Basta algo de silencio y todo se detiene
en su lugar real, igual que está mi cuerpo.
(Cesare Pavese - traducción - José Agustín Goytisolo)
Una mujer me llama desde la lejanía,
me confundo y presencio
las notas de un diluvio
que empapa las arcadas, que grita en los tejados,
y la mujer se pierde con unas cartas grises
que no llevan mi nombre
en ningún corazón, en ningún sentimiento,
solo la larga sombra de mi melancolía
aparece y se inquieta
como si molestase a mi gesto dolido,
soy, como dice el aire, una llama en la nada
que tiembla en un desierto donde no queda arena,
mensajero perdido en un intento vano
de retener los ojos
de aquella que me mira
como un muro indolente que cae sin testigos.
Es preciso estar solo para hablar con la muerte.
Cuando vuelvo al Albergo
Roma, ya por la noche,
siempre escucho la ausencia de una abierta sonrisa
y la voz que me hiere,
ya no tiene sentido evocar la palabra
que nunca sonará o esperar que retorne
y se quede en la mesa
donde habita ese libro que no comprende nadie.
me confundo y presencio
las notas de un diluvio
que empapa las arcadas, que grita en los tejados,
y la mujer se pierde con unas cartas grises
que no llevan mi nombre
en ningún corazón, en ningún sentimiento,
solo la larga sombra de mi melancolía
aparece y se inquieta
como si molestase a mi gesto dolido,
soy, como dice el aire, una llama en la nada
que tiembla en un desierto donde no queda arena,
mensajero perdido en un intento vano
de retener los ojos
de aquella que me mira
como un muro indolente que cae sin testigos.
Es preciso estar solo para hablar con la muerte.
Cuando vuelvo al Albergo
Roma, ya por la noche,
siempre escucho la ausencia de una abierta sonrisa
y la voz que me hiere,
ya no tiene sentido evocar la palabra
que nunca sonará o esperar que retorne
y se quede en la mesa
donde habita ese libro que no comprende nadie.
Creo que escribir un poema sobre Cesare Pavese
allana mucho el camino, no hay, entre los grandes escritores, otro más
coherente que él, con una vida más sencilla, hasta el haberse afiliado
al partido fascista en su juventud estaría justificado por la búsqueda de tranquilidad y
por conseguir un empleo, no son cosas triviales bajo un régimen
represivo y violento. De ideas izquierdistas fue detenido y condenado al
exilio tres años más tarde, pero no fue por sus ideas (no creía
demasiado en la política) sino por amor. Es posible que su conocido y
aclamado Diario haya desviado la atención de sus estudiosos más allá de
lo aconsejable, interpretándose todo lo que decía en él como si fuera
una declaración ante un juez o un testamento; es posible que su obra de
ficción y su poesía aporten tantos datos de su personalidad y de sus
intenciones como él. Cabe la posibilidad de que Pavese
hurgara en sus páginas buscando a aquel que podría haber sido y
respondiera, por ejemplo, en un lenguaje vulgar y despreciativo hacia
las mujeres como una respuesta impulsiva provocada por la frustración
constante que sufría con ellas porque no acababan de tomarle en serio en
sus pretensiones amorosas. Pero esta misoginia no se mantiene si
analizamos el tratamiento que otorga a los personajes femeninos de sus
novelas y, sobre todo, si atendemos a los testimonios que nos han
llegado de su trato directo con ellas. Un hombre brillante en su
oscuridad asumida; los mediocres casi nunca sacan los pies del tiesto.
Nadie duda, Enrique, que Pavese
ha sido uno de los escritores con una vocación más acusada hacia el
suicidio. Resulta sorprendente que acabas leyendo muchos artículos en
los que este aparece tibiamente en el último párrafo y apenas se cambia
el tono para describir lo que pudo ser un día cualquiera en una ciudad
proclive al aburrimiento. Es posible que, al contrario de lo que ocurre
con otros autores, su suicidio no añada nada al reconocimiento de sus
méritos, hasta en esto fue involuntariamente discreto. Pero ya sabemos;
hay suicidas que mueren de muerte natural y hay vitalistas que acaban
pegándose un tiro cuando no le cuadran las cuentas de la vida. No quiso
parecerse a esas bailarinas que viven en la cuerda y mueren por un amor
ingrato mientras dejan esperando bajo la lluvia a un muchacho triste.
Pavese
no sintió que su vida estuviera realizada con la consecución del premio
más prestigioso de la narrativa en italiano, en cambio hubiera dado un
mundo por una historia de amor que llegara a algún lugar y alimentara
con certezas el recuerdo.
