Mirabas la tristeza oscura de este llanto
que se agolpa en mi mente
a un hombre que transita ausente por la calles
y vive acorralado por tu voz dulce y ronca.
Apenas era un sueño lo que se me negaba,
este silencio mío incordiaba al amor;
no quería tenerme
mecido por sus alas,
volvía a los dominios de una sombra perversa,
desvelaba la brisa sin luz de una palabra
cuyos ojos se cierran sobre mis sentimientos.
No he tenido tu mano ni siquiera un segundo;
allí me arrinconaste como a un perro que yerra
hacia la soledad
y mora en la angustia,
fui la breve sonrisa de un sueño que pasaba
a solas con mi olvido que no llega a negarte;
a pesar del dolor y las horas perdidas
sigo oyendo tu voz en la ventana abierta
y no me dice nada.
Hace tanto te siento y no llevo tu nombre
como si fuera mío y pudiera abrigarlo,
tu buzón está lleno
de caricias que mueren
y no saben llegar a la orilla del rostro
que apenas puedo ver y sabe que lo siento,
mi rostro está vacío y triste hasta la muerte.
que se agolpa en mi mente
a un hombre que transita ausente por la calles
y vive acorralado por tu voz dulce y ronca.
Apenas era un sueño lo que se me negaba,
este silencio mío incordiaba al amor;
no quería tenerme
mecido por sus alas,
volvía a los dominios de una sombra perversa,
desvelaba la brisa sin luz de una palabra
cuyos ojos se cierran sobre mis sentimientos.
No he tenido tu mano ni siquiera un segundo;
allí me arrinconaste como a un perro que yerra
hacia la soledad
y mora en la angustia,
fui la breve sonrisa de un sueño que pasaba
a solas con mi olvido que no llega a negarte;
a pesar del dolor y las horas perdidas
sigo oyendo tu voz en la ventana abierta
y no me dice nada.
Hace tanto te siento y no llevo tu nombre
como si fuera mío y pudiera abrigarlo,
tu buzón está lleno
de caricias que mueren
y no saben llegar a la orilla del rostro
que apenas puedo ver y sabe que lo siento,
mi rostro está vacío y triste hasta la muerte.
Cesare Pavese (1908-1950)
El 11 de Abril de 1950 se produjo la
última ruptura amorosa del poeta y escritor italiano Cesare Pavese.
Constance Dowling, así se llamaba la actriz americana de la que se
enamoró, no haría olvidar a Pavese del que fue el gran amor y la gran
decepción de su vida; Battistina Pizzardo,“la mujer de la voz ronca y
dulce que no vuelve del silencio frío", pero pudo haber sido una tabla a
la que asirse para vencer esa manía de soledad que le corroía.
***
Pavese era sincero cuando decía que el
triunfo de un hombre era medido por las cosas más elementales de la
vida; satisfacer a una mujer, conservar a un amigo, mezclarse con la
gente de su pueblo y tener las mismas aspiraciones que las personas que
luchan por mantener un trabajo o una relación gastada que, aun así, a él
le colmaría.
***
Es preciso encontrar, en la maraña de lo
que nunca escribiste, las palabras que mejor te representen para
encontrar una salida a tus equivocaciones, para decirle a los vientos
cuando recorran su calle que pasabas por allí, que alguna vez viviste
aunque nadie lo recuerde, que tuviste una amante aunque nunca yacieras
con ella y nunca supieras de qué color tenía los ojos, y un amigo aunque
hayas olvidado su rostro y su nombre pero recuerdes su sonrisa en los
días grises y un pueblo que recitará tus versos de mala gana porque se
han convertido en la única posibilidad de que algunos se ganen la vida
ayudando a estudiosos y periodistas a recorrer la pequeña senda de tu
amargura de poeta.
Vie, 24 Ene 2020 22:12
He visto caer
muchos frutos, dulces, sobre una tierra que conozco,
como un golpe. Así te estremeces tú también
al sobresalto de la sangre. Tú mueves la cabeza
como si en torno hubiese un prodigio de aire
y el prodigio eres tú. Hay un sabor igual
en tus ojos y en el recuerdo cálido.
(Cesare Pavese – Verano - Fragmento)
(Traducción – José Agustín Goytisolo)
muchos frutos, dulces, sobre una tierra que conozco,
como un golpe. Así te estremeces tú también
al sobresalto de la sangre. Tú mueves la cabeza
como si en torno hubiese un prodigio de aire
y el prodigio eres tú. Hay un sabor igual
en tus ojos y en el recuerdo cálido.
