Si oyera resonar la canción
que cantaste en otro tiempo, amada mía,
se rompería mi pecho
ante el empuje salvaje de mi dolor.
(Heinrich Heine)
1
He vuelto la mirada hacia tu vuelo verde
y he muerto caminando
entre la blusa blanca y aquella falda gris
que adornaban tus libros
y agitaban las velas, el mar y los deseos.
Pero sigue la vida como un sueño que gime,
que desvela un lamento en el jardín que duerme
en tus primeros besos,
lloran las avenidas y los parques se cierran
en el umbral de arbustos con sangre en las ramas;
¡soledad de murmullo, juegos que no divierten
en la palabra triste de un duelo cancelado!
y aquella adolescencia fresca que nos invade
con la imagen eterna de tu regazo herido.
Era siempre el amor la nube que pasaba
y se nos fue alejando
como la estatua ecuestre que apunta hacia la gloria
y no mira el dolor sin luz de los mendigos
que yacen en el suelo.
2
El refugio añorado de las últimas lluvias
ha muerto como un sauce sin hojas, sin raíces
y llora en Punta Blanca
el mórbido crepúsculo que tiembla
en los bares sin nombre, en un grito de Dylan
escrito en las paredes de tu alma
mientras la calle ruega por los pétalos muertos,
las promesas no abren la esperanza de ayer
cuando cruzo su sombra
con los misma camisa que llevaba
en el ferviente intento de mis ojos
de arrebatarte una sonrisa abierta,
cuando tu rostro ardía entre los soportales
y entraba en la caricia tierna que me arrastraba.
3
Ya no miras atrás,
no miras, ya no sientes
que al perderme tu vida ha encogido.
Como la noche va hacia las sombras
la palabra lejana que vibra en tu acento
y el pasado se nutre, sin concierto y sin pausa,
de su propia rutina
que atraviesa las horas,
palidece en el alba que lo muestra
como un bajorrelieve gastado por el tiempo,
como el viento que hablaba en tu sueño de vida,
la canción de Serrat que inundaba tu alcoba
y el póster blanco y gris que paraba tus besos.
Arrancaron la higuera que desde tu ventana
contemplaba en el aire una caricia triste,
la avenida guardaba tu recital de sueños,
el amor te esperaba en brazos del milagro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.