miércoles, 9 de marzo de 2016

Prólogo de Carta a un rehén

Prólogo

A Laura por haber estado conmigo, incluso cuando yo no lo merecía y a LéonWerth porque, a pesar de haber forjado una obra importante y valiosa, ha quedado en la memoria colectiva como el Amigo que todos hemos tenido alguna vez.


Pienso en Robert Jordan  que espera el cierre
de la cortina y se enamora
del último aliento que mueve su esperanza
para darles un soplo de vida a los que ama
y a quienes portan su bandera aunque la desprecien,
en el último vuelo sin brújula de Antoine
buscando al hombre libre en un sueño irrenunciable,
en el Amigo que mira por la ventana el paso de los niños
porque ya no puede seguirlo
aunque nunca llegue tarde a una cita.
(Lluvia de primavera)

Puede que Antoine de Saint-Exupéry luchara toda su vida por ser como los demás y solo al final de ella comprendiera que la propia lucha le había hecho distinto, y sufriera por ello y se enfrentara a la soledad que se reserva a los elegidos que no pueden hacer ver a los demás lo que para ellos es obvio.  El año que escribió esta pequeña obra estuvo marcado por una crisis profunda y una determinación ciega de ayudar a la liberación de su país con aquello que mejor sabía hacer; pilotar aviones.

Ya era por entonces un gran escritor, más reconocido en el país donde vivía su exilio que en el suyo propio, pero las circunstancias hicieron que sus últimas obras estuvieran tocadas por los hilos intangibles que arrastran a la inmortalidad. Su fracaso matrimonial, en buena parte provocado por él mismo, el sentimiento de culpa por estar en el exilio y no en la batalla, participó en la guerra en sus primeros momentos pero no pudo soportar la vergüenza de la rendición y el Gobierno  colaboracionista de Vichy y optó por marcharse a los Estados Unidos. La situación agónica de su país, ocupado y maltratado y la fragilidad de la situación de un gran amigo a través del cual personifica a todos los amigos que, como rehenes, representan a cualquier francés que ha permanecido en su patria y resiste, a ese amigo cautivo con más de cuarenta millones de almas es a quien, en definitiva, dirige este canto desesperado que busca la esperanza..

Reconocemos una obra maestra pero difícilmente podemos definir los conceptos que nos llevan a esa apreciación, estamos ante una de ellas y los que creemos que no abundan observamos  que está llena de cualidades que tienen otras obras que no lo son ¿Cuáles son las líneas que la separan de estas otras? ¿En qué punto remonta el vuelo que la aleja de ellas? No podemos saber las causas pero es un hecho que percibimos con una claridad arrolladora, quizás sea la densidad que preconizara su autor.

 Cuando leemos una obra como Carta a un rehén no dejamos de asombrarnos del desconocimiento absoluto que se tiene de ella en nuestro país siendo Saint-Exupéry uno de esos escasos autores que, además de ser verdaderamente buenos, son populares, siendo tan corta su extensión que podemos aprehenderla en apenas unos minutos, estando tan inextricablemente unida a una obra mítica que casi todo el mundo dice conocer y que es tratada con la veneración de un culto. Cuando Saint-Exupéry la escribe están en peligro las fuerzas que conforman su mundo y su impotencia por no poder hacer nada para impedirlo le lleva a ladesesperación, hace que la locura de los sentimientos a flor de piel se desencadene y que dé un salto cualitativo como persona que admite su propia culpa, ya no se justificará recurriendo al enorme dolor que le causaran los gaullistas por tener una idea diferente a ellos con respecto a una Francia libre, ya no dirá que Consuelo era una mujer interesante, atractiva y delicada pero compleja, caprichosa y difícil,. Su calidad como escritor, su capacidad para narrar con una coherencia pasmosa aquellas cosas inefables que solo tienen los elegidos podrían habernos hecho creer en la autenticidad de lo que dice siendo una obra de ficción, pero no lo es, La carta a un rehén sería un monumento histórico aunque no tuviera calidad literaria, tendría la impronta de aquello que solo puede aflorar en las situaciones límites cuando un autor ya no sabe distinguir entre lo público y lo privado, cuando intuye que su mundo interior no le pertenece porque es patrimonio de todos los hombres aunque no fuese lo que ansiaba y perseguía.Se dirige al hombre libre con la misma pasión con la que Camus lo hiciera en Las cartas al amigo alemán, se dirige al piloto que pierde la vida al mando de su avión haciendo lo que cree firmemente que debe hacer. Hay paralelismos escalofriantes entre ambas obras que justificarían por sí solos un estudio minucioso, pero quiero hablar de las diferencias; Saint-Exupéry es un aristócrata que pasa su niñez, a pesar de la muerte temprana de su padre, en un palacio Sin Preocupaciones, pero su visión del mundo es extraordinariamente amplia, ha conocido en profundidad otro tipo de personas, otras culturas, su estado emocional, al que nos es ajena una depresión agravada por unas desafortunadas declaraciones de De Gaulle que provocan que tenga problemas con la bebida, nos lo sitúan como un iluminado, creo que la palabra que mejor lo define es Poeta, poeta que se apoya en el pensamiento a través del cual busca todo aquello que nos une a los hombres llevando a lo anecdótico aquello que nos separa. Camus es el fruto de la mixtura de arrabal, ni siquiera llega a conocer a su padre que morirá a consecuencia de las heridas producidas en el frente,percibirá vívidamente hasta donde duele la fractura entre Oriente y Occidente, sabe que hay palabras fundamentales para nosotros que carecen de traducción para ellos. Camus establece desde su atalaya de pensador humanista que la liberación de su país ha de convertirse en la construcción definitiva de Europa y que ésta debe cimentarse en la superación de la tensión que durante siglos ha enfrentado al mundo germánico con el latino personificada en sus fuerzas más representativas; Alemania y Francia, ni siquiera considera a la Europa eslava ni a Grecia, el país donde tiene su origen nuestra singularidad. Saint-Éxupéry, en cambio, habla de conciliación universal, es un profeta, un visionario, pero  cargado de humanismo, carece de la capacidad de trabajo de Camus forjada en la lucha que al pobre se le reserva para llegar al lugar donde están los demás, aunque nunca olvidara el arroyo del que provenía. Pero Saint-Exupéry cuenta con la inspiración, y aquí encontramos otra palabra que nadie ha sabido definir de una forma precisa. Hablamos de dos sueños que no se han cumplido, pero cuya belleza no hace sino que insistamos en ellos porque, después de sus respectivas explicaciones, somos conscientes que están fundamentados en fuerzas que existen, que se pueden aplicar a la realidad. A la estulticia y los intereses particulares de nuestros dirigentes que han tejido un velo que nos impide verlas corresponden el dudoso mérito de no haberse podido hacer uso de ellas.

Para terminar solo añadir que, como dije antes, tan solo unos minutos nos separa de disfrutar de una experiencia que retendremos, de una forma u otra, para siempre, para siempre conservaremos una mirada de candor hacia los refugiados y el orgullo de ser hombres diferentes unidos por los sentimientos verdaderos y que tan solo Chaplin ha sabido desvelarnos el poder taumatúrgico de una sonrisa con la fe, la devoción, la profundidad y las ansias de Saint-Exupéry.

                                                 Ceuta, 20 de Febrero de 2016.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.