miércoles, 1 de febrero de 2023

Jacques Brel - El poeta apasionado (I)


 

 I


Jojo


¡Oh, mi amor, mi dulce,
tierno, increíble amor
del alba clara hasta morir el sol
te amo, tú sabes que aún te amo!
(La canción de los viejos amantes)



    No deja de sorprenderme la soledad en la que Brel vive hoy en nuestro ámbito cultural, ni siquiera se le identifica ya cuando suena el "Ne me quitte pas".

    Su enorme talento y su sensibilidad sin límites le hacen vulnerable ante una sociedad que no quiere entrar en la hondura de una declaración de amor, el lamento miserable por un romance que muere, ni en denunciar la perversión aceptada de las buenas costumbres; la inconsistencia ideológica de los hombres que demasiadas veces está más relacionada con su situación económica que con la belleza de su pensamiento, y la muerte que siempre espera con una paciencia infinita...

La muerte me espera, como una vieja muchacha,
en el encuentro con la guadaña
para aferrarse mejor al tiempo que pasa.
La muerte me espera como una princesa
en los funerales de mi juventud.
(La muerte)


    Esta canción no la interpretó nunca sobre un escenario, carecemos de una muestra de la faceta en la que Brel desarrollaba la máxima expresión de artista comprometido con la vida y con su tiempo que, la verdad sea dicha, no difiere mucho del nuestro.

Yo te ofreceré las perlas de lluvia
llegadas del país donde no llueve nunca.
(No me dejes)
 
    Pero su verdad es tan profunda y tan intensa aun en sus equivocaciones, tan emocionante y ardiente el estoicismo de quien vislumbra una derrota definitiva que podemos sentirnos exultantes con aquello que se gestó en el alejamiento de las candilejas de los escenarios; es posible que aquel poeta fragmentario de los últimos años de su vida superara con creces al cantante que sufría las servidumbres de su apogeo cuando podía superar los doscientos conciertos al año, una locura que supo llevar a las orillas del arte poniendo el mismo ardor en el fasto de oropel del Olympia que en una feria de barrio una tarde desangelada de lluvia.
 
Tenía la mirada del lobo
y el corazón del cordero.
(Mi niñez)
 
    Jojo no es una canción que se amolde al histrionismo apasionado del cantante que tuvo que postergar su retirada casi un año para cumplir lo que había firmado.
 
Dos metros bajo tierra
y aún cantas.
Dos metros bajo tierra
y no estás muerto,
(Jojo)
 
    Jojo fue la canción más complicada de su vida, era el tiempo de llorar y sentirse vencido despidiendo al amigo que nunca habría de volver, Brel lo hizo con los ojos anegados por una nube y con un cáncer de pulmón que lo acorralaba por mucho que se escondiera en los Mares del Sur que había conocido en sueños y cuya realidad había perdido el primitivismo que tanto había disfrutado en películas y libros, ni siquiera su adorado Gauguin, antes que él, pudo encontrar ese sueño.
 
II


Los niños
 
Un coin de vague,
une fleur qui tremble,
un oiseau mort
qui leur ressemble.
 
 


    Decir que una canción de Jacques Brel es emotiva, añadir que la interpreta en directo con la desesperación y la ternura de un profeta herido o un hombre enamorado[ii], o que recurre a la niñez como a un lugar que nunca deberíamos dejar atrás o un sueño del que no tendríamos que despertar para creer en la vida, es como no decir nada, probablemente estemos en un momento en el que descansamos de todos aquellos versos que nos mostraban su fragilidad, en el que no tenemos ningún interés en reconocer su valentía ni, por no saber de él, advertimos sus múltiples y llamativos errores, esos que brotaban por la mala costumbre de llevar el corazón muy por delante de la cabeza.

    Fils d.. es una de esas canciones que se deslizan en la zona tibia de su repertorio, aquellos que vamos un poquito más allá de "J'arrive" hemos aprendido a quererla y a quedarnos prendados de la sensibilidad a flor de piel de algunos de sus versos[iii], y la convicción anímica de su autor mientras los desgranaba haciéndonos pensar, erróneamente, que nunca más hollaría esas cumbres.

    Yo no sé lo que significa el título, tampoco creo que tenga mayor importancia, estudié algo de francés para poderme dar la licencia de no entender algunas canciones y actuar como si las hubiera entendido. Como, en cierta forma, dije en el párrafo anterior, la niñez, junto al amor, la muerte, la denuncia de las buenas y de las malas costumbres, y la variable identidad del hombre libre cuando ya solo puede perder unas alas quebradas, fue un tema recurrente para Brel, así de repente se me vienen a la cabeza otras dos monumentos que se levantan sobre su recuerdo; L'enfance y Mon enfance.

    Terminaría diciendo que alguna vez me pareció entender que decía algo así; "Por mucho que hayas sido un niño tierno, si actúas como si lo hubieras olvidado has acabado convirtiéndote en un hijo de…

21 de noviembre de 2014.


[i]Un rincón de ola, / una flor que tiembla, / un pájaro muerto / que se les parece.
[ii] En la Chanson no abunda el optimismo cuando se trata de definir la alegre melancolía de estar enamorado.
[iii] Me hiciste pensar / que ni siquiera tu amor era eterno. / Ahora sufres y te preguntas / qué fue de aquella mirada, / en qué instante murió tu postrera sonrisa / qué viento se llevó las hojas del diario / donde decías que me amabas. (Brel en la Escuela de Comercio)
 
 
III

La canción prostibularia más popular de la historia
 
 



    Brel nunca grabó "Amsterdam" en estudio, la preparó expresamente para una nueva cita de las muchas que tuvo con el Olympia, creo que en 1964, cuando ni Johnny Hallyday en su esplendor ni Marlene Dietrich en el capítulo final de su leyenda podían discutirle la monarquía absoluta del auditorio parisino a este republicano descreído, fiel a las convicciones que se habían forjado en sus propias experiencias desde la soledad del anonimato hasta alcanzar una cumbre en la que nunca se detuvo para plantar las hermosas banderas, es posible que Brel fuera más crítico y amargo cuanto más éxito tenía, más desesperado cuanto más se movía en la tranquilidad de una vida resuelta, más despreciativo y desconsiderado con el hombre común cuanto más lo amaba, cuanto más le hubiera gustado ayudarle a que se rebelara contra su destino en la mediocridad de las supuestas buenas costumbre.