(18 de noviembre de 2018)
Parece ser que la última conversación que mantuvo Pavese
fue por teléfono con una muchacha muy joven con la que mantuvo una
correspondencia y a la que llamaba poéticamente Pierina, pertenecía a la
alta sociedad y estaba lejos de observar el recato de una mujer
italiana de la posguerra al uso. Se cuenta que antes de que se la
presentaran Pavese la miraba mientras
bailaba como si fuera la representación de un amargo recuerdo. La
indiscreción de una de las recepcionistas del Albergo Roma, hotel
turinés donde murió el poeta, nos decía que la frívola Pierina, nada que
ver con esa muchacha sensible que imaginábamos como destinataria de
una carta última con tintes confesionales y apasionados, lo despachó sin
apenas dejarle que se explicara, lo tildaba de viejo y aburrido, aunque
es probable que este último adjetivo lo pronunciara cuando creía que él
ya había colgado.
Cada estrofa
tiene su historia, Xaime; la segunda habla de su muerte y la primera
hace referencia a su relación con Battistina Pizzardo, el amor de su
vida. Pensaba que ella lo buscaba porque sentía por él el mismo interés
que él sentía por ella, que llevaba y guardaba unas cartas comprometidas
de un compañero de ella en el sindicato, era también una
correspondencia entre amantes, ya rumiaba la situación en el
confinamiento que obtuvo como recompensa por haberse arriesgado por
amor. Ya se quejaba a su hermana en una carta desde Brancaleone, ese
lugar, como otros tantos de Italia, donde Cristo aún no había aparecido,
de que no había recibido ni una sola línea de ella.
Tengo una
admiración indisimulada por el poeta italiano, Roxane, hizo que cambiara
el rumbo mi poesía, compartirla sigue siendo un ejercicio que practico
cada vez que se tercia, ya que encuentro en él a un poeta moderno que
escapa conscientemente de las tendencias aceptadas en su tiempo. Pavese
vive en estos días por la crudeza de su diario"El oficio de vivir" y la
terribilità de uno de sus últimos poemas; "Vendrá la muerte y tendrá
tus ojos".
Pavese tuvo su
momento en mi vida, pero estoy seguro de que nunca ha sabido dejarme.
Fue a mis veinte y pocos años, y mi poesía no pudo resistirse a su
tristeza, aún recuerdo "A una mujer de piedra". ¿Serviría esto para
aconsejar a los compañeros que se sumergieran, aunque fuera un poco, en
la senda del poeta piamontés? Pavese, tal
como yo lo siento, es ese muchacho de la canción de Francesco di
Gregori que se queda esperando bajo la lluvia a una bailarina hasta
perder el último tranvía, o más aún ese joven que sirve de mensajero
entre dos amantes creyendo que solo eran compañeros en actividades
políticas en contra del Fascismo, es ese poeta que escribe el
impresionante "Verano" para la poco agraciada (esto lo digo porque las
mujeres a las que pretendió eran muy bellas) y buena escritora Fernanda
Pivano, aquel que llegó a ilusionarse con la actriz Constance Dowling, y
para cerrar; quiso enterrar sin ningún éxito su frustración con
Pierina, aquella muchacha que bailaba de una manera desinhibida la noche
que la conoció.
“Cuando vuelvo al albergue
siempre escucho la ausencia de la voz que me hiere,
ya no tiene sentido evocar la palabra
que nunca sonará, o esperar que regrese
y se quede en la estancia
donde habita ese libro que no comprende nadie“
Me plegué, de una forma indirecta ya que no le enseñé nunca este poema, a los deseos de una gran poeta, y modifiqué el poema, y fue esta estrofa que señalas la que más sufrió. El asunto era eliminar las rimas; un poema en verso blanco o libre no debe tener rimas descuidadas, me decía. Me sorprendió que a Joan Margarit le trajera sin cuidado su utilización en las entrañables variaciones de sus poemas en castellano, también lo observé en José Emililio Pacheco. En ellos nadie argumentará que ha sido por falta de oficio.
Puede, Alonso, que la soledad de Pavese, fuera más concreta y perfilada, que incluso la de Alfonsina y Pessoa, no tenía de compañía, ni más ni menos, que la literatura de la Generación Perdida, preferentemente, que hizo suya. Hay quien opina, al igual que ocurre con Boris Pasternak y su impagable Hamlet, que su Moby Dick ruboriza a Melville que no pudo conocerla.
