lunes, 3 de julio de 2017

Mientras el carmín huía de tus labios.








La última vez que te vi tenías el cuerpo hinchado, el rostro amoratado, el Nembutal[i] rebosaba por tu piel mientras rezabas en silencio con las manos cruzadas a un anhelante Dios que siempre fue, para ti, un desconocido, mientras el carmín huía de tus labios y tu sonrisa se apagaba en el Bosque de Brent cuando soñabas con la Gran Manzana y su agonía aturdidora entre los murmullos del río, entre la angustia de los puertos con el resplandor errático de las luces de neón por la noche y los oficinistas[ii] en rebelión constante contra su propia mediocridad que deslumbraba en el café del bar tempranero donde no se dejaba de hablar con pasión de poesía y, para justificar el fatalismo de Philip Larkin[iii], de la caída de un equipo y la coronación de su némesis[iv]

Entonces pensabas en los puentes que ya nunca podrías cruzar mientras los enterradores se preguntaban sorprendidos, asustados, cómo ese  cuerpo indefenso y deformado podía haber sido el objeto de las más extravagantes fantasías, la culminación de la sensualidad para quienes dejaron que sus sueños durmieran en la calle mientras se apagaba el tormento de una estrella.

Ya no podías creer en la fragilidad de un poema que rozaba las alas polvorientas de la vida en un diario pálido y desordenado en el que transitaban la soledad y el miedo cada vez que anhelabas una caricia, ni en la belleza efímera y díscola de la rosa de los vientos que nunca quiso indicarte la dirección adecuada para encontrar un camino.

Ya no podías creer en el amor que se disfrazaba siempre de deseo, en palabras hermosas llenas de espinas ni en una orquídea roja que exaltaba la pasión mientras llorabas por los cimarrones condenados al olvido implacable de la nada en su inocencia salvaje y, más bella que nunca, resplandeciente en la oscuridad de tu tristeza, cantabas para los muertos que vagaban por las ciudades buscando una sonrisa. Eras una corista ciega cuando cerrabas los ojos con la mirada abierta, una esperanza tierna y descarnada de los espejos que recibían vida y reflejaban muerte. 

No supiste adaptarte al ritmo de los astros, y ahora, en las esquinas olvidadas que saludan al Hudson desde la barandilla donde se arrojan las flores que alguna vez fueron resplandecientes, trazas una raya negra para indicar el día que te entregaba los secretos de tu leyenda amortajados, la verdad de la calle apenas esbozada en el corazón de un mito demacrado. ¿Para qué necesitaba cariño y una sonrisa de complicidad, aunque fuera incomprendida, la mujer más deseada y envidiada de su tiempo[v]?
  
Nadie recuerda que tuviste un nombre, que detrás de la cantante callejera que nunca dejaste de ser había una mujer perdida en el maquillaje y la sensualidad de un vestido mal ajustado para que pregonara la fragancia exuberante de tus medias y de tu vientre, una esperanza muerta detrás de cada suspiro, una sensibilidad que apenas pudo expresarse y no se instaló en la memoria terrible de las incomunicaciones con mallas mal definidas que nos arrasan y nos impiden penetrar en la ternura melancólica de tu canto.

Ahora quizás desees con fervor que sea así para siempre y recomponer bajo una vela trémula los palabras de amor que no pudiste escribir, las anotaciones sepultadas bajo el brillo de tu nombre que no acabarán de despertar nunca. Tú sabes, como Ford, con quien nunca llegaste a coincidir, que no importa demasiado quien apretó el gatillo sino el héroe que quedó en pie con una pistola humeante en la mano mientras la bestia caía.