    La canción prostibularia más popular de la historia tendría una réplica discreta del genial David Bowie. Le sentó francamente mal a Brel esta intromisión de Ziggy Stardust en sus dominios y cuando le preguntaron que le parecía, contestó con un desprecio evidente y una considerable incorrección política que no quería saber nada de aquel pédé (despectivo por homosexua).

    No debemos tenerle en cuenta sus salidas de tono, la víctima propiciatoria de sus ataques era frecuentemente él mismo, una de sus características más acusadas es que su palabra iba tres segundos por delante de sus pensamientos y que se reía del acento que le había entregado su ciudad.

    Amsterdam es un momento para la eternidad sincera y apasionada de un bruselense corroído por el fulgor de su propia inteligencia. Su épica y sana capacidad competitiva forjada en la visión compulsiva de los héroes de Ford en su niñez hizo que aceptara sustituir a una Marlene Dietrich que no quiso acudir, argumentando problemas de salud, a su cita con el Olympia el día siguiente de que el auditorio parisino fuera arrasado por el entusiasmo juvenil de los seguidores de Johnny Hallyday.
 
IV

Ver a un amigo llorar


    
Hubiera querido escribir una poesía que asustara a las monjitas e hiciera entornar los ojos a la nutrida tropa nerudiana mientras toma el té a la sombra de la Koutubiya. Pero Brel no es así, nos recuerda que las espinas suelen tener rosas cuando encuentran la magia tortuosa de una declaración de amor tejida con los hilos de la inseguridad, el dramatismo inherente a un poema que se arrastra en el sendero de una rima cuando no quedan palabras, la reminiscencia de muerte de cada letanía que se desgrana, como si fuera la última esperanza de un profeta, teniendo como escenario un crepúsculo otoñal que no puede volver atrás para embriagarse de luz. A pesar de todo enamorarse es maravilloso.
 



    Todas las decepciones caben en una lágrima. La vulgaridad unifica, el amor sigue buscando agónicamente su camino en las encrucijadas, pero los edificios interrumpen su paso en la ciudad que ha perdido el culto al arte que nos ayudaba a morir de pie cuando solo quedaba el orgullo, ya no lloramos por un pájaro muerto, ya no soñamos con un gran amor, el tiempo nos ha quitado las maletas de la mano y la identidad del bolsillo de la camisa. Hay un silencio de sombras en el sol ardiente del verano y no llega el tren de la tarde que sale cada mañana. Adoramos a un dios implacable que nos amarra a nuestro deseo de poseer lo inaprensible, a una forma de vida donde se apaga la música mientras la escriben los locos en el muro de cera de una fábrica. Este que nos contempla con una sonrisa cínica es un dios más tiránico, más severo que el de siempre, porque, sin duda, existe, lo veo en los ojos de la gente que me cruzo mientras voy a una calle cuyo nombre se me perdió, en la lengua que no se pregunta, siquiera, sobre el sexo de los ángeles.

*** *** *** *** ***



    Intento ser una aspirina para las mujeres a las que les suele doler la cabeza.
(Misoginia aparte. F.E.)


    Desconozco a quien le dedicó Brel esta canción, quizás se refería a su amigo Georges Pasquier que lloraba mientras perdía su batalla contra la muerte.

    Brel sobreviviría por poco a Jojo, tendría tiempo de publicar su último disco, el mítico Les Marquises, entre sus joyas siempre me han llegado muy hondo, soy un sentimental, esta canción, la ruptura de Orly y la estremecedora elegía con aires del sur de Italia que le dedicó a Jojo, precisamente. Cuando habla el sentimiento y se arrinconan los artificios.

V

Ne me quitte pas
 
 


    He leído un artículo soberbio sobre la génesis de “Ne me quitte pas” que me ha dejado sin ganas de insistir sobre esta canción, en realidad lo que más me ha llamado la atención ha sido comprobar una cierta manía que Brel le tenía a la canción con la que frecuentemente, obviando un repertorio lleno de canciones esplendorosas, se le asocia, al menos aquí, en España, un país que se divorció del francés a mediados de los 70.

    Conocí a Brel en el año 1977, el motivo fue la aparición del que sería su último disco, “Les Marquises”, que había creado un revuelo, hasta entonces desconocido para una obra de la que solo se conocía el título, en el mundo de la Francofonía. Ese periódico no dudaba en hablar, no recuerdo que lo hiciera de ninguna otra canción, de “Ne me quitte pas”, aunque llevara 18 años sonando en la cabeza de los hijos del Mayo francés, y se refería a ella como la más bella canción de amor que se hubiera escrito. En justa compensación, ya que con el paso del tiempo llegaría a comprobar que, para mí, no era ni siquiera la mejor canción de amor de Brel, la tomaría como un hito inevitable y la escuché con esmero y me procuré una traducción para seguirla adecuadamente así como iba sonando; algunas de sus estrofas son impactantes como la luz que emerge de la oscuridad del desasosiego.

    Los hombres sinceros se suelen distinguir por la temeridad con la que acometen los asuntos sociales, políticos o de interés general, cuando mienten solo lo hacen por amor. Quizás no haya canción que mejor ilustre lo que digo; el hombre abandonado que llora sobre su corazón en ruinas ha sido el que abandona, el que hiere con una actitud humillante el mito que había creado de sí mismo, de una actitud cruda y realista para cubrir los eternos males de amores, hasta ese punto acabó identificándose con su país alternativo en la que hombres y mujeres aprendieron a manejarse en el capricho eterno de un corazón que siempre busca nuevas sensaciones, no ahogarse en la rutina.

