Ahora sé que cuanto más bello me veías más me despreciabas y para demostrármelo elegiste el camino del halago. Nunca podré mirar a la cara al cómico sin gracia que surgió de aquella mentira. Me alegro de no ser tu hermano, el día que me lo dijiste sentí un malestar inexplicable, no sabes cuánto lamento no haber tenido la fuerza ese día de romper la cuerda que tú habías logrado que yo mismo me pusiera en el cuello. Tienes la condena del odio, yo la de no haber sabido amar. No sé cuál de las dos es más dura.
(Alexander Newquarter)
Para pensar....seriamente.
ResponderEliminarNecesitaba este desahogo, nunca he sabido distinguir entre lo público y lo privado. Te agradezco sinceramente tu comentario, mi buzón suele estar vacío.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hay que desahogarse, es necesario expresarlo como sea. Yo tengo el defecto de retener demasiado hasta estallar de manera desproporcionada y sin consuelo.
ResponderEliminarParece, Juan Carlos, que estás hablándome de mí mismo, uno de mis defectos más pronunciados, tengo muchos, es que espero demasiado a decir las cosas y cuando lo hago se me nubla un poco la razón, este escrito puede ser un ejemplo de ello. Si a ti te pasa lo mismo, no es tan preocupante como en mi caso; te llevo unos cuantos años.
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