domingo, 12 de febrero de 2017

Los poetas del rock - The Velvet Underground - Femme Fatale.

         



       Lou Reed no había cumplido treinta años y ya había hecho méritos sobrados para no morir nunca. Aquí le tenemos a la guitarra llevando el ritmo de la canción más sensual del rock, para que la dicha sea completa la canta Nico la enigmática artista y modelo alemana con la que se le atribuyó un romance fugaz. Esta Femme fatale de la canción puede llevar a confusión, es simplemente una prostituta cuyos clientes deben padecer eyaculación precoz a tenor del número tan elevado de ellos que lleva en una sola tarde. 

        Se comenta que ni Reed ni el otro líder del grupo, John Cale, vieron bien la imposición que el artista pop por excelencia, Andy Warhol que patrocinaba y promocionaba a los Velvet, hizo para que ella fuera la vocalista de tres piezas magistrales que se incluyeron en el mejor disco debutante que se conoce. Fuera como fuere volvieron a reunirse varias veces sobre un escenario y no se notaba ninguna tensión, si la hubo, se había perdido por el camino.

       Lou Reed pasa por ser el gran poeta urbano, el que nos mostró el lado más sórdido de Nueva York, parecía que en vez de una pluma llevaba una cámara en la mano. Su estilo objetivo y su capacidad de observación, su comprensión hacia las desviaciones y su lucidez para aceptar la caída individual en los males de nuestro tiempo crearon una poesía de imposible clasificación pero de una calidad insultante. Lou Reed no está muerto, simplemente está dormido esperando que los ángeles negros vuelvan para llevarlo al Purgatorio donde le espera un carrusel sin pausa de sexo, drogas y Rock'n'roll.


(7 de diciembre de 2014)



Para Nico en All Tomorrow's parties

Yo sé que la tristeza inundaba tu acento,
que sentías la emoción del artista que sufre
y cantabas
persiguiendo la cruz
de tus venas, tu sangre
en una oda triste con música pausada.

No pude transmitirte mi ansia de pasión,
de amor triste como yo, humilde como un sauce.

En aquellos días, en aquella colina,
aprendí a perder con las cartas marcadas,
con el mar en el fondo moviendo nuestro verso
y el rumor de la tarde enredando el paisaje
en donde te adentrabas.

Y te fuiste sin decir adiós,
mujer de los misterios
de los bosques oscuros;
no pudiste beber mi primera locura,
apartaste la dulzura que derramé en tu pelo,
el sueño de amor sincero
que volviste a evocarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.