    Hace poco que conozco la situación, las hazañas y el tiempo en que escribió esta canción, tras una primera lectura llegué a pensar y a justificar la dramatización penosa del vídeo de Brel cantando entre lágrimas en vez de maldecir en actitud desafiante al destino de lo que muere, pensando que se había apoderado del punto de vista de su amante, en el que sólo podía ser ese burgués convencional al que tanto hería en sus entrañas. Esto había provocado que volviera a ella con unos ojos más condescendientes, pero parece que no fue así; Brel fue presa, como en tantos asuntos que no podía explicarse pero los sentía, de sus contradicciones; se puede ser católico y no creer en Dios, se puede ser un marido fiel teniendo amantes. Su niñez estuvo marcada por un Dios que nunca dejaba de vigilarle, que no le permitía pecar sin llevar una carga sobre los hombros y una herida en el pecho que se abría aún más durante la noche. Su amor adolescente había desembocado en un matrimonio al que nunca quiso renunciar, por lo tanto no quiso reconocer el hijo que venía en camino. Ni siquiera la aventura más bella de su vida pudo hacer que depusiera una actitud tan desconcertante en un hombre como él que se reía hasta de sus sentimientos más lacerantes con tal de no faltar a la verdad.

    De entre todas las amantes no hubo ninguna como Suzanne Gabriello conocida como “Zizou”. Llevaba cinco años con ella cuando empezó a esquivarla tras conocer su embarazo. La inevitable ruptura, propiciada por su cobardía y el no querer asumir una situación que él mismo había provocado, fue agria y dolorosa, llegando a las amenazas, por parte de ella, de hacer pública su situación con el consiguiente escándalo que conllevaría. Brel que empezó a dramatizar sus canciones el mismo tiempo que llevaba con esta muchacha, no quiso eludir la grabación de “Ne me quitte pas” dándole la vuelta a la situación, quizás, con el convencimiento de los egoístas, pensaba que todo debería de haber seguido como antes, reprochándole a “Zizou” la ruptura porque no quiso ser la otra.
 

VI

La niñez
 
 

 
    Brel pronunció varios aforismos a lo largo de su vida y algunos de ellos son citados con frecuencia, son bellos pero, rigurosamente, no son buenos aforismos ya que no expresan una verdad irrefutable, ni siquiera lo parecen. Podemos excusarle largamente, Brel no era un pensador sino un poeta iluminado, era su corazón el que hablaba.

    De sus frases quizás la más afortunada es aquella en la que decía; "Talento es tener ganas de hacer algo", evidentemente esta sentencia naufraga a tenor de que son muchos los que se afanan en mantener un idilio con el arte y no llegan a cogerlo por la cintura, pero es un toque de atención casi necesario para aquellos que lo tienen a su alcance y se sienten faltos de inspiración, ese algo indefinible que, como decía Picasso, tienes que hacer todo lo posible para que te coja trabajando cuando llegue.

    Amo a Brel tanto como a los Beatles, pero en estos días me decanto por el primero y una cuestión casi aleatoria tiene parte de culpa en ello; cuando cuelgo una canción de Beatles suele ocurrir que a los pocos días me la sombreen con la cantinela de los derechos de autor y las de Brel permanecen inalterables.

    L'enfance, escrita cuando ya había abandonado los escenarios y se dedicaba con escaso éxito al cine, es un ejemplo de ello, buscar una canción de Brel es tan fácil como recordar su título. Pertenece a la banda sonora del lejano oeste, cuando los indios eran siempre los malos y vivir era un sueño, con el corazón lleno y la cabeza vacía.

    Ahora los adultos tienen plumas y los burgueses se mueven en la oscuridad con sus tenebrosas intenciones de perpetuar una forma de vida que no deja lugar a la aventura. Se confiesa hijo de un buscador de oro que tuvo la desgracia de encontrarlo y con él el aburrimiento.
 
VII

Unos pantalones cortos para el viejo Peter Pan.
(Joaquín Sabina)
 


     Hace unos doce años escribí un poema en el que afirmaba rotundamente que Nunca Jamás había muerto. Lo hacía con la amargura de quien reconoce una derrota y para darle más dramatismo lo hice en mi inglés, tan lamentable como el de un muchacho que termina su bachillerato en nuestro sistema educativo.

    Hice todo lo que pude para escaparme de mí mismo al llegar a la edad adulta, Jacques Brel no era ajeno a todo esto, sí, también yo creo que los adultos son desertores que le vuelven la espalda a la infancia. Quise vivir a la mujer que amo y que me viviera y no presté oído al dicho de que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones, aunque no lo pensaba, ni lo creía, actuaba como si el talento redimiera de los pecados, excusara de las salidas de tono y llevara inexcusablemente al triunfo. Comprendí hace mucho que no, no es así, pero ha costado demasiado que lo sintiera y reconocer que hay rosas que solo tienen espinas. Tuve todo aquello que hace falta para ser feliz y no supe verlo y me sentía desdichado, si hubiera sido un hombre al uso me habría dado cuenta de lo que tenía al percibir la envidia que provocaba en algunos que debían amarme, pero no, yo estaba en otra onda, supongo que persiguiendo al capitán Garfio y pidiéndole a Wendy que se vistiera como Campanilla. No hay nada más perverso que el rechazo al amor verdadero, sufres cada vez que lo piensas y lo único que redime un poco es pensar que eras sincero, es una aberración sentir que no te quiere aquella que te ama.


