Quizás el amor sea la única luz del mundo, como decía tu adorado Cernuda, y el milagro era que creías en el amor por encima de todo, aunque tuvieras que luchar contra la vida y sus derrotas.
Afuera, las tentativas impertinentes, la trascendencia.
Afuera, el clamor de los desprovistos, de los necios.
En mí, solo verdades que nunca lo han sido ni serán.
Os hablo de mi piel, de las carencias de mi máscara.
(Jerónimo Muñoz - Poemas de mí (I))
En la hora de la muerte
(Si puede el hombre para ella
Hacer presagios, cálculos),
Tu imagen a mi lado
Acaso me sonría como hoy me ha sonreído,
Iluminando este existir oscuro y apartado
Con el amor, única luz del mundo.
(Cernuda - Epílogo)
(Si puede el hombre para ella
Hacer presagios, cálculos),
Tu imagen a mi lado
Acaso me sonría como hoy me ha sonreído,
Iluminando este existir oscuro y apartado
Con el amor, única luz del mundo.
(Cernuda - Epílogo)
I
Ya no nos miras a los ojos cuando hablas fijamente,
ya nadie puede
descifrar el mensaje que dejaste
en la herida abierta de los vientos,
en los últimos labios que te arrancaron la razón
para creer en un olvido que se recuerda
y vuelve a sonreír en el regazo de los árboles y los niños.
Dios sigue viviendo en una calle que no tiene dirección
para los peregrinos que nunca llegan a escuchar
el silencio de la campana,
que no hace eco de la devoción a la vida
que sostiene nuestras íntimas plegarias,
No sé en dónde estás ahora que te has muerto,
si existe el nihil profundo
ante la soledad que cabe en un rincón perdido,
en la tristeza de una lágrima que nunca se derramó.
Pienso que debo estar solo con mi poesía o sin ella,
con aquellas palabras que dijiste algún día.
II
”Quien ha contemplado la belleza con sus propios ojos está consagrado ya a la muerte”.
(Visconti y su muerte en Venecia)
Francesc Chico Jaimejuan - Barcelona 15 de mayo de 2006
Pienso en la presencia hiriente de un pájaro masacrado
que no vuelve a cantar,
pero vuela en la memoria de quienes perdieron las alas
porque nuestra pasión nos lleva al recuerdo y las caídas
del señor de los tristes,
porque el sueño es eterno aunque durmamos sin consciencia en sus brazos,
¿has logrado escaparte de ti mismo?
Siguen las botellas naufragando en el mar de la agonía
mientras el mundo muere de una sed que no se extingue,
en el vientre de la derrota de cada inspiración
que se resuelve en la duda de cada verdad perseguida
que no nos encuentra,
en cada mensaje que pueda desvelar el candor indefenso
de un niño perdido
que pueda llegar a creer en lo que no late,
lo que se revuelve en el fondo de la incomprensión,
en cada intento de mantener el aliento de una sonrisa
que se apaga en los anhelos.
Hay quien sigue esperando que un poema anide en el tejado
de la luna blanca que que nunca mostró su rostro,
pero respira en el resplandor de nuestras aspiraciones,
que los payasos vuelvan al circo de la calle rota de los deseos,
que el amor aparezca en un trance infinito
que nunca podremos entender,
pero que vivimos sin saberlo, para arrinconarlo en una esquina
por miedo a que se desvanezca
en la realidad confusa y engañosa de los números y leyes,
en la gente que pasa con una navaja en la camisa
mientras tiemblan los cantantes postergados
con el corazón en la boca y la esperanza que se pierde
en la herida inmarchitable que inunda nuestros ojos
y sigue extendiéndose más allá de nosotros mismos.
3
Volverás al paseo donde la muerte
se ha detenido en tus ojos, amigo mío.
(Elegía de otoño)
Sonríe, Jerónimo, sonríe esbozando el sentido
que te haga escribir cada día tu primer poema,
que te haga sentir
la insistencia de la luz sobre la frente,
buscándote a ti mismo en el resplandor de la noche
profunda donde habitan la muerte y el olvido
que nunca empiezan y no acaban nunca.
Ya no nos miras a los ojos cuando hablas fijamente,
ya nadie puede
descifrar el mensaje que dejaste
en la herida abierta de los vientos,
en los últimos labios que te arrancaron la razón
para creer en un olvido que se recuerda
y vuelve a sonreír en el regazo de los árboles y los niños.
Dios sigue viviendo en una calle que no tiene dirección
para los peregrinos que nunca llegan a escuchar
el silencio de la campana,
que no hace eco de la devoción a la vida
que sostiene nuestras íntimas plegarias,
No sé en dónde estás ahora que te has muerto,
si existe el nihil profundo
ante la soledad que cabe en un rincón perdido,
en la tristeza de una lágrima que nunca se derramó.
Pienso que debo estar solo con mi poesía o sin ella,
con aquellas palabras que dijiste algún día.
II
”Quien ha contemplado la belleza con sus propios ojos está consagrado ya a la muerte”.
(Visconti y su muerte en Venecia)
Francesc Chico Jaimejuan - Barcelona 15 de mayo de 2006
Pienso en la presencia hiriente de un pájaro masacrado
que no vuelve a cantar,
pero vuela en la memoria de quienes perdieron las alas
porque nuestra pasión nos lleva al recuerdo y las caídas
del señor de los tristes,
porque el sueño es eterno aunque durmamos sin consciencia en sus brazos,
¿has logrado escaparte de ti mismo?
Siguen las botellas naufragando en el mar de la agonía
mientras el mundo muere de una sed que no se extingue,
en el vientre de la derrota de cada inspiración
que se resuelve en la duda de cada verdad perseguida
que no nos encuentra,
en cada mensaje que pueda desvelar el candor indefenso
de un niño perdido
que pueda llegar a creer en lo que no late,
lo que se revuelve en el fondo de la incomprensión,
en cada intento de mantener el aliento de una sonrisa
que se apaga en los anhelos.
Hay quien sigue esperando que un poema anide en el tejado
de la luna blanca que que nunca mostró su rostro,
pero respira en el resplandor de nuestras aspiraciones,
que los payasos vuelvan al circo de la calle rota de los deseos,
que el amor aparezca en un trance infinito
que nunca podremos entender,
pero que vivimos sin saberlo, para arrinconarlo en una esquina
por miedo a que se desvanezca
en la realidad confusa y engañosa de los números y leyes,
en la gente que pasa con una navaja en la camisa
mientras tiemblan los cantantes postergados
con el corazón en la boca y la esperanza que se pierde
en la herida inmarchitable que inunda nuestros ojos
y sigue extendiéndose más allá de nosotros mismos.
3
Volverás al paseo donde la muerte
se ha detenido en tus ojos, amigo mío.
(Elegía de otoño)
Sonríe, Jerónimo, sonríe esbozando el sentido
que te haga escribir cada día tu primer poema,
que te haga sentir
la insistencia de la luz sobre la frente,
buscándote a ti mismo en el resplandor de la noche
profunda donde habitan la muerte y el olvido
que nunca empiezan y no acaban nunca.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.