La última vez que te vi tenías el cuerpo hinchado, el rostro amoratado, el
Nembutal[i]
rebosaba por tu piel mientras rezabas en silencio con las manos cruzadas a un
anhelante Dios que siempre fue, para ti, un desconocido, mientras el carmín huía
de tus labios y tu sonrisa se apagaba en el Bosque de Brent cuando soñabas con
la Gran Manzana y su agonía aturdidora entre los murmullos del río, entre la
angustia de los puertos con el resplandor errático de las luces de neón por la
noche y los oficinistas[ii]
en rebelión constante contra su propia mediocridad que deslumbraba en el café del
bar tempranero donde no se dejaba de hablar con pasión de poesía y, para justificar el
fatalismo de Philip Larkin[iii],
de la caída de un equipo y la coronación de su némesis[iv].
Entonces pensabas en los puentes que ya nunca podrías cruzar mientras los
enterradores se preguntaban sorprendidos, asustados, cómo ese cuerpo
indefenso y deformado podía haber sido el objeto de las más extravagantes
fantasías, la culminación de la sensualidad para quienes dejaron que sus sueños
durmieran en la calle mientras se apagaba el tormento de una estrella.
Ya no podías creer en la fragilidad de un poema que rozaba las alas
polvorientas de la vida en un diario pálido y desordenado en el que transitaban la soledad y el miedo cada vez que anhelabas una caricia, ni en la belleza efímera y díscola de la rosa de los
vientos que nunca quiso indicarte la dirección adecuada para encontrar un camino.
Ya no podías creer en el amor que
se disfrazaba siempre de deseo, en palabras hermosas llenas de espinas ni en
una orquídea roja que exaltaba la pasión mientras llorabas por los cimarrones
condenados al olvido implacable de la nada en su inocencia salvaje y, más bella que nunca, resplandeciente en la oscuridad de
tu tristeza, cantabas para los muertos que vagaban por las ciudades buscando
una sonrisa. Eras una corista ciega cuando cerrabas los ojos con la mirada
abierta, una esperanza tierna y descarnada de los espejos que recibían vida y reflejaban
muerte.
No supiste adaptarte al ritmo de los astros, y ahora, en las esquinas
olvidadas que saludan al Hudson desde la barandilla donde se arrojan las flores
que alguna vez fueron resplandecientes, trazas una raya negra para indicar el
día que te entregaba los secretos de tu leyenda amortajados, la verdad de la
calle apenas esbozada en el corazón de un mito demacrado. ¿Para qué necesitaba cariño y una sonrisa de complicidad,
aunque fuera incomprendida, la mujer más deseada y envidiada de su tiempo[v]?
Nadie recuerda que tuviste un nombre, que detrás de la cantante callejera
que nunca dejaste de ser había una mujer perdida en el maquillaje y la sensualidad de un vestido mal ajustado para que pregonara la fragancia
exuberante de tus medias y de tu vientre, una esperanza muerta detrás de cada
suspiro, una sensibilidad que apenas pudo expresarse y no se instaló en la
memoria terrible de las incomunicaciones con mallas mal definidas que nos
arrasan y nos impiden penetrar en la ternura melancólica de tu canto.
Ahora quizás desees con fervor que sea así para siempre y recomponer bajo
una vela trémula los palabras de amor que no pudiste escribir, las anotaciones sepultadas bajo el brillo de tu nombre que no acabarán de despertar nunca. Tú sabes, como Ford, con quien nunca llegaste a coincidir, que no importa demasiado quien apretó el gatillo sino el héroe que quedó en pie con una pistola humeante en la mano mientras la bestia caía.
[i] Ya sé que los
psiquiatras actuales me regañarán cuando diga que el Nembutal es el somnífero
más popular, y ello a pesar de Marilyn.