VIII

El país llano
 
 

 
    A veces el amor a una madre o a una tierra provoca que la reacción negativa y descontrolada ante sus defectos pueda hacer pensar en desamor cuando no hay más que un desencanto que solo puede sentirse por aquello que verdaderamente se ama. Por eso hay momentos, entre reproches y críticas resentidas, en los que solo tiene cabida una declaración de amor apasionada.


Quand les fils de Novembre nous reviennent en Mai,
Quand la plaine est fumante et tremble sous Juillet...

Cuando los hijos de noviembre nos visitan en mayo,
cuando la llanura humea y tiembla bajo julio.

    Topofilia y topofobia son términos acuñados por la Geografía humana que designan el amor y el odio que un individuo puede sentir hacia una tierra, son unos sentimientos que adquieren unos tintes dramáticos cuando un individuo los experimenta a la vez hacia su propia tierra siendo acorralado por la devoción o por el desprecio, dependiendo del momento y se crea un conflicto personal que solo puede resolverse a base de talento cuando coexisten ambas tendencias y se reúnen la misma tarde con el aroma del café entre dulce y amargo.

    El cantante franco-belga Jacques Brel tuvo mucho de eso, con grandes equivocaciones; llamaba con asiduidad "flamingands" a cualquier flamenco, cuando era un término acuñado para definir a los colaboracionistas de Flandes durante la II Guerra Mundial. Brel se cubría, no demasiado, las espaldas afirmando que él era flamenco aunque no hablara y apenas entendiera la lengua de sus mayores (se deduce por algunas decisiones, aunque no me las creo del todo, una de ellas fue hacerse traducir las tres o cuatro canciones que cantó en su la lengua que debería haber sido la suya nativa. De su pluma tan solo aparecen algunos versos de la soberbia Marieke) .

    Hijo del dueño de una fábrica de cartones construida por su participación en el expolio del Congo, dijo en "L'enfance" que su padre era allí un buscador de oro y tuvo la mala suerte de encontrarlo y con él el aburrimiento, con un acusado sentido metafórico hurgando en la paradoja. Hasta la adolescencia era un buen chico católico que aprendería a interpretar y a tocar la guitarra con un grupito de esa inspiración religiosa que los fines de semana entretenían a ancianos y enfermos.

    Pienso que como poeta en lengua francesa del siglo XX solo le supera, quizás no, Georges Brassens, pero, aunque cueste creerlo, supera al entrañable cantante de Sête en eclecticismo musical, Georges lo era y mucho a pesar de la aparente monotonía provocada por el elemental acompañamiento con que solía interpretar sus canciones, y lo arrolla, como a cualquier otro, en su presencia en escena, apoyado en un histrionismo sentido y coordinado por sus años de aprendizaje y su obsesión por el ensayo. Nadie ha cantado en directo como Brel, lo habitual era que igualara, e incluso superara, la perfección del estudio a lo que añadía las vibraciones que irradian los focos en un concierto irrepetible como solía ser la norma.

    Nadie atacó al país llano con la pasión que lo hizo Brel en numerosas canciones y nadie lo amó con la profundidad irreflexiva de unas pocas. Le plat pays es una de las grandes canciones de Brel, al escucharla sentimos que nos transportamos al Norte, que el mar penetra lentamente en nuestra piel y que podemos tocar las agujas de sus catedrales. Al final, por nuestro amor al vuelo, pensamos en esos pájaros que vuelven en la primavera tardía de aquellas tierras oscuras con las que el sol es tan poco generoso que resulta difícil creer que tuviera entre sus hijos a un poeta cuya boca era todo corazón, cuyo pecho se abría como una flor que no conoce la primavera y gime en cada palabra por su ausencia.

20 de agosto de 2016
 
IX
 
El amor que vendrá 
 

 
    ¿Para qué quiero el dinero si el caviar ruso tiene un punto subido de sal, el iraní lleva velo y al Moët & Chandon no puedo contarle mis burbujas? ¿Para qué irme a la cama con una rubia explosiva que ni me miraría si no fuera por la aureola de mi fama?. Así pensaba Brel cuando decidió pasar la larga noche de Francia encadenando cigarrillos, tomando copas en compañía del mejor amigo que tuviera; su representante, secretario, confesor... Jojo.

    Aquel católico militante que se casó a edad temprana, no había embarazo de por medio, y que nunca rompería su matrimonio con Miche, escribió su canción más famosa para despedirse de su amante que estaba embarazada (1959). Es luminosa, pero no me gusta demasiado "Ne me quitte pas", Brel no parece Brel, más bien un sucedáneo bastante adulterado. No soporto el vídeo en el que la canta entre lágrimas, hace poco comprendí el por qué de tanta parafernalia; la escribe desde el punto de vista de su joven amante abandonada. Hasta el gran Jacques penó tocado por la tradición católica. Desde entonces la canción, además de buena, me parece convincente.

    Pero prefiero esta sencilla canción en la que se pregunta por el amor que vendrá con una ternura contenida, sabiendo que debe estar preparado para su próxima derrota; perder el norte, ser vencido no puede ser otra cosa que enamorarse para un misógino sentimental. Le prochain amour no es la mejor canción de amor de Brel, La chanson des vieux amants es intocable, tiene una jarcha en el estribillo que justificaría años de búsqueda en algunos poetas conocidos. Ahora debemos reflexionar con cierta cordura sobre la pertinencia del haiku; no hay un dramatismo más intenso y herido que una jarcha, ni un requiebro más grácil y gracioso que una seguidilla.

Alba hermosa
dime de dónde vienes,
ya sé que amas a otra,
que a mí ya no me quieres.
(Muchacha desconocida) 
 
    Si no puedo cambiar esta sonrisa por amor, lo tengo claro, perderé dinero haciendo de Don Quijote, haré películas ruinosas para recuperar el Far West si Ford y Peckinpah no se lo han quedado todo cabalgando juntos, me compraré un velero que me lleve hasta el alma errática de Gauguin.  
 
