La
genealogía de la tragedia. Estoy convencido de que no ha habido
hombre más inteligente que Nietzsche y, sin embargo, fue
terriblemente desgraciado, enfermó de dolor por lo que no pasó. Ser
amado por una mujer, acaso. Fue un poeta bueno
a secas
porque su pensamiento no dejó nunca las riendas sueltas a sus
sentimientos.
No
he considerado a Pablo Neruda
demasiado
bien a la hora de escribir aforismos. Pero tengo que reconocer que el
último que acabo de leer es
muy bueno, aunque ya no me acuerde del cajón en que lo guardé. El poeta no apela a la razón sino al sentimiento.
Prefiero
el vitalismo que nace del sentimiento trágico de la vida o del
nacimiento de la tragedia, como en Nietzsche o Unamuno, que del
optimismo del vividor con alma y sin entrañas que, a veces, fue
Neruda, capaz de arriesgarse por salvar niños españoles y de
repudiar a una hija porque tenía hidrocefalia. Con sus bandazos casi
insostenibles, Nietzsche y Unamuno fueron fieles hasta el final a su
propia deriva, uno con su locura a cuestas, el otro con síntomas
acusados de haber sido derrotado por una España bipolar.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.