[i] Ya sé que los psiquiatras actuales me regañarán cuando diga que el Nembutal es el somnífero más popular, y ello a pesar de Marilyn.
[ii] C. C. Baxter puede ser un ejemplo de aquel que sueña con ascender en la compañía que trabaja para resultar atractivo a su amor platónico y no le preocupa en absoluto que los Celtics estén tejiendo los mimbres de su dictadura competitiva mientras los Knicks  se pierden en su sempiterna indefinición atacante.
[iii] Philip Larkin: posiblemente el mejor poeta inglés del siglo XX.
[iv] A nadie se le habrá escapado que me refiero a aquel año en que la Agrupación Deportiva y el O’Donnell jugaron en el mismo grupo de tercera división.
[v] Nosotros los de entonces ya no somos los mismos. (Pablo Neruda – Poema XX)

2 comentarios:

  1. Creo que el mito de Marilyn se forjó desde su interior a pesar de su exuberante belleza física.En ella se veía siempre el exterior y pocos conocieron su auténtica personalidad.Luchó por ser considerada una mujer sensible,cariñosa y hasta culta,antes que bella,pero no tuvo ningún éxito con eso.Hasta el mismo Arthur Miller se casó con ella exclusivamente por su belleza,cuando a ella lo que le deslumbró de él fue su condición de intelectual.

    Veo que compartimos la admiración por el mito que fue y será siempre Marilyn.A mí,además,me aporta paz el solo hecho de contemplar su sonrisa.










    IV

    (Acróstico para Marilyn)

    Afloran de las fuentes de tus ojos
    Manantiales de risa cristalina,
    Acallando de forma repentina
    Rumores del verano entre matojos.

    Inmodesto, huérfano de manojos,
    Luce con insolencia libertina,
    Y taladra tu boca femenina,
    Noble,un clavel,entre tus labios rojos.

    Maravilla de gracia y donosura,
    Obsequio de los dioses para el mundo:
    Naciste para regalar dulzura.

    Remolinos de vientos de amargura,
    Orientados por engendros inmundos,
    Expoliaron tu cuerpo y tu hermosura.
    2010



    Abrazos Enrique.

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  2. Es muy difícil estar casado con una mujer como Marilyn y presentir lo fácil que resultaría que cayera en la infidelidad, Joaquín. El mejor dramaturgo americano de la pasada centuria no sabía exactamente el papel que le estaba reservado en aquel desvarío que llevaba la actriz buscando, quizás, el padre que nunca tuvo, el hogar que nunca perdió.

    Marilyn por mucho que se haya querido ver otra cosa, era una mujer inteligente y con buenos libros en las estanterías, Miller estaba enamorado de ella y emprendió una aventura destinada al fracaso con la esperanza de que él sería una excepción, la lectora compulsiva había encontrado a alguien que podría escribir alguno de sus papeles que quedaran en las retinas así como pasara el tiempo.

    El rodaje de The Misfits (Vidas rebeldes) acabaría siendo una tortura, el guion, quizás, iba siendo modificado en la medida que Arthur Miller se convencía de que Marilyn no iba a cambiar nunca, era aquella muchacha de belleza explosiva que había deslumbrado en Bus Stop, ligera de cascos y sin familia, sus personajes no tenían ataduras sentimentales. Se dice que cayó prendida por el atractivo otoñal y la sonrisa entre cínica y tierna de Clark Gable. Miller desnudó a su mujer y, aparentemente, acabó siendo cruel.

    Pienso que para él aquel proyecto acabó siendo un calvario. Pero, en un momento de debilidad y comunión con ella, articuló uno de los diálogos más profundos y hermosos en la historia del cine.

    Creo que Miller era un hombre honrado y valiente que se sometió a sí mismo a una prueba tortuosa y le quedaron fuerzas para pensar y escribir mientras su sueño florido se marchitaba para siempre.

    Escribes muy bien los sonetos, bien construidos y con un fluir natural y lleno de belleza. En mi caso no les he dado la oportunidad de que me enganchen, me siento un poco encorsetado, poco aconsejables para mi forma de ver la poesía.

    Un abrazo, Joaquín, es siempre muy agradable que pueda hablar contigo.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.