viernes, 4 de marzo de 2016

Sobre el conceptismo mestizo de Juan Rulfo.

De lo que he leído en los últimos años, María Pilar, lo que más me ha impresionado es Pedro Páramo, y, ya ves, es una novela de 114 páginas. El otro día me enteré de que su autor, Juan Rulfo, eliminó en su edición definitiva unas 133 páginas más, en un deseo agónico por sintetizar. Es evidente que los mejores escritores de novelas que han existido, los decimonónicos, nos acostumbraron a que una gran novela debe ser extensa y retener el interés del lector con nuevos ingredientes que capten su atención. 


         Creo que el genial escritor mexicano no lo ve así, y así fundamenta el halo imperecedero de su única novela. Nadie diría que le sobra algo a Crimen y Castigo, pero tiene una profunda digresión policíaca con un gran valor por sí sola que al leerla se puede sentir que le sobra al conjunto de la obra cumbre de Dostoievski, mi opinión es modesta, puede que insignificante, pero me acordé de Buñuel y su Simón del desierto, y, sobre todo, del Joyce joven y Los muertos.


         Tengo una propensión natural hacia la retórica, y la única forma que he encontrado de reducirla un poco es la de ir eliminando casi todo aquello que se me ocurre antes de plasmarlo en el papel porque una vez lo tengo guardado en el ordenador soy incapaz de destruirlo. Esta carta daba para unas siete páginas, ganaba en extensión pero perdía sentido.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.