viernes, 14 de julio de 2017

Catulo - Carmen III



Llorad, y no paréis ¡Oh, Gracias y Cupidos!, 
como suelen hacerlo los hombres más sensibles.

Ha muerto el gorrión orgullo de mi amada,  
su preciado tesoro era ese pajarillo,  
el mismo al que quería más que a sus propios ojos;  
era como la miel, volaba hacia su dueña 
como una niña  corre de su madre al encuentro
y nunca se apartaba del regazo que adoro,   
y saltando,  y brincando a su alrededor piaba   
por llenarla de gozo sin pausa ni tristeza.

Surca ahora una ruta terrible de tinieblas,  
busca el lugar sombrío de donde nadie vuelve.

¡Oh, maldita y perversa oscuridad del Orco  
que marchitas y extingues todo lo que es hermoso;  
me arrancaste el gorrión que su pecho alegraba!

¡Oh, perversa fortuna, pajarillo perdido!  
Ahora, por tu culpa, los ojos de mi niña 
enrojecen sin tregua hinchados por el llanto.

2 comentarios:

  1. Sensibilidad y ternura en un tiempo donde ninguna de las dos eran bien vistas.

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  2. Hay algo que llevaremos siempre con nosotros, Joaquín. Los años, cada vez más lejanos, de la Transición, nos dejaron un amor sincero por el arte.
    Ahí quedaron los libros, las películas, los discos en los que seguimos apoyándonos en nuestras búsquedas sentidas. Quizás duerman en estos días para una gente que no los ama porque no quiere conocerlos.
    Como tú me demuestras, escribir poesía es un compromiso irrenunciable con nosotros mismos. Hemos de hacerlo por más que nos ladre el hombre que no ha querido salir de las cavernas.

    Un abrazo.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.