martes, 14 de febrero de 2017

Luis Cernuda - Epílogo




Playa de la Roqueta
Sobre la piedra, contra la nube,
Entre los aires estás, conmigo
Que invisible respiro amor en torno tuyo.
Mas no eres tú, sino tu imagen.

Tu imagen de hace años,
Hermosa como siempre, sobre el papel, hablándome,
Aunque tan lejos yo, de ti tan lejos hoy
En tiempo y en espacio.
Pero en olvido no, porque al mirarla,
Al contemplar tu imagen de aquel tiempo,
Dentro de mí la hallo y lo revivo.

Tu gracia y tu sonrisa,
Compañeras en días a la distancia, vuelven
Poderosas a mí, ahora que estoy,
Como otras tantas veces
Antes de conocerte, solo.

Un plazo fijo tuvo
Nuestro conocimiento y trato, como todo
En la vida, y un día, uno cualquiera,
Sin causa ni pretexto aparente,
Nos dejamos de ver. ¿Lo presentiste?
Yo sí, que siempre estuve presintiéndolo.

La tentación me ronda
De pensar, ¿para qué todo aquello:
El tormento de amar, antiguo como el mundo,
Que unos pocos instantes rescatar consiguen?
Trabajos del amor perdidos.

No. No reniegues de aquello,
Al amor no perjures.
Todo estuvo pagado, sí, todo bien pagado,
Pero valió la pena,
La pena del trabajo
De amor, que a pensar ibas hoy perdido.

En la hora de la muerte
(Si puede el hombre para ella
Hacer presagios, cálculos),
Tu imagen a mi lado
Acaso me sonría como hoy me ha sonreído,
Iluminando este existir oscuro y apartado
Con el amor, única luz del mundo.



Me costó mucho comprender que la grandeza de Cernuda elevaba su tono en los últimos años de su vida, el poeta cansado, herido y exiliado ya no estaba de humor para preconizar el arte por el arte, lo que quedaba era un hombre, del amor el recuerdo y de la patria que dejó atrás y que atisbó una luz de un cambio definitivo que duró un instante, una sombra. En este poema rememora la presencia en el recuerdo del que pudo haber sido su último gran amor. 

Epílogo tiene esa magia indescriptible que aparece de vez en cuando. Desde luego que produce una satisfacción extraña compartirla; su sencillez, su claridad, su profundidad, esa manera de hacernos vivir su drama íntimo y el destino del hombre acorralado por el tiempo, vencido por las circunstancias.
        
          Debemos estar agradecidos cuando alguien percibe la grandeza de un poema, es como ser partícipes de una fiesta que ha dejado de celebrarse porque no se conocen sus ritos. Con respecto a lo que me dices de Neruda y Cernuda creo que fueron poetas que llevaron caminos distintos siendo rigurosamente coetáneos. Es cierto que Neruda es para muchos el mejor poeta de su tiempo, pero sus últimos años, si exceptuamos Estravagario, no fueron muy afortunados desde un punto de vista literario, era consciente de su éxito y sabía que cualquier cosa que publicara iba a tener eco y le dejaría dividendos. Cernuda, instalado en el olvido, encontró, sin buscarlo, un camino doloroso en el que derramar su extraña y prodigiosa sensibilidad, quizás fuera consciente de que algún día leeríamos sus poemas con el placer morboso de un viajero errabundo que nunca volvió a sentir la presencia de su Penélope tenaz y puede tocarla al evocarla en su memoria, pero sabía, a ciencia cierta, que no lo vería, no era suyo su tiempo, sus alas estaban planeadas para franquear otros edificios más altos.
                                                                 

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.