El 11 de
Abril de 1950 se produjo la última ruptura amorosa del poeta y escritor
italiano Cesare Pavese. Constance Dowling, así se llamaba la actriz americana
de la que se enamoró, no haría olvidar a Pavese del que fue el gran amor y la
gran decepción de su vida; Battistina Pizzardo,“la mujer de la voz ronca y dulce que no vuelve del
silencio", pero pudo haber sido una tabla a la que asirse
para vencer esa manía de soledad que le corroía.
Los poemas los escribí el 11 de Abril de 2011 (excepto el 4, dos o tres días más tarde) después de leer un artículo en un periódico en el que se reflejaba que esta ruptura fue el último eslabón que desencadenaría el trágico final del poeta. Me precipité y algunos de los poemas arrastran problemas de consistencia por ello; supuse que Constance era una niña cuando su país entró en la contienda, y, en realidad, no había nacido aún y sus ojos eran color avellana, no azules. De todas formas decidí dejarlo porque se mantenían la intención y los motivos con los que estaba escrito; dos países que entran tarde y vencen en la misma guerra, uno sale moralmente reforzado como primera potencia, la que ha hecho bascular una contienda incierta hacia el triunfo de las "democracias" sobre los viejos imperios. Además la disputa lejos de su territorio (por supuesto que pierde hombres y es doloroso que no se mencione mucho este detalle en comparación a como se celebra lo conseguido), el otro sufre la devastación del suyo, un número de víctimas muy elevado, la pobreza, el conflicto social y la degradación moral que dejarán el terreno abonado para el advenimiento del fascismo, hecho trascendental en la trayectoria vital de nuestro poeta, se le aisló como intelectual y sufrió un exilio durante el cual pudo comprobar la poca importancia que tenía afectivamente para el gran amor de su vida.
...Ogni giorno la breve finestra
s'apre immobile all'aria che tace...
(Cesare Pavese)
s'apre immobile all'aria che tace...
(Cesare Pavese)
...Cada día la breve ventana
se abre, inmóvil, al aire que calla...
(Tr. José Agustín Goytisolo)
(Tr. José Agustín Goytisolo)
1
Al sentir tu voz ronca tan
cerca de mi aliento,
al saber que para siempre te
alejabas
supe que no había sitio para
mí en esta calle,
en este turbio hotel de
pequeñas ventanas.
No me puedo alegrar de haber
roto el silencio,
el cielo azul celeste oculto
en tu mirada,
el cabello alentado por los
expresionistas
no serían para mí que los
reverenciaba.
2
El amor siempre lejos,
esquivo, angustiado.
Tantos años cuidando la lira
en extremo,
traduciendo en la sombra
versos de madrugada,
y ahora se me rompen los hilos
de tu encanto
cuando marchas segura al tren
que nos separa,
cuando la primavera asoma en
los andenes
y cómicos errantes vagan por
estaciones,
el alma se me hunde
ebria en la soledad
de siglos que corroen, se
agolpan, desesperan.
en pórticos y estancias,
arcadas y recuerdos.
3
Primera Guerra
Para
vivir en mí un encuentro pasado
tengo que atravesar la calle de tu infancia,
lejos, con otro acento, otras divagaciones
distintas a las mías.
tengo que atravesar la calle de tu infancia,
lejos, con otro acento, otras divagaciones
distintas a las mías.
Mi tierra maltratada por hierro y cañones
donde las pesadillas eran el patrimonio
de locos que luchaban y minaban los montes
sin ninguna esperanza de amar al enemigo.
Mi
tierra maltratada
tan lejos de la tuya que abría una sonrisa
en cada recoveco, cada trozo de olvido
donde crecían los trigos limpios sin primavera.
tan lejos de la tuya que abría una sonrisa
en cada recoveco, cada trozo de olvido
donde crecían los trigos limpios sin primavera.
4
Segunda Guerra
Tu non sai le colline
dove si è sparso il sangue.
