Perdido
en el silencio de tu acera vacía,
veo
pasar los ángeles que gritan el ocaso
mientras
corren las hojas y los poemas huyen
en trenes sin vagones y miradas sin alma
en trenes sin vagones y miradas sin alma
que
no encuentran destino amable y la sonrisa
ahogada en el humo de vitrinas ornadas
enfrente
de los bancos
donde tiembla el periódico,
donde
los vagabundos no encuentran una estrella
queda un halo de luz para seguir viviendo
un sueño de elegancia entre las galerías.
Ya
no puedo evocar
los
días que se agolpan en tus ojos que hieren
mi
soledad y arrancan un latido sin voz
para
estrechar la acera que abriga nuestros árboles,
tus
ojos se detienen entre la enredadera
que
ocultan las palabras cansadas que te escribo.
¿Es
preciso seguir si el amor no me mira?
¿Es
más fuerte tu olvido que todas mis tristezas?
Ya no puedo ascender
a tu falda plisada del
alfiler cogido
como un broche angustiado,
tu huella se perdió en
un último estanque
y arrastra otros pasos,
otra rosa de nube,
entre los calendarios
olvidaste mi fecha,
ya no hablaré de amor
cuando diga tu nombre,
sintetiza la muerte el
color de tus ojos,
me equivoqué, lo
sabes, y no me lo dijiste,
me dejaste soñar en un
azul confuso
ahora sé que la muerte
lleva otro vestido,
tiene otra mirada,
miente con otros labios.
15 de octubre de 2015
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.