[ii] C. C. Baxter puede
ser un ejemplo de aquel que sueña con ascender en la compañía que trabaja para
resultar atractivo a su amor platónico y no le preocupa en absoluto que los
Celtics estén tejiendo los mimbres de su dictadura competitiva mientras los
Knicks se pierden en su sempiterna indefinición atacante.
[iii] Philip Larkin:
posiblemente el mejor poeta inglés del siglo XX.
[iv] A nadie se le
habrá escapado que me refiero a aquel año en que la Agrupación Deportiva y el
O’Donnell jugaron en el mismo grupo de tercera división.
[v] Nosotros los de
entonces ya no somos los mismos. (Pablo Neruda – Poema XX)
Creo que el mito de Marilyn se forjó desde su interior a pesar de su exuberante belleza física.En ella se veía siempre el exterior y pocos conocieron su auténtica personalidad.Luchó por ser considerada una mujer sensible,cariñosa y hasta culta,antes que bella,pero no tuvo ningún éxito con eso.Hasta el mismo Arthur Miller se casó con ella exclusivamente por su belleza,cuando a ella lo que le deslumbró de él fue su condición de intelectual.
ResponderEliminarVeo que compartimos la admiración por el mito que fue y será siempre Marilyn.A mí,además,me aporta paz el solo hecho de contemplar su sonrisa.
IV
(Acróstico para Marilyn)
Afloran de las fuentes de tus ojos
Manantiales de risa cristalina,
Acallando de forma repentina
Rumores del verano entre matojos.
Inmodesto, huérfano de manojos,
Luce con insolencia libertina,
Y taladra tu boca femenina,
Noble,un clavel,entre tus labios rojos.
Maravilla de gracia y donosura,
Obsequio de los dioses para el mundo:
Naciste para regalar dulzura.
Remolinos de vientos de amargura,
Orientados por engendros inmundos,
Expoliaron tu cuerpo y tu hermosura.
2010
Abrazos Enrique.
Es muy difícil estar casado con una mujer como Marilyn y presentir lo fácil que resultaría que cayera en la infidelidad, Joaquín. El mejor dramaturgo americano de la pasada centuria no sabía exactamente el papel que le estaba reservado en aquel desvarío que llevaba la actriz buscando, quizás, el padre que nunca tuvo, el hogar que nunca perdió.
ResponderEliminarMarilyn por mucho que se haya querido ver otra cosa, era una mujer inteligente y con buenos libros en las estanterías, Miller estaba enamorado de ella y emprendió una aventura destinada al fracaso con la esperanza de que él sería una excepción, la lectora compulsiva había encontrado a alguien que podría escribir alguno de sus papeles que quedaran en las retinas así como pasara el tiempo.
El rodaje de The Misfits (Vidas rebeldes) acabaría siendo una tortura, el guion, quizás, iba siendo modificado en la medida que Arthur Miller se convencía de que Marilyn no iba a cambiar nunca, era aquella muchacha de belleza explosiva que había deslumbrado en Bus Stop, ligera de cascos y sin familia, sus personajes no tenían ataduras sentimentales. Se dice que cayó prendida por el atractivo otoñal y la sonrisa entre cínica y tierna de Clark Gable. Miller desnudó a su mujer y, aparentemente, acabó siendo cruel.
Pienso que para él aquel proyecto acabó siendo un calvario. Pero, en un momento de debilidad y comunión con ella, articuló uno de los diálogos más profundos y hermosos en la historia del cine.
Creo que Miller era un hombre honrado y valiente que se sometió a sí mismo a una prueba tortuosa y le quedaron fuerzas para pensar y escribir mientras su sueño florido se marchitaba para siempre.
Escribes muy bien los sonetos, bien construidos y con un fluir natural y lleno de belleza. En mi caso no les he dado la oportunidad de que me enganchen, me siento un poco encorsetado, poco aconsejables para mi forma de ver la poesía.
Un abrazo, Joaquín, es siempre muy agradable que pueda hablar contigo.