Ya ves, me siento triste, tan español él, con el tratamiento que Vargas Llosa le ha dado a Galdós en su ensayo, especialmente en lo referente a Miau, una de mis obras fetiche. Creo que Don Mario tendría que ver las adaptaciones que Buñuel hizo de obras del autor canario, para palpar que lo más importante era reflejar el dolor de una España que vence a Napoleón y fracasa estrepitosamente en el intento de una primera revolución industrial. Ya se sabe que Tristana es triste Ana.
En el corazón tienes silencio,
palabras sumergidas,
eres oscura,
para ti el alba es silencio.
(Cesare Pavese)
palabras sumergidas,
eres oscura,
para ti el alba es silencio.
(Cesare Pavese)
No queda lluvia para que Pavese
se empape con la frustración de una bailarina
abandonada que compra Nembutal
adulterado en el mercadillo de las horas muertas,
los pobres de entonces salpican indolentes
el barro sobre el rostro de los pobres de ahora.
(Francisco Enrique León)
se empape con la frustración de una bailarina
abandonada que compra Nembutal
adulterado en el mercadillo de las horas muertas,
los pobres de entonces salpican indolentes
el barro sobre el rostro de los pobres de ahora.
(Francisco Enrique León)
Es probable, Hallie, que Pavese vuelva
cada 27 de agosto al Albergo Roma, hotel donde se quitó la vida, que
su austero y pequeño pueblo, Santo Stefano Belbo, reciba la visita de
periodistas y filólogos que esperan desentrañar el espíritu que corre
por las hojas de "Trabajar cansa", su primer y casi único poemario. Es
difícil comprender que eligiera el camino de las bailarinas sensibles
abandonadas por su rico amante.
Óscar Distéfano escribió: ↑Mié, 10 Feb 2021 10:32 La capacidad del poeta de convertir la desazón, la vacuidad, la tristeza, en pura belleza que conmueve, es lo que admiro de este poema sincero, descarnado, humano (en el sentido de afrontar esa última soledad). Te confieso que la lectura de tu admirable inspiración ha acicateado en mí la idea de escribir un poema sobre este tema. Hay algunos pasajes donde la emoción me ha embargado por completo. Te agradezco por este regalo espiritual.
Tengo en mi mujer a la más ferviente admiradora de Pavese, le conmueve su autenticidad. No es extraño pensar que hay, entre los intelectuales, quienes reclaman aún un nobel póstumo. Es el mejor poeta italiano del siglo XX, aunque dedicó muy poco tiempo a la poesía. Mi mujer me dice que me desvío de él peligrosamente aunque le nombre. No sé si le he cogido el tono, sé que mi poesía queda muy lejos de la del poeta piamontés. El era serio hasta el aburrimiento y yo soy el payaso de todas las tertulias improvisadas.
Creo que no he comprendido a nadie tanto como Pavese, era transparente. Le habría gustado mucho el "Moby Dick" de Huston, con toda su precipitación, al fin y al cabo, Achab es el monstruo y el cachalote albino una víctima. Él lo supo siempre.
Ana Muela Sopeña escribió: ↑Sab, 30 Abr 2022 14:58 Lamentablemente muchos grandes creadores han estado solos, sin amor. No han sido comprendidos o las mujeres que han pretendido eran muy jóvenes o de otra clase social.
Creo que, como dijo Enrique Urquijo refiriéndose a sí mismo, los problemas de Pavese con las mujeres eran provocados por su tristeza.
Suicidarse después de haber recibido un premio literario nos habla de un ser humano depresivo. Vivió varios fracasos sentimentales y nunca logró superarlos del todo. Ninguno de sus amores lo hacen sentir amado y cae siempre en la desesperanza. Pobre ser talentoso que nunca logró un amor verdadero.
ResponderEliminarAbrazos Francisco
Sé que ahora la muerte
ResponderEliminarlleva otro vestido,
miente con otros labios,
tiene otra mirada.
https://youtu.be/bgwR6DVYUiQ?si=B4Y03YD0OpmN0O_k
Maruja Torres, con su desparpajo habitual, despachó los problemas del poeta con las mujeres diciendo que era un plasta. Su opinión es respetable, pero yo pienso que las mujeres que pretendió (casi todas cultas y bellas) no se sentían abrumadas porque les hablara de los héroes de la Ilíada, sino, como bien definió Enrique Urquijo, lo que no soportaban era su tristeza.
Su fracaso romano (tuvo continuación en una escapada a los Alpes) con Constance Dowling fue determinante en su muerte. Ella fue la destinataria de sus once últimos y celebrados poemas, ella recibió una de las llamadas desesperadas que realizó desde el Albergo Roma de Turín, ni siquiera se molestó en contestarla.
Gracias, Tatiana.