    Hace apenas unos días descubrí con extrañeza que La canción de los viejos amantes no se la inspiró una experiencia propia, sino la de sus padres. El dueño o gerente de una fábrica de cartones llevaba una doble vida que acabó ante sus hijos empañando su imagen de esposo intachable, una amante fija provocó que su esposa, bastante más joven que él, acabara engañándole también. No hubo ruptura quizás por la confesión católica de los amantes o porque estaban amoldados el uno al otro en su estilo de vida pequeño burgués. Esta revelación no ha sido un obstáculo para que siga pensando que esta canción es el más hermoso testimonio de amor que dejó Brel. 
 
IX

El moribundo

Quiero que se ría, que se cante
mientras voy de las lágrimas al silencio.
 

 
Cada uno coge el tren que puede.

    Hemos cantado a los mismos vinos, a las mismas muchachas y a las mismas tristezas. Adiós, Emilio, voy a morir, ya sabes que es duro morir en primavera, con la paz en el alma voy hacia las flores.

    Ya sé que lo he dicho antes pero no deja de asombrarme que Brel se esforzara lo mismo en el Olympia que en un pequeño local perdido en la única playa de Los Países Bajos donde el sol pasa de largo ante una gente que ama su caricia y que probablemente amaba lo que decía Brel aunque no entendieran ni media palabra. Aquí tenemos el ejemplo de su rendición incondicional ante un encantador visceral y obsesivo.

    Los curas que, probablemente, alimentaron su vocación trovadoresca convencidos de que sus intentos quedarían entre los muros de un templo y que no llegarían a ninguna parte pondrían el grito en los altares ante su deriva anticlerical y que, como Nietzsche, gritara, en su último almuerzo, que Dios había muerto mientras apedreaba el cielo. Las intachables familias burguesas esconderían a los amantes que solo visitaban las alcobas vecinas por matar el tiempo debajo de la fachada de su honorabilidad.

    Ante una muerte que, entonces, no veía cercana, se despide del amigo del alma, del cura, del amante de su mujer y de ella. Adiós cura yo te quería bien, no estábamos en la misma orilla, no estábamos en el mismo camino, pero buscábamos el mismo puerto.

X

Bowie – Brel. El demonio de los celos del bruselense.
 
 

    Ziggy Stardust nos dejó esta maravilla en 1973, cuando competía ni más ni menos con el huraño y genial Lou Reed por reivindicar para el rock, propiamente dicho, una dignidad literaria. Nadie mejor para ello que el también genial cantante franco-belga Jacques Brel, tan incorrecto como el asombroso e imponente John Wayne de las obras maestras de Ford, apasionado, misógino, poco agraciado físicamente, amigo hasta de la muerte si se le sonreía, católico y descreído al mismo tiempo, no hablaba la lengua de sus mayores, y nadie amó tanto y odió al mismo tiempo al país llano sin identidad y a su país de acogida, Francia, como él, regalando flores y tirando piedras en el mismo disco, y, en sus momentos de mayor inspiración, en la misma canción. Con nuestro Raphael[ii], el mayor monstruo de escena que ha existido, como el de Linares toreaba, jugándose la vida, hasta en los tentaderos.

    Lo único que nunca me gustó de Brel fue una pequeña declaración pasional cuando le comunicaron que Bowie había grabado “The Port of Amsterdam”. Le Grand Jacques dijo con desprecio; “Yo no quiero tener nada que ver son ese pédé[iii].

    La versión de Bowie de "Amsterdam" no pasará a la historia, no añade nada al mito, pero también grabó una versión de "La mort" titulada en inglés My death, y aquí, apoyándose en una increíble variación de Mort Schuman, consiguió una obra maestra del pop-rock.

    Creo que para un competidor nato como Brel (llevaba siete años retirado de los escenarios), tuvo que ser insoportable no poder dar una réplica a la que para mí, y no es fácil estando "Star Man" o "Soul Love", es la mejor canción de Bowie.


My Death

My death waits like an old druid'
so confident, I'll go his way
whistle to him
and the passing time...

My death waits like a Bible truth
at the funeral of my youth
we proud (drank) for that -
and the passing time..

My death waits like
a witch at night
as surely as our love is bright
let's not think about the passing time

But whatever lies behind the door
there is nothing much to do...
angel or devil, I don't care
for in front of that door...
there is you.

My death waits like a beggar blind
who sees the world through an unlit mind
throw him a dime
for the passing time...

My death waits there between your thighs,
your cool fingers will close my eyes
let’s think of that and the passing time
my death waits to allow my friends
a few good times before it ends so

Let's drink to that and
the passing time.. but whatever lies behind the door,
there is nothing much to do
angel or devil I don’t care
for in front of that door.. there is you.

My death waits there among the leaves
in magicians mysterious sleeves
rabbits and dogs and the passing time
my death waits there among the flowers
where the blackest shadow, blackest shadow cowers
let’s pick lilacs for the passing time.

My death waits there, in a double bed
sails of oblivion at my head
so pull up the sheets against the passing time
but whatever lies behind the door
there is nothing much to do
angel or devil....I don’t care
for in front of that door
there is........................
thank you.

( Variación de Mort Shuman de la canción de Brel)
 

 

Mi muerte

Mi muerte espera como un Viejo druida / segura de que voy hacia ella / silbándole / al tiempo que pasa.

Mi muerte espera como una verdad bíblica / en el funeral de mi juventud / brindemos orgullosos por ella / y por el tiempo que pasa…

Mi muerte espera como una bruja en la noche/ tan cierto como nuestro amor brilla / como el tiempo que pasa.


Pero haya lo que haya detrás de la puerta / no podemos hacer nada / ángel o demonio, ¡Qué más da! / si detrás de la puerta / estás tú.