(Cesare Pavese – Verano - Fragmento)
(Traducción – José Agustín Goytisolo)
No era el momento de volver a acercarme a
Pavese, no tenía ese convencimiento necesario para pensar que dijo las
palabras que se me ocurría poner en su boca. El amor siempre estuvo
lejos para este atormentado que no dejó nunca de maldecirse por su
impotencia, es posible que cada mujer a la que deseó tuviera al menos un
poema, el más hermoso de todos es "Verano", su destinataria, Fernanda
Pivano no es reconocida como una de sus grandes pasiones, a pesar de que
le pidiera dos veces matrimonio, además con cinco años de diferencia.
Es posible que haya cartas en las que mostraba el poeta su fragilidad y
que esto produjera más rechazo que otra cosa. Su última llamada fue a
una muchacha a la que llamaba Pierina en la correspondencia, cuando la
conoció estaba bailando pero no era una bailarina.
Algunos, se supone que no muy amigos de
Pavese o con ganas de llamar la atención, nos lo representan pidiéndole
matrimonio a una desconocida que acababa de sonreírle. Es cierto, sin
embargo, que si alguna vez hubo un hombre que estaba enamorado de todas
las mujeres ese podría ser Pavese, su fragilidad ante ellas hacía que
hablara de sus acercamientos con el fatalismo de una condena que no
podría nunca superar.
soy, como dice el viento, una llama en la nada
que tiembla en el desierto donde no queda arena,
mensajero perdido en un intento vano
de retener los ojos
de aquella que me mira
como a un muro indolente que muere sin testigos.
Es preciso estar solo para hablar con la muerte.
(Vuelta a la última soledad)
que tiembla en el desierto donde no queda arena,
mensajero perdido en un intento vano
de retener los ojos
de aquella que me mira
como a un muro indolente que muere sin testigos.
Es preciso estar solo para hablar con la muerte.
(Vuelta a la última soledad)
Pavese siempre estará esperando en la puerta de un café mientras llueve y
pasa el último tranvía, siempre sentirá miedo de la llegada de la
primavera romana que enterrará sus esperanzas, siempre pedirá una última
cita que se ha perdido mientras tiembla por no encontrar unos ojos
enamorados.
...para tu corazón
me arrastro en el olvido como un lobo enjaulado
que vaga en cuatro metros y no conoce a nadie,
muero en la soledad de una especie extinguida.
me arrastro en el olvido como un lobo enjaulado
que vaga en cuatro metros y no conoce a nadie,
muero en la soledad de una especie extinguida.
Te agradezco
mucho tus palabras alentadoras, Hallie, y se me muestran como un bálsamo
que acepto, pero insisto en lo primero que te dije; no era un ejercicio
de humildad, algo de lo que no voy muy sobrado como suele ocurrir con
demasiada gente que conozco, sino de ser consciente de que será muy
difícil que vuelva a situarme en la huella de Pavese como lo hice hace
unos tres años, me fastidia intuir que no volveré a saber cosas que supe
de mujeres situadas en el cilicio que acababan siendo sus aspiraciones
cada una con su nombre y sus circunstancias, que rehuiré el esfuerzo de
aprehender lo perdido como un toro que se niega a embestir contra el
trapo que lo burla.
Pavese era un suicida, aunque nunca hubiera dado el paso, llegó a pensar de que no había otra forma de que su vida se acabara, Hemingway era un vitalista que cedió a la atracción de un gatillo en un momento de debilidad abrumado por los achaques a los que le había llevado toda una vida de excesos.
Pavese era un suicida, aunque nunca hubiera dado el paso, llegó a pensar de que no había otra forma de que su vida se acabara, Hemingway era un vitalista que cedió a la atracción de un gatillo en un momento de debilidad abrumado por los achaques a los que le había llevado toda una vida de excesos.
Siempre arrastré las llagas de tu culpa
y sufrí por las cartas perdidas que no llegué a leer,
por las llamadas
que no pude escuchar mientras te maldecía,
mientras me acorralaban la ausencia y tu vestido
en una sala oscura que nunca frecuentaste
y amarga me miraba
como si fuera un hijo de las sombras
atrapado en el fulgor hiriente de un recuerdo
que nunca permitiste
que descansara en el temblor de mi almohada.
y sufrí por las cartas perdidas que no llegué a leer,
por las llamadas
que no pude escuchar mientras te maldecía,
mientras me acorralaban la ausencia y tu vestido
en una sala oscura que nunca frecuentaste
y amarga me miraba
como si fuera un hijo de las sombras
atrapado en el fulgor hiriente de un recuerdo
que nunca permitiste
que descansara en el temblor de mi almohada.
