciones como "Poesía", y eso lo hacía el hombre que le daba una
prioridad a la música. En efecto, Simon fue premiado como poeta, sin que
se desviase demasiado del hecho de construir canciones, en un ramillete
de alegatos en los que nos habló de la pesadilla americana, y nos
dejaba entrever el sueño.
No habléis de amor,
ya conozco esta palabra,
está durmiendo en mi mente
y no quiero despertar el sueño
de los sentimientos que han muerto.
(Soy una roca)está durmiendo en mi mente
y no quiero despertar el sueño
de los sentimientos que han muerto.
El boxeador
En el fondo queda un boxeador,
un luchador que va por libre
y arrastra los vestigios
de cada golpe que lo derribó o le cortó
hasta que gritó de rabia y de vergüenza;
me voy, me voy
pero el luchador sigue en pie.
un luchador que va por libre
y arrastra los vestigios
de cada golpe que lo derribó o le cortó
hasta que gritó de rabia y de vergüenza;
me voy, me voy
pero el luchador sigue en pie.
Estoy en el ring, en una esquina, voy perdiendo ampliamente a los
puntos, tengo los ojos tan hinchados que, casi, no puedo ver, el rostro
tan castigado que no siente, pero lo tiro todo en busca de un golpe
definitivo. Si no llega quiero al menos acabar el combate. Ese podría
ser el tema sobre el que gira The boxer, pero no, una de las canciones
más complejas que se conocen; es casi imposible reproducirla fielmente
en directo y necesitó más de noventa tomas, y una encrucijada de mezclas
para darla por terminada.
Sin duda alguna, a alguien a quien quisiéramos le suplicaríamos que arrojara la toalla.
Sobre la portada del disco Songbook, con Kathy...
ResponderEliminarKathy’s Song – Paul Simon
Administrativa a tiempo parcial
en un instituto técnico
de un remoto pueblo al norte de Gales.
Unas zapatillas de senderismo,
una ropa cómoda,
la rutina del trayecto al trabajo
cincuenta años más tarde.
Él entonces se sentía perdido y vacío
y se preguntaba por qué.
Y hacíais autostop desde Saginaw
buscando inútilmente
esa quimera que llaman América,
o él cantaba que regresaba a casa
donde el amor —su única verdad—
lo esperaba.
(Tal vez ahora el viejo Paul se acuerde de ella,
tal vez se acuerde y quiera preguntarle
si alguna vez deseó regresar
a aquella canción; si no echa de menos
los días de los bolsillos vacíos,
la mirada ancha y el tiempo acelerado;
si recuerda las brasas o el humo de aquel fuego
que todo lo impregnaba,
o el juego con aquellos muñecos
mientras los arpegios de su guitarra trazaban
un camino sin retorno hacia especias y silencios,
ferias y puentes sobre aguas inquietas.)
Jamás concediste una entrevista.
Compartir la fama, soportar la tiranía
de los medios, te resultó imposible.
Así que huiste, escapaste hacia un norte
salvador, alejado del bullicio.
Pero —tú ya lo sospechabas—
tu nombre en aquellas canciones
te persigue, te señalará siempre,
y tal vez incluso aquellas canciones
se escuchen en la casa de esa aldea remota
donde escapaste.
tu nombre en aquellas canciones
Eliminarte persigue, te señalará siempre,
y tal vez incluso aquellas canciones
se escuchen en la casa de esa aldea remota
donde escapaste.
Ahora me centro en "El libro de las canciones", Enrique, compruebo que tu notable poema ocupa todo el recorrido de Simon y Garfunkel. Hoy necesito arañar esas crudas canciones, un monumento errático a la incomunicación, al recuerdo del amor fugaz que permanece, al lirismo que puede haber en una promesa que nunca se cumple, quizás eso, a veces, sea América en los momentos más tristes.
Él entonces se sentía perdido y vacío
ResponderEliminary se preguntaba por qué.
Y hacíais autostop desde Saginaw
buscando inútilmente
esa quimera que llaman América,
Creo que has estado profundo y preciso a la hora de hablar del poeta estadounidense más importante del siglo XX y de desentrañar el momento preciso en que lo fue; cuando se nos escapó la deriva del sueño americano. No conozco el "Libro de las canciones", nunca lo he escuchado, lo he hecho con la versión de algunas canciones que aparecieron en "Los sonidos del silencio", supongo que serían mejor confeccionadas, menos crudas. Creo que no hacen falta muchos poemas para que alcancemos el Olimpo, lo importante es que sepamos hablar con belleza y profundidad del espíritu de un tiempo, hacerlo de tal forma que nos lleve a cualquier otro momento de la Historia en el que se haya vivido o se vivirá en las garras de la contradicción, para que se nos recuerde que el gran problema de siempre es que amamos sin amor.
Yo he cantado muchas canciones
Eliminary después lloré lágrimas amargas.
Pronto vendrá la muerte con su olvido,
allí veo su barca acercándose a la orilla,
tan sólo quedará un surco en el agua
de mí que he cantado tantas canciones.
(Princesa africana desconocida)
Me gustaría saber quien se esconde en el anonimato, ha estado certero en su introspección. Yo que, en un momento preciso de mi vida, pedí que me dejaran querer sin amor, no sabía lo que decía, simplemente me rebelaba contra un amor del que me sentía prisionero. Pero el joven Paul sabía adónde dirigía su plegaria, está en la soledad multitudinaria de la gran urbe, el apagado faro de Occidente.
Los sonidos del silencio es una canción de amor perdida en el sueño comunicativo de un joven poeta que insistía en las elegías cotidianas del mundo de todas las horas y en el recuerdo de un vuelo.
Porque quiero quererte sin amor,
porque quiero quererte sin reparos.
Pero es posible que el amor sea lo único que no peca por exceso.