Mi muerte espera como un mendigo ciego / que ve el mundo a través de una mente sin luz / echémosle una moneda / por el tiempo que pasa.

Mi muerte yace entre tus muslos / tus fríos dedos cerrarán mis ojos / Pensemos en esto y en el pasado / Mi muerte espera entregarles a mis amigos / algo de los buenos tiempos antes de que todo acabe.

Brindemos por ello / y por el tiempo que se va…/ Pero haya lo que haya detrás de la puerta / no hay nada que hacer / ángel o demonio, ¡Qué más da! / Pues delante de la puerta estás tú.

Mi muerte espera entre el follaje / entre las mangas de misteriosos magos / conejos y perros y el pasado / mi muerte espera entre las flores / que la sombra más oscura y siniestra cubre, / Cojamos lilas por el tiempo que pasa.

Mi muerte espera en una cama inmensa / Navega en el olvido de mi pensamiento, coloquemos las sábanas para detener el tiempo que pasa. / Pero haya lo que haya tras la puerta / No hay nada que hacer / ángel o demonio… No me importa / porque delante de la puerta / está…. Gracias.

     Creo que era más fama que otra cosa, pienso que hay muchas mujeres que lo encuentran sumamente atractivo.
 
[ii] De todos los que hablamos en castellano.
[iii] Pédé: Despectivo por homosexual.


    Hay un par de cosas que quisiera decirte, la primera es que hasta poco antes de escribir el artículo (o lo que sea) no sabía que la canción original era ni más ni menos que de Jacques Brel y hacía muchos años que la conocía y la segunda que no había sido David Bowie el autor de la versión del texto en inglés, esto último te lo debo a ti, creo que son detalles muy a tener en cuenta. Comprendo que te guste más lo que dice Brel, pienso que tu criterio es muy acertado, como canción ( es lo que deduzco) pondríamos la de Bowie ya que es una de sus joyas, hecho que no debería preocuparle al cantante bruselés, ya que pienso que "La mort" quizás por esa orquestación excesiva que tiene no está entre sus mejores canciones, quizás lo habría estado de haber revisado esto en la década de los sesenta o de los setenta. Por supuesto que como letra prevalecería la de Brel en una de sus obsesiones temáticas, aunque hay que aplaudir la versión inglesa, muy por encima de lo que suele ser habitual en el rock y perfectamente adaptada a él.
 
XI
  
La canción de los viejos amantes
 
 


    Hace apenas unos días descubrí con extrañeza que La canción de los viejos amantes no se la inspiró una experiencia propia, sino la de sus padres. El dueño o gerente de una fábrica de cartones llevaba una doble vida que acabó ante sus hijos empañando su imagen de esposo intachable, una amante fija provocó que su esposa, bastante más joven que él, acabara engañándole también. No hubo ruptura quizás por la confesión católica de los amantes o porque estaban amoldados el uno al otro en su estilo de vida pequeño burgués. Esta revelación no ha sido un obstáculo para que siga pensando que esta canción es el más hermoso testimonio de amor que dejó Brel.


XII

El moribundo

Quiero que se ría, que se cante
mientras voy de las lágrimas al silencio.
 

 


Cada uno coge el tren que puede.


    Hemos cantado a los mismos vinos, a las mismas muchachas y a las mismas tristezas. Adiós, Emilio, voy a morir, ya sabes que es duro morir en primavera, con la paz en el alma voy hacia las flores.

    Ya sé que lo he dicho antes pero no deja de asombrarme que Brel se esforzara lo mismo en el Olympia que en un pequeño local perdido en la única playa de Los Países Bajos donde el sol pasa de largo ante una gente que ama su caricia y que probablemente amaba lo que decía Brel aunque no entendieran ni media palabra. Aquí tenemos el ejemplo de su rendición incondicional ante un encantador visceral y obsesivo.

    Los curas que, probablemente, alimentaron su vocación trovadoresca convencidos de que sus intentos quedarían entre los muros de un templo y que no llegarían a ninguna parte pondrían el grito en los altares ante su deriva anticlerical y que, como Nietzsche, gritara, en su último almuerzo, que Dios había muerto mientras apedreaba el cielo. Las intachables familias burguesas esconderían a los amantes que solo visitaban las alcobas vecinas por matar el tiempo debajo de la fachada de su honorabilidad.

    Ante una muerte que, entonces, no veía cercana, se despide del amigo del alma, del cura, del amante de su mujer y de ella. Adiós cura yo te quería bien, no estábamos en la misma orilla, no estábamos en el mismo camino, pero buscábamos el mismo puerto.
 
XIII
 
Es muy fácil
 

 
    Ya lo he dicho antes alguna vez, pero el amor es una verdad que la siento de tal forma que se convertiría en eso aunque fuera extraída de la más profunda mentira que habite en mi corazón. Lloraremos de angustia mientras el amor se muere como hacen los hombres cuando nadie los mira.

    No, no me siento cómodo cuando hablo del bruselense
tan ensimismado él en buscarle las vueltas a su enorme talento para hablar con valentía de las grandes preocupaciones del hombre y ofrecernos un punto de vista equidistante entre el vicio y la virtud, la realidad y las apariencias, la mentira y la verdad. Su exquisita y diletante perversión dialéctica no nació del éxito sino del fracaso más tenebroso acentuado por la lejanía de su mujer y sus dos primeras hijas, y la ausencia de amigos hasta bien entradas las horas de la noche.

    Refiriéndonos a las sombras de sus comienzos hay una presentación que da un juego casi macabro en el que pone en juego la integridad futura de su imagen ayudándose de la radio para amplificar su ironía en la defensa del silencio en quienes, aparentemente, se les sale el corazón por la boca cada vez que ocurre algo por lo que reír o llorar.

    Brel es entonces un cantante muy joven pero un tanto fundido, dispuesto a hacer lo que sea con tal de no volver a perder el tiempo en la fábrica de cartón del buscador de oro que era su padre.

    Quizás la permisividad que mostraron los presentadores estuviera dirigida a la vida a un pirado católico procedente del país llano, flamenco de lengua francesa, y nunca flamingand[ii] cerrado, hablando nunca, ni siquiera mal, la lengua de sus mayores o, simplemente, porque se pensara que no llegaría a ningún sitio con su actitud agresiva y su crítica radical a la gente de la que pretendía vivir con sus canciones.

    Bélgica, en términos ciclistas[iii] no es un país tan llano, como hubiera Brel diseñado, están las Ardenas donde se arremolinan en una piel menos afortunada la mayoría de los francófonos, que se lo pregunten al decimoséptimo de la última Liège-Bastogne- Liège, sin oro ni oropel y la duda de la renovación después de haber salvado doce cuestas largas y sin saber con qué animo presentarse siete minutos más tarde que el primero recibiendo el aplauso de los amantes de los culos gordos enamorados de las carreras de un día. La decana[iv] es, como Jacky, demasiado clásica para los escaladores más puros, pero demasiado montañosa para los clasicómanos.

*** *** *** *** ***

    Es muy difícil componer una canción como C'est trop facile[v] y no acabar tu carrera en tu presentación. Cuando eres un desconocido y le añades, aunque sea con ironía, eso de le Grand Jacques[vi] puede ser interpretado como una provocación, cuando eres un joven que dice sentirse bien, mientras sufre, en el París que no dejaba lugar a los vencidos, que reconstruía su imagen luminosa después de un tiempo viviendo en el horror de las tinieblas. Pero París y la clase más representativa de esa sociedad había aprendido a no mirar atrás, los signos exteriores parecían gritar que apenas hubo colaboracionistas, que la inmensa mayoría amaba a un país libre.

    Es muy fácil ser magnánimo cuando entregas el polvorín de las humedades resecas a su suerte y contra el viento, cuando te confiesas todos los días porque inconscientemente piensas que tu vivir cotidiano de pequeño burgués es una reiteración eterna de pecados no tan pequeños como la longitud de unas narices que nunca dejan de crecer, aunque nunca hayas escuchado hablar de Pinocho ni de un político en campaña electoral. Pero en anticlericalismo aparece con virulencia en quien alguna vez creyó fervientemente en los que cumplían el papel de intermediario entre el hombre y Dios.

    Es muy fácil decir que aquella guerra de niño y en la adolescencia fue la última mientras los cementerios siguen recogiendo cadáveres por el mundo, cuando las armas siguen en pie, llorar de amor como un hombre que sufre un desengaño y piensa que no volverá a enamorarse.

6 de enero de 2015.


C'est trop facile d'entrer aux églises
de déverser toutes sa saleté
face au curé qui dans la lumière grise
ferme les yeux pour mieux nous pardonner.

Es muy fácil al entrar a la iglesia
derramar toda nuestra suciedad
enfrente del cura que bajo la luz gris
cierra los ojos para mejor perdonarnos.


C'est trop facile quand les guerres sont finies
d'aller gueuler que c'était la dernière
amis bourgeois vous me faites envie
vous ne voyez donc point vos cimetières.

Es muy fácil cuando acaba una guerra
ir a gritarque esta era la última.
Os envidio amigos burgueses,
acaso no veis los cementerios.

C'est trop facile quand un amour se meurt
qu'il craque en deux parce qu'on l'a trop plié
d'aller pleurer comme les hommes pleurent
comme si l'amour durait l'éternité.

Es muy fácil cuando un amor se muere
y parte en dos lo que ya estaba plegado
ir a llorar como los hombres lloran
como si el amor durara una eternidad.



[i] Bruselense: Vaya gentilicio feo, con lo fácil que hubiera sido decir bruselés.
[ii] Flamingand: Rigurosamente aquel flamenco que había colaborado con los nazis. Brel, con sus excesos, utilizaba esta palabra con demasiada relajación para referirse a casi todos los flamencos sin tener en cuenta que muchos de ellos tenían costumbres dudosas pero murieron por la libertad.
[iii] Quizás no haya habido país que ame tanto el ciclismo como Bélgica.
[iv] Es el título oficioso que tiene por ser la clásica más antigua del calendario.
[v] C’est trop facile: Es muy fácil.
[vi] Es más que probable que este título se lo ganara a pulso años después.
 
XIV

Le gaz
 
 

    En la España del tardofranquismo los butaneros y los curas se distinguían por su elevada descendencia, la gente perseguía los pasos con la esperanza de poder alcanzar el cielo y a los poetas los ponían de espaldas en la pared cada vez que escribían un buen poema; ocurría rara vez, era tan difícil como buscarlo en el foro más transitado.

    Brel era descreído pero rezaba todos los días al salir de casa porque, como explica en esta cancíón, ella vivía en la calle de la Virgen. También Francia quedó rendido al atractivo erótico de los hombres del gas y a la proclividad de los curas a rodearse de sobrinos, aunque de esto último no diga nada la canción.

*** *** ***
 
    Ya sé que Brel, por estos pagos, en estos días, concita la misma atención que yo mismo, pero traerlo a este portal y constatar que nadie tiene algo que decir es una representación sin gracia de la injusticia cultural. Muchas veces la diferencia entre un gran cantante que se expresa en francés y otro que lo hace en español es que a uno no le entendemos aunque nos hable de costumbres de sobras conocidas y al otro le entendemos aunque no sepamos de qué nos está hablando. Todos seríamos devotos de una calle si en ella habitara la mujer de nuestros deseos.

1 de enero de 2017 
 
XV
 
Je ne sais pas 



    Sobre los flamencos 
 
    Humildad es darte cuenta de que tienes talento y saber actuar, sin demasiado esfuerzo y con convicción, como si no lo tuvieras.

    No desprecio a los caballas porque no me hayan admitido entre ellos sino porque no lo hicieron por no despreciar a la gente humilde a la que pertenezco. Hay un estatuto para ellos de cuyo árbol cuelgan medallas, todavía quedamos aquellos que esperamos que vuelvan a crecer las hojas. (Sobre los Flamencos)

    Hay buena gente tan mala que nunca se mira hacia dentro por miedo a que se rompan los espejos impolutos de su respetabilidad.

    Hay tanto que hablar de la realidad que hacerlo de la ficción suele ser una pérdida de tiempo, los grandes novelistas son aquellos que son capaces de encontrar sueños cuando buscan realidad. Soñar es lo hermoso que queda cuando hemos exprimido la pulpa de la rutina, cuando nos revelamos contra creer solo en aquello que tocamos con los ojos y no alentar aquello que tocamos con el corazón.

    Escribir un aforismo puede ser unos segundos de lucidez en los que no sabes lo que dices o varias horas en una cámara oscura en que no sabes lo que has ido diciendo.

    No creo en los dioses pero quiero creer en la inmortalidad del alma.

    Hay quien lucha contra Dios estando a su lado y quien lo hace contra el destino con todas sus consecuencias.

    Si la mayoría llevara siempre razón tendríamos que admitir que en España elegimos bien a los gobiernos

    Mi angustia no reside tanto en el hecho de que piense que puedo estar equivocado sino en la seguridad absoluta de que la mayoría lo está. Creo que es una de las sensaciones más amargas que puede experimentar un demócrata.

El buen Dios

    ¿Y si Dios existiera y no fuera bueno, y anduviera siempre preocupado por su propia eternidad porque no la comprende?

    Dios se durmió cuando creó al hombre y todavía no ha despertado.

*** *** *** *** ***

Brel en el corazón

    Brel fue alguien que no cesó nunca de tirar piedras contra su propio tejado y siempre fue capaz de recomponer los destrozos. Por amor nos castigamos y nos redimimos. No todos los flamencos lo han perdonado.

    Encadenar cigarrillos y copas no debe ser una mala forma de arreglar el mundo cuando tantas personas lo hacen, es tan eficaz al menos como gritar nunca más mientras no se cambia de costumbres; practicamos la guerra en otros territorios y hablamos de conflictos como si la guerra no lo fuera.

    Estar alegre o borracho depende más de la extracción social que del alcohol que se haya ingerido..

    Su enorme talento y su sensibilidad sin límites le hacen vulnerable ante una sociedad que no quiere entrar en la hondura de una declaración de amor, el lamento miserable por un romance que muere ni en denunciar la perversión aceptada de las buenas costumbres. La inconsistencia ideológica de los hombres que, demasiadas veces, está más relacionada con su situación económica que con la belleza de su pensamiento, y la muerte que siempre espera con una paciencia infinita...


La niñez

    Nos queda el recuerdo de la niñez para salvaguardar un poco de ternura y para ver el amor como un prodigio y un vuelo que tienen que llegar cuando los violinistas vuelvan al tejado o los barcos de Dylan encuentren puerto.

    La niñez es un lugar que nunca deberíamos dejar atrás o un sueño del que no tendríamos que despertar para creer en la vida.

    Brel amaba las alturas de tal forma que prefería morir en el vuelo antes que vivir con los pies en el suelo.

    Brel llegó a Francia huyendo de una fábrica de cartones, si tenía que estrellarse contra algo debía ser contra las piedras de Notre Dame.

    Es posible que Brel fuera más crítico y amargo cuanto más éxito tenía, más desesperado cuanto más se movía en la tranquilidad de una vida resuelta, más despreciativo y desconsiderado con el hombre común cuanto más lo amaba, cuanto más le hubiera gustado ayudarle a que se rebelara contra su destino en la mediocridad de las supuestas buenas costumbres. Quien busca la verdad puede vivir la angustia de no encontrarla, pero si lo hace es muy probable que viva una eterna agonía.

    Ya no lloramos por un pájaro muerto, ya no soñamos con un gran amor, el tiempo nos ha quitado las maletas de la mano y la identidad del bolsillo de la camisa.

    Una de sus características más acusadas era que su palabra iba tres segundos por delante de sus pensamientos.

    Quizás ningún músico haya sido más ecléctico que Brel, nadie haya desarrollado sobre un escenario un dramatismo más convincente o cantado al amor como si fuera un sueño que se le reclamara a la vida.


Misoginia aparte

    Las mujeres suelen ser más permisivas con los hombres que buscan sexo que con los que buscan amor.

    Los hombres piensan siempre en el sexo, en los ratos que les deja libres ese siempre siguen pensando; hablan de fútbol y de mujeres.

La buena gente

    La mayoría escribe lo que puede, unos pocos lo que quieren; entre estos últimos hay demasiados que no saben lo que quieren y el resto solo sospecha lo que no quiere escribir. Por suerte queda un sitio para Galdós, García Márquez, Camus...que no está localizado en ningún navegador.

    Lamento que tanta gente haya dejado de importarme.

Las equivocaciones

    En mis ofensas no discrimino a nadie.

    Equivocarse es un arte y cómo cualquier otro requiere conocimientos y experiencia para saber en qué merece la pena estar equivocado.

    Tan importante cómo llevar razón es el modo en que la defiendes.

    Escribo para vivir. Es posible que acabe viviendo para escribir; nunca sería mi deseo.

    Es necesario No comprender a la gente, comprenderla suele ser una causa para pegar un grito.

El payaso profundo que glosa mis tristezas
frecuenta las consultas, persigue batas blancas
con nombre de mujer,
fuma en los hospitales, toma el pezón perdido
que sonríe a la muerte...
entre sus manos...
y no hay ninguna queja.
5 de mayo de 2011.
 

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.