“A menudo un
poeta se acusa y se calumnia,
exagera, por amor, su propio desamor,
exagera, para castigarse, su propia ingenuidad…”
exagera, por amor, su propio desamor,
exagera, para castigarse, su propia ingenuidad…”
(Pier Paolo Pasolini)
El poeta y el político vocacional siempre mienten, éste sabe que lo hace,
doblega a la mentira y utiliza el conocimiento de la verdad para ponerle su
túnica cuando lo cree necesario, a través de las apariencias logra una vida
mejor y, a veces, acaba muriendo por los placeres que le proporciona esa
vida El poeta, en cambio, acaba creyendo
siempre sus mentiras, tiene innumerables problemas a causa de ellas y a ellas
se consagra con el candor de un niño. En algunos casos muere por ellas con la
autenticidad de un mártir…
Pasolini escribió en un poema que hubiera dado la vida por aquellos a los
que amaba. Yo añadiría que incluso por muchos a los que no amaba ni merecían
ser amados y yo, que no compartí ni un solo minuto de mi vida con él, ni una
sola de sus mentiras, le creo.
Sé que he mentido y que lo
haré siempre
porque morirá conmigo el
miedo
a sentir y a decir lo que
siento,
que llamaré hermano
a alguien con unos padres
distintos a los míos,
que le diré cuando enferme
que no fui a visitarle,
por no causarle molestias,
que pensaba en él todos los
días
y le recordaré que el mundo
se derrumba
pero estamos nosotros para
mantenerlo en pie,
para demostrar que vivir
vale la pena,
que la amistad no existe
en este mundo sin entrañas
que hiere
a las almas sensibles,
pero somos distintos y
creemos
en el amor que no supieron
darnos.
Le pediré quitando hierro al
asunto,
o quizás se me olvide,
que perdone a mi hijo cuando
le insulte
mientras teclea el pan que
me había traído
y lo mastica mientras habla,
y yo no le diga nada por no
estropear la fiesta
y cuando le pregunte a mi
otro hijo por el color de su bandera[1]
y no sepa que le dice,
le diré que, tranquilo, será
uno de los nuestros.
Sé que miento y esta es
la única verdad que me
queda,
el único credo que me pone
al lado de los que toman
decisiones,
con decirlo justifico lo que
he hecho
y lo que he dejado de hacer;
llevaré a la cruz a un
oscuro profeta
por haberme lavado los pies
una noche sin destino,
el bienestar es todo a lo
que uno puedo aspirar
por encima de todo
pues no creo en la otra vida[2],
y hay que divertirse si es
preciso
bailando sobre todas las
tristezas.
Lloré algún día
por los negros apaleados
que se amotinaron en las
Murallas del Ángulo,
pero eso es otra historia,
aquel día estaba enfermo
y nadie vino a visitarme.
[1] Sé que no es
bueno aclarar demasiadas cosas en un poema, pero ésta es muy significativa y me
puede el miedo de ser malinterpretado,
no creo en las banderas.
[2]
Casi todas las personas ateas o agnósticas que conozco las tengo entre las
mejores, respetuosas con las ideas de los otros y tan deseosas como el que más
de que exista otra vida, pero no quieren engañar a lo que les dicta su razón.
Desconfío de quienes hacen una ostentación exagerada de su falta de fe y un uso
desproporcionado de la blasfemia, hay excepciones, ahora se me viene a la mente
una.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.