(Cesare Pavese)
No conoces los montes
donde corrió la sangre.
(Tr. José Agustín Goytisolo)
dove si è sparso il sangue.
(Cesare Pavese)
No conoces los montes
donde corrió la sangre.
(Tr. José Agustín Goytisolo)
Para cuando me muera, tendido en mi sudario
se apagará conmigo
el muchacho que tiembla en la colina
con el polvo cegándole los ojos,
el horror de los pasos que se acercan
y las frases solemnes en las temibles
rampas angostas de un gigante que no siente.
La pólvora y la muerte elevadas
a un ritual de honor y de conquistas
y un himno alentando la barbarie
con los cuerpos desgarrados en la niebla.
Arrinconados, en la altura
enrarecida de los montes Dolomitas,
el amor que esperaba y no me diste,
las cartas sin remite que nunca me enviaste,
y caricias que tendrían otro destino
mïentras
el silencio y la noche mordían con su abrazo
mi alma en la litera
y ardía el mundo de los tiernos y de los tristes
devastado por los celos de la espera que no muere.
5
Epílogo
En el amplio salón donde actuabas
las cortinas cubrían la luz de aquella tarde,
¿Por qué sería tan tímido? ¿Por qué no te abordaba?
Aquel miedo al rechazo tan áspero, tan mío,
hizo que se enfriaran los roces primigenios.
La dulce avenida del enamoramiento
se teñía de gris por no saber hollarla,
y yo me maldecía por haber convertido
en nube aquel encanto,
en sueño el desvarío.
(Publicado en Blogger 19/12/2012)
(Publicado en su revisión primera el 30/12/2012)
¡Que historia tan desoladora y tan bellamente descrita! Verdaderamente emotivo y de una estética impecable.
ResponderEliminarCon toda mi admiración y mi respeto.
María Caparrós.
Gracias, María, una respuesta como la tuya puede hacer que siga con ganas de publicar lo que voy escribiendo. En los casi dos años que llevo en esto he intentado crear diálogos y opiniones, situarme en un mundo que suponía muy por encima de la sociedad nuestra de cada día. Estoy contento con este poema que no pretendió otra cosa que ser un homenaje íntimo a un poeta crucial en mi vida y en el que acabé reflejando mi repulsa hacia el perfil más perverso y brutal del hombre, la soledad en el amor, la incomprensión en la poesía, no me refiero al hecho de escribir pretendidos versos.
ResponderEliminarTe agradezco la delicadeza de haber acaparado en este poema que me permitió llegar a mí mismo, precisamente porque empecé pensando en otra persona.
Un abrazo.
Vuelto a revisar el 19 de Diciembre de 2014, a las 11:25 A. M.
ResponderEliminarEs extraordinario, Enrique.
ResponderEliminarDebes escribir prosa o poesía, pero no dejar de hacerlo nunca, tienes ese don y tu semilla debe florecer, multiplicarse, lo contrario sería ir contra Natura.
Así hablo como lectora tuya, como una persona que reconoce el talento cuando lo tiene delante; como amiga te admiro y te quiero, me honras.
Un fuerte abrazo, siempre:))
He seguido insistiendo en este poema, María, que nació en un instante preciso. Es difícil saber si hemos interpretado bien a nuestros poetas, aunque creo que lo más importante es recrear lo que se nos ha quedado en la memoria; la soledad, las dificultad en entablar una relación amorosa, los remordimientos por no haberse echado a los montes como hicieron otros, la poesía como un sueño indefinido. Supongo que él no hubiera podido imaginar que se le recordaría por sus últimos versos, esos que surgieron de un deseo no realizado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me detuve en mi camino para leer tu voz
ResponderEliminarme han gustado tus letras porque salen del corazUn
Te agradezco tus palabras Recomenzar. Siempre es hermoso hacer lo que se pueda para reivindicar a un hombre bueno con la pureza de los elegidos como Cesare Pavese.
EliminarUn abrazo.