Ahora vuelvo al parque descuidado
de la Argentina
con sus puertas abiertas y veladas,
te recuerdo y no estás en sus bancos ausentes,
busco la remembranza de tu aliento
mientras hierve en mis ojos el hombre fracasado
que venera los tuyos y se enamora
de la canción del mar, de las flores que brotan,
de tu misterio
y se enreda en las hojas del laurel
reseco y carcomido de la historia perdida
que arrastra su tiniebla en el vapor lejano
que se hunde en el mar turbio de tus secretos.
II
Se derrama en la noche el lirio de tu ausencia
como una carta amarga que no puede escribirse
y sigue en la mesita
donde teje la angustia de un amor disidente
que lucha con los monstruos sombríos del rencor.
Muere el parque de siempre con el alma
de un banco que no espera
al viajero cansado que escruta el horizonte
de los viejos amantes que perdieron las riendas
de nuestra libertad.
Rompen los coches roncos la frontera y los muros
murmuran en la savia de los lirios
que murieron en el rostro del último verano,
y no vuelve tu aliento sobre mi nombre errante,
no tengo tu caricia como si fuera mía,
como si me abrigara
el viento del pasado que recorre tu pelo
y volviera el estigma de tu piel al jazmín.
Yace abierta una llaga que brilla en el futuro
que nunca llegará a los labios de Abyla
cuando muera la barca que abraza otros mares
para seguir desiertos en las noches de luna,
cuando ya no se vea tu lengua en el teatro
de la acera que escucha del naranjo la rabia,
el grito del poeta
que guarda en cada encuentro con las sombras
un papel apagado que hierve en el olvido.
He sentido en mi pecho el pulso de los astros,
las palabras del loco que escribe en las paredes
de una noche romana que agita la memoria
de un libro amortajado
que arrastra la amargura de un verso interrumpido,
y no puedo tener la luz de tus columnas,
el sueño de vivir
la magia de tu piel tersa entre mis manos,
tu sonrisa en el verde de alcanzar lo vivido,
el ansia de sentir tus sábanas abiertas
llorando en la deriva amarga de los puertos,
viendo partir los barcos que no regresarán
y no quieren perder la huella de tus surcos.