Aunque hay quien
afirma que hubiera pedido matrimonio a cualquier mujer sencilla de su
pueblo con la que hubiera cruzado una mirada, lo cierto es que todas las
mujeres con las que se le relaciona pertenecían al mundo artístico,
sobre todo literario, y la más recordada de ellas, la mujer de la voz
dulce y ronca. era una activista política y sindical de cierta
notoriedad en la Italia asfixiada por el fascismo. No es fácil superar
los traumas de la infancia si la vida te demuestra que siempre vuelven
las pesadillas, no le ayudó, con respecto a sus compañeros, que recitara
en voz alta "La Ilíada", ni que entregara, como si hubieran sido
creados en italiano, los espíritus irreconciliables de Moby Dick y el
capitán Ahab. Ellos preferían ver al hombre al que se le podía pedir
dinero prestado o al que realizaba un trabajo ingente en una editorial
por un precio módico.
Verdaderamente, Ángeles, no sé el valor
que tiene este poema. Aparte de que hablaba el griego clásico, de que
traducía sin parangón posible y que tenía un coeficiente intelectual
desmesurado, pienso que no puedo traducir a Pavese, pero sé que he
tenido mucha suerte en el amor: Él se abonó al fracaso, cada mujer en su
vida acababa reflejando el dolor, la soledad de un poeta que pensaba
que nunca había conocido el amor, al que le consagró algunos de los
poemas más bellos que se conocen.
Verdaderamente, Ángeles, no sé el valor que tiene este poema. Aparte de que hablaba el griego clásico, de que traducía sin parangón posible y que tenía un coeficiente intelectual desmesurado, pienso que no puedo traducir a Pavese, pero sé que he tenido mucha suerte en el amor: Él se abonó al fracaso, cada mujer en su vida acababa reflejando el dolor, la soledad de un poeta que pensaba que nunca había conocido el amor.
Soy un
divulgador, Rosario. Lo que yo he aprendido a considerar normal resulta
que no lo es y cómo tantas cosas de la vida es algo que no encuentra
sentido en una sociedad que tiende a guardar con avaricia lo que sabe, y
esta vocación tan desacorde con estos días de miedo que nos inundan
puede ser, según los ojos con los que se mire, algo bueno o malo.Se
intenta llevar a los dominios de la lógica para justificar su rechazo y
nos sentimos acorralados por la aceptación o la indiferencia de lo que
piensa la mayoría. El hecho es que ser un divulgador ocurre y el por qué
de su origen se muestra oculto aunque mires hacia atrás e intentes
discernir el momento de tu vida en la que apareció ese ansia, tantas
veces estéril, que alentó que que hablaras de la soledad y la rabia de
Pavese en un café, entre amigos, con la misma naturalidad con la que
unos parroquianos hablan de los errores arbitrales del último domingo.
Esto viene a cuento porque se me ha dicho que mi esfuerzo es inútil
(Hemingway aparece muchas veces en mi vida) ya que en la Red la gente
puede obtener con una tecla toda la información que crea oportuna. No
estoy de acuerdo con ello; la sonrisa, los gestos, la gravedad, las
puntualizaciones sobre la marcha pertenecen al ámbito de la
conversación, estoy seguro de que hay detalles que se fijan en el alma
con más profundidad que esos otros que nos llegan simplemente con la
lectura, muchas veces perversa porque se mueve en la estela del descuido
y de las prisas que no deberían permitirse personas no suficientemente
informadas. Estoy seguro de que un comentario que se hace a un compañero
en un foro se sitúa en un nivel intermedio, no cuenta con la réplica
espontánea pero guardan, en otro nivel, perdiendo la inmediatez, por
supuesto, los rasgos esenciales de una conversación, del diálogo
constante que los divulgadores sostienen con el mundo que les contesta
con monosílabos descarnados.
A pesar de las
evocaciones y referencias constantes de su pueblo natal de su primer y
antológico poemario, podemos decir con seguridad que Pavese es el
escritor de Turín, es esta, como ciudad industrial, gris y desangelada,
propicia para las depresiones que matiza aún más el telón de fondo del
rumor pesimista y constante del río Po. En ella vivió casi toda su vida
el poeta, se formó, escribió su obra y decidió abandonar la existencia.
Es posible que la sombra de Nietzsche planeara de alguna forma en su
calma desesperada, puede que no quisiera darse las ganas de vivir
tomando de una manera literal el spleen que tanto alentara la
inspiración decadente de los modernistas.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.