He dejado a mi madre sola en la casa de nuestra calle, ya siempre estoy acompañado por los fantasmas y las ruinas, el Tobogán se desliza sin tregua hacia otro olvido en el que no se reconoce.
He amado en estos lugares que acabarán perdiendo el nombre y sonrío detrás de una lágrima en la fachada de una fábrica abandonada. La Almadraba no volverá a ser un barrio blanco, los comerciantes fenicios nos vendieron con los primeros televisores; los que crecimos hollando sus orillas en el verano más largo teníamos el mismo corazón abierto al viento sin importarnos de dónde venía, ahora somos comadres que sonríen en la fachada y tiran aviones de papel envenenados cuando nos damos la vuelta, el dinero tiene un encanto subversivo que hace que las anguilas maldigan el arroyo en el que nacieron. Había pobreza, y los defectos inherentes a la naturaleza humana, pero había dignidad, no sé qué significa eso cuando la comodidad se convierte en la diosa más implacable, resulta su sonido tan encantador cuando arrancas el motor de tu primer coche y piensas que nunca volverás a sentir hambre de justicia por aquellos que se quedaron atrás. Nadie me espera en una casa que perdió su aliento, no puedo luchar contra el miedo, ni contra el dolor, ni contra hombres distintos que son también mis hermanos aunque haya una barrera insalvable en nuestras respectivas formas de interpretar el mundo y el papel que desempeña el hombre en él; hay quien lucha contra Dios y quien lo hace contra el destino.
He amado en estos lugares que acabarán perdiendo el nombre y sonrío detrás de una lágrima en la fachada de una fábrica abandonada. La Almadraba no volverá a ser un barrio blanco, los comerciantes fenicios nos vendieron con los primeros televisores; los que crecimos hollando sus orillas en el verano más largo teníamos el mismo corazón abierto al viento sin importarnos de dónde venía, ahora somos comadres que sonríen en la fachada y tiran aviones de papel envenenados cuando nos damos la vuelta, el dinero tiene un encanto subversivo que hace que las anguilas maldigan el arroyo en el que nacieron. Había pobreza, y los defectos inherentes a la naturaleza humana, pero había dignidad, no sé qué significa eso cuando la comodidad se convierte en la diosa más implacable, resulta su sonido tan encantador cuando arrancas el motor de tu primer coche y piensas que nunca volverás a sentir hambre de justicia por aquellos que se quedaron atrás. Nadie me espera en una casa que perdió su aliento, no puedo luchar contra el miedo, ni contra el dolor, ni contra hombres distintos que son también mis hermanos aunque haya una barrera insalvable en nuestras respectivas formas de interpretar el mundo y el papel que desempeña el hombre en él; hay quien lucha contra Dios y quien lo hace contra el destino.
Cuando Raimon grabó esta canción en 1967, España empezaba a despertar al bienestar, a los que teníamos como única lengua el castellano nos decían en el colegio que en España había solo una lengua, nos decían demasiadas mentiras, pero sin pretenderlo decían algo cierto; la misma opresión nos había hermanado y podíamos entendernos y decíamos lo mismo aunque lo hiciéramos en diferentes lenguas. La crítica profunda y melancólica al desarrollismo de Raimon es la nuestra.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.