De lo que he leído en los últimos años, María Pilar, lo que
más me ha impresionado es Pedro Páramo, y, ya ves, es una novela de
114 páginas. El otro día me enteré de que su autor, Juan Rulfo, eliminó en su
edición definitiva unas 133 páginas más, en un deseo agónico por sintetizar. Es
evidente que los mejores escritores de novelas que han existido, los decimonónicos,
nos acostumbraron a que una gran novela debe ser extensa y retener el interés
del lector con nuevos ingredientes que capten su atención.
Creo que el genial escritor mexicano no
lo ve así, y así fundamenta el halo imperecedero de su única novela. Nadie
diría que le sobra algo a Crimen y Castigo, pero tiene una profunda digresión
policíaca con un gran valor por sí sola que al leerla se puede sentir que le
sobra al conjunto de la obra cumbre de Dostoievski, mi opinión es modesta,
puede que insignificante, pero me acordé de Buñuel y su Simón del desierto, y,
sobre todo, del Joyce joven y Los muertos.
Tengo
una propensión natural hacia la retórica, y la única forma que he encontrado de
reducirla un poco es la de ir eliminando casi todo aquello que se me ocurre
antes de plasmarlo en el papel porque una vez lo tengo guardado en el ordenador
soy incapaz de destruirlo. Esta carta daba para unas siete páginas, ganaba en
extensión pero perdía sentido.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.