¿Para qué quiero el dinero si el caviar ruso tiene un punto subido de sal, el iraní lleva velo y al champán no puedo contarle mis burbujas? ¿Para qué irme a la cama con una rubia explosiva que ni me miraría si no fuera por la aureola de mi fama? Así debía pensar Brel cuando decidió pasar la larga noche de Francia encadenando cigarrillos y tomando copas en compañía del mejor amigo que tuviera; su representante, secretario, confesor... Jojo[i].
Aquel católico militante que se casó a edad temprana, no había
embarazo por medio, y que nunca rompería su matrimonio con Miche, escribió su
canción más famosa en 1959 para despedirse de su amante que estaba embarazada.
Nunca
me gustó demasiado "Ne me quitte pas", la razón principal podría
venir de la subjetividad negativa que me había dejado su éxito, pero también jugaba
un papel importante que Brel no parece Brel, más bien un sucedáneo edulcorado,
pierde la marca del hombre herido que arremete contra todo lo establecido en su
desesperación mesiánica; el profeta que juega a creer que cada nuevo amor será
el definitivo. No soporto el vídeo en el que la canta entre lágrimas, hace poco
comprendí el porqué de tanta parafernalia, tanto evocar el amor de los
perdedores, la ternura patética de los perdidos; la escribe desde el punto de
vista de su joven amante abandonada. Hasta el gran Jacques penó tocado por la
tradición católica y la idea de que no se puede romper un matrimonio aunque
esté roto.
Desde
entonces la canción, además de buena me parece convincente; la letra es
maravillosa aunque esté fuera de los registros reconocibles de su autor y se
inscriba en los callejones tortuosos y luminosos del romanticismo intemporal
que tanto había luchado por desmitificar.
Pero prefiero esta sencilla canción en la que se pregunta por el
amor que vendrá con una ternura contenida y estoica, sabiendo que debe estar
preparado para su próxima derrota; perder el norte, ser vencido no puede ser
otra cosa que enamorarse para un misógino sentimental que amaba como nadie a
las mujeres hacia las que no podía evitar resentimiento por las horas de dolor
que le habían entregado.
El
siguiente amor[ii]
no es la mejor canción de amor de Brel, La canción de los viejos amantes[iii] es, para mí, intocable
en su pedestal con columna clásica elegante y amarga, tiene una especie de
jarcha[iv] en el estribillo que
justificaría años de búsqueda en algunos poetas conocidos.
*** *** ***
Si
no puedo cambiar esta sonrisa por amor, lo tengo claro, perderé dinero haciendo
de Don Quijote, haré películas ruinosas para recuperar el Far West si Ford y
Peckinpah no se lo han quedado para siempre, aprenderé a volar para embeberme
de los Mares del Sur, me compraré un velero que me lleve hasta el alma errática
de Gauguin, seré enterrado muy cerca de sus pasos mientras las muchachas jueguen
y sonrían en la orilla como si la pérdida de mi alma no pudiera sumirlas en la tristeza de vivir sin amor.
